¿Estoy triste o tengo depresión?
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Los especialistas destacan la importancia de evitar el autodiagnóstico, pero también de la necesidad de la prevenciónEl estrés, los problemas económicos o el ritmo de vida expuesto en las pantallas son cuestiones a las que la sociedad actual se enfrenta cada día; una serie de circunstancias que en algunos casos pueden originar un diagnóstico de depresión, un trastorno -cuyo día se ... visibiliza hoy- que afecta a cientos de millones de personas en todo el mundo y que es la principal causa de incapacidad. Eso sí, en un contexto en el que por fin la salud mental ya forma parte del debate público, conviene no confundir esta enfermedad con estar triste, que forma parte de una de las cinco emociones básicas (alegría, tristeza, miedo, asco e ira).
Así lo explica el Antonio Soto, psicólogo malagueño y director del centro de psicología y desarrollo personal que lleva su nombre; un profesional que apuesta por la prevención como la mejor forma de combatir un diagnóstico que ha encontrado en la pandemia y sus consecuencias un importante catalizador. Según explica, la depresión se puede dar por dos caminos que en muchas ocasiones van entrelazados. Por un lado está la parte orgánica, en la que se puede hallar un déficit de un neurotransmisor o un desequilibrio entre varios. «Pero luego hay unos componentes cognitivos. Patrones de pensamiento o aprendizajes con respecto a cuestiones de la vida», enumera Soto, que afirma que aunque a veces hay profesionales que le dan más importancia al primer elemento, no siempre es la causa principal del diagnóstico.
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De hecho, plantea que en ocasiones lo cognitivo puede reflejarse en lo orgánico; una forma de operar que también se da con la ansiedad. «La correlación entre ambos es bidireccional», matiza. En su criterio, parte de estos diagnósticos se podrían evitar, o al menos tratarlos en un estado muy embrionario. «Yo voy al psicólogo cuando necesito mejorar una situación o crecer como persona. No hace falta tener síntomas para ir», sostiene, al tiempo que insiste en que cuanto antes se trate el problema, más sencillo es solucionarlo. «Se debería acudir al psicólogo igual que con algo orgánico vamos de forma preventiva. Para que se entienda: no voy porque estoy mal, sino para prepararme para no estar mal».
A pesar de que este empuje en la visibilización de la salud mental es un elemento muy positivo, Soto recuerda la necesidad de no frivolizar sobre la depresión. «El diagnóstico y el sobrediagnóstico son cuestiones muy diferentes. Una cosa es visibilizar una enfermedad, y otra cosa muy distinta sobrediagnosticar. Esto último ha comenzado ha producirse de forma más recurrente durante los últimos años. «La pandemia ha puesto en el debate público la salud mental, pero al mismo tiempo ha servido de catalizador. Ahora hay mucha gente joven pidiendo ayuda por estados depresivos, en la adolescencia la pandemia ha sido muy dura», explica.
Sin concretar en ejemplos personales, el director de la clínica sí pone sobre la mesa un perfil: se trata de chicos y chicas de entre 18 y 22 años, la mayoría con notas brillantes en la Secundaria y en el Bachillerato, pero con una desmotivación que incluso provoca que dejen de estudiar sus carreras. «No encuentran un soporte emocional ni entre sus amigos ni en la familia», desgrana. Soto describe situaciones en las que no existen referentes positivos, aunque en la mayor parte de los casos el acceso a esta distimia (estado de ánimo bajo y negativo, la fase previa a la depresión) viene por tres ideas negativas: sobre el mundo, sobre ellos mismos y sobre el futuro.
Ante este tipo de situaciones, tanto él como cualquier otro experto resaltan la importancia de evitar el autodiagnóstico, consultar un especialista y no trivializar. «Existen riesgos en los dos extremos, incluso a veces el propio diagnóstico es una parte del problema», insiste. Eso sí, reconoce que no todo el mundo puede acceder a un profesional de forma sencilla. «Es indignante lo que está sucediendo; debería haber un servicio público de psicología. La media es de cuatro meses para que te den la primera cita, luego mes y medio entre ellas», critica. «La gente necesita que la sanidad pública pueda darles herramientas para reforzarles».
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