Recientemente se ha presentado los datos del estudio 'Pasos' de la Fundación Gasol. Este estudio relaciona el sedentarismo, laactividad física y la obesidad infantil. No es que los datos aportados revolucionen nuestros conocimientos sobre el tema en el que se focaliza, pero ... si ha tenido una importante repercusión mediática. No todos los días un ganador del anillo de la NBA, como Pau Gasol, te da porcentajes de perímetros abdominales infantiles.
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El informe señala que solo el 36,4% de niños y adolescentes hace el suficiente ejercicio. Cuando separamos los datos por sexos las niñas lo tienen peor ya que el 70% no cumple con las recomendaciones de la OMS y en el caso de los niños la cifra baja un poco pero más del 55% no alcanza la necesaria hora diaria de ejercicio de moderado a vigoroso, es decir, acelerando el ritmo cardiaco y la respiración. Obviamente esto tiene implicación en el peso de nuestros chavales. El 20% tiene sobrepeso y más del 14% ya está en niveles de obesidad, además más del 23% soporta obesidad abdominal que ya nos está indicando un posible riesgo cardiovascular.
La fundación de los hermanos Gasol apunta al sedentarismo y desde luego es una causa fundamental. Que los niños crezcan con una tablet o una consola en las manos no es la mejor de las recetas. Tampoco el colegio ni el instituto se toman en serio la epidemia de sedentarismo. Las horas de educación física son insuficientes y de las primeras en ser sacrificadas antes los diferentes cambios de de legislación que martirizan al sector educativo. El ejercicio debe ser diario en los centros escolares, algo que tendría que santificar la próxima ley de educación y no permitir que las comunidades autónomas puedan hacer lo que les plazca en este tema.
El sedentarismo puede explicar una parte de la película pero nos faltaría el otro actor fundamental de esta historia, la alimentación. Aunque tratándose de población infantil y adolescente podríamos afinar un poco más el problema, los alimentos procesados.
Es innegable que ha crecido la concienciación con respecto a los alimentos procesados y ultraprocesados. El reciente interés por lo que nos llena el estómago ha permitido que el común de los mortales conozca pésima idea que supone consumir este tipo de productos. Por este motivo la publicidad debe ser mucho mejor y utilizar todo tipo de trucos para asegurar los suculentos beneficios de los que disfruta la industria. Uno de los principales cambios ha sido el de bajar la edad del público objetivo que estará menos alertados que sus mayores.
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De hecho las malas prácticas de este sector en la forma y manera en la que se publicita han sido denunciadas, recientemente, por un estudio de la OCU y la Escuela Nacional de Salud del Instituto de Salud Carlos III. Las conclusiones no pueden ser más preocupantes ya que el 77% de la publicidad que se emite en España está relacionada con alimentos poco saludables y el 46% de los anuncios emitidos estarían prohibidos si se siguiese el modelo de la OMS, por pertenecer a la categoría de alimentos muy calóricos, como el chocolate, las galletas, la bollería o los zumos de frutas. Es curioso que la administración no regule y obligue a cumplir las recomendaciones de la OMS que son de sentido común pero las presiones del sector deben ser considerables. Seguramente laven su conciencia con la existencia de una normativa de autorregulación conocido como código PAOS (Publicidad, Actividad, Obesidad y Salud) que, obviamente, no cumple con las exigencias de preservar de publicidad perniciosa al sector más vulnerable de la población.
Si existe un momento delicado es a partir de los 6 meses, cuando al único superalimento que existe, la leche materna, se le empiezan a incorporar el resto de viandas que nos acompañarán toda la vida.
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Si tuviéramos una empresa de alimentos procesados sería ideal para nosotros posicionarnos en ese momento porque obtendríamos el máximo grado de adherencia por parte de ese jovencísimo cerebro. Ese es el motivo de que existan toda una gama de productos procesados, que los peques no necesitan, con el mensaje de «mi primer…». Estos alimentos tienen un envase de lo más estudiado para atraer a niños y adultos, con trucos que no por ser más denunciados dejan de funcionar. Como enriquecer el producto con vitaminas para camuflar obscenos porcentajes de grasa, destacar sus altos contenido en minerales pero ocultar que apenas tiene fibra, enfatizar su buena proporción de aminoácidos pero no decir nada de la presencia de grasas trans o quitar el aceite de palma pero callar sobre un contenido en azúcar de más del 50%. Existen muchas conductas reprochables en la industria pero la de sacar líneas de «mi primer»: zumo, galleta, salchicha… es de las más censurables
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