En pocos momentos nos suele preocupar tanto la dieta y sus consecuencias como después de los excesos navideños. Quien más quien menos no ha renunciado al festival gastronómico del exceso en una versión más o menos refinada del programa «comer por comer». Se calcula que ... los españoles hemos engordado de media entre 2-4 kg y cifras como la del colesterol se han incrementado de un 10 a un 20%.
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Pero ya está aquí enero con su penitencia y buenos propósitos cual rémora desparasitadora. Uno de esos buenos propósitos suele ser reconducir la maltrecha figura a través de la dieta. Por fortuna cada vez más personas consideran la reeducación alimentaria, en base a una correcta estructuración dietética, una opción mucho más saludable que no dietas de pocas semanas que conseguirán justo lo contrario de lo que publicitan.
Dentro de la reeducación alimentaria cada vez es más frecuente escuchar hablar de los ayunos intermitentes.
El ayuno ancla sus raíces en lo más profundo de nuestra cultura y religión. Cuaresma cristiana, el Yom Kipur judío o el Ramadán musulmán son solo algunos ejemplos. Platón, Hipócrates o Plutarco lo recomendaban encarecidamente.
Hoy en día el interés científico, de dicha costumbre, no para de crecer. La razón es multifactorial pero uno de los principales motivos son los estudios sobre envejecimiento y esperanza de vida que se han hecho con diferentes especies como el estudio con nematodos de la Universidad de Harvard o el de monos Rhesus de la Universidad de Wisconsin-Madison . Estos estudios son solo dos ejemplos recientes de la evidencia científica al respecto. En el caso de los nematodos se descubrió que el ayuno alteraba la actividad mitocondrial ralentizando el envejecimiento. A los monos Rhesus se les sometía a una restricción calórica del 30%, algo que conseguía incrementar su esperanza de vida a una equivalencia de 130 años en humanos. Este último caso es de especial interés porque dichos primates tienen una biología de la senectud muy parecida a la de los humanos.
Los planteamientos dietéticos entorno a esta estrategia son variados pero todos tienen en común que ninguno recomienda un ayuno prolongado sino variaciones en torno a la idea de la intermitencia: De 2-3 días al mes, dicho ayuno debe ser continuo. 1 día a la semana o 1 cada 2 o 3 días.
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En un mismo día restringir la ingesta a solo unas horas, es decir, comer solo durante 12 horas y ayunar el resto. Este sistema se suele acortar para reducir toda la ingesta diaria en tan solo 4 o 6 horas.
Como vemos son restricciones marcadas y no periodos de inanición sin control. Los posibles efectos beneficiosos van desde la mejora de los perfiles lipídicos, hasta la pérdida de peso sin comprometer la masa muscular e incluso regresión del riesgo cardiovascular o de diabetes.
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Uno de los últimos estudios que avalan este ramillete de bondades es la revisión publicada en Annual Reviews https://www.annualreviews.org/doi/full/10.1146/annurev-nutr-071816-064634 . Esto no quiere decir que no existan detractores, la Universidad Pompeu Fabra, por ejemplo, afirma que «ayunar esporádica o intermitentemente por motivos de salud no tiene justificación científica». Las razones que esgrimen, a través de su Observatorio de Comunicación Científica «Nutrimedia», son que los estudios que soportan las afirmaciones más prometedoras, a favor del ayuno intermitente, carecen de la calidad necesaria y que son imprescindibles más estudios que valoren los riesgos a medio y largo plazo.
Este parece ser un claro caso de «cuando el rio suena…». Las evidencias, a favor, se están acumulando y en muchas ocasiones sus detractores aluden a efectos como irritabilidad, bajadas de azúcar, mareos… Que son los propios de una inanición descontrolada.
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Obviamente, siempre que hablamos de ayuno intermitente, hablamos de una práctica regulada por especialistas, de forma que su implementación esté supervisada en todo momento. Dado este punto por sentado podemos hablar de una estrategia prometedora que necesitará de la confirmación por futuros estudios científicos. Estrategia que no parece ajena a la historia de la humanidad y es que no es difícil de intuir que el ayuno intermitente fue consustancial al desarrollo de la especie humana durante miles y miles de generaciones.
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