Buenaventura del Charco se define como un psicólogo «de trinchera». ÑITO SALAS
Entrevista

Buenaventura del Charco, el psicólogo anti-Mr. Wonderful: «Decir 'no estés triste' es como decir 'no hagas caca'. Si te reprimes, no va a acabar bien»

El autor del libro 'Hasta los cojones del pensamiento positivo' alerta del fondo «sádico y perverso envuelto en brillibrilli» que se esconde en muchos libros de autoayuda

Nuria Triguero

MÁLAGA

Domingo, 29 de enero 2023, 00:19

¿A quién no le han regalado alguna vez una taza con un mensaje del tipo «Sonríe a la vida y ella te sonreirá a ti»? Cuidado: tomarse demasiado en serio estos lemas tiene riesgos para la salud (mental). Así lo advierte el psicólogo marbellí ... Buenaventura del Charco, autor del libro 'Hasta los cojones del pensamiento positivo', que tras superar los 10.000 ejemplares vendidos con una pequeña editorial ha sido reeditado por Planeta. El título deja poco a la imaginación: Del Charco, que se define como un psicoterapeuta «de trinchera», carga frontalmente contra la «cobardía, culpabilización y represión emocional» que hay detrás de «toda esa palabrería» que anega libros de autoayuda, charlas motivacionales y redes sociales.

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-¿Cómo surge la idea de escribir este libro?

-Empecé a ver que la gente que viene consulta, además del problema que sea (me ha dejado mi chica, tengo depresión, me están puteando en el trabajo...), trae otro añadido: un sentimiento de culpa y vergüenza porque no están siendo positivos, porque tienen miedo de ser etiquetados como personas tóxicas, porque no están siendo su mejor versión… Hasta entonces, yo veía la psicología positiva como un engañabobos, un discurso naif e inocente. El problema es que empecé a ver sentimientos de culpabilidad muy profundos y me empecé a indignar. Porque la gente que lo pasa mal lo que necesita es empatía y respeto, no que la señalemos con el dedo y la hagamos sentir culpable además.

-¿Por qué cree que son dañinos mensajes aparentemente positivos como 'Si quieres puedes' o 'Mira el lado bueno de las cosas'?

-Profundizando más en el tema, me di cuenta de que el pensamiento positivo se convertía un agravante de lo que les ocurría a algunos pacientes, aparte de por esa culpabilidad, por otros motivos. Primero, porque hay pacientes que en vez de enfrentar los problemas utilizan este tipo de técnicas como una manera de escapar. En plan: «Si te va mal en el trabajo, piensa que en tu matrimonio te va bien». Pasa mucho con el deporte: hacer deporte es bueno, pero si estoy triste porque me ha dejado mi novia y, en vez de acompañarme a mí mismo en mi dolor y llorar, lo que hago es que cada vez que me pongo triste me voy al gimnasio para no pensar, flaco favor me estoy haciendo. Detrás de todas estas palabras bonitas, aparte de cobardía y culpabilización, lo que hay es una represión emocional muy grande. Y lo que sabemos hoy, y esto es una de las pocas cosas en las que todas las corrientes de la psicología están de acuerdo, es que si tú reprimes emociones desagradables, se convierten en enfermedad. Aparecen las obsesiones, la ansiedad, el querer controlar cuerpo y comida... cuadros que sí que son psicopatológicos. Eso es lo que me preocupa de toda esta mierda.

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«¿Yo, pesimista? que es pesimista es creer que si no estoy todo el rato autoengañándome, forzando una sonrisa, intentando aumentar mi nivel de dopamina y oxitocina con no sé qué técnica y evadiéndome de la realidad meditando, no voy a poder a soportar la vida»

 

-O sea, que patologizamos la tristeza, que es algo normal en la vida, huimos de ella y eso al final es lo que nos hace enfermar realmente.

-Te pongo una metáfora que no es la más elegante pero creo que se entiende bien. La gente te dice: «No estés triste, que no te va a ayudar en nada». Y es como decir: «Oye, no hagas caca porque pierdes tiempo, huele mal y ensucia». Pues sí, es verdad, pero es que tu organismo está biológicamente diseñado para hacer caca, Y si te reprimes, te aseguro que eso bien no va a acabar. Y otra cosa: es mentira que estar triste o estar cabreado no te ayude: el dolor emocional tiene algo muy útil.

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-¿Cuál es esa función del dolor emocional?

-Básicamente nuestro cuerpo genera rabia para defendernos, para pelear; no solo contra alguien, sino para conseguir algo. Y la tristeza tiene tres funciones: una de ellas es que es un ansiolítico potentísimo. Todos hemos vivido eso de meterte una llorera y quedarte más suave que un guante. La tristeza te tumba y te obliga a mirar e intentar entender lo que te ocurre. Además, el llanto tiene un componente de lamernos las heridas y demostrarle a nuestro entorno cercano que estamos pasándolo mal y que necesitamos apoyo. Entiendo que la tristeza y la rabia agradables no son, pero desde este punto de vista son terriblemente adaptativas. Lo mismo ocurre con la ansiedad. Me preocupa cómo estamos diciendo: «Controla la ansiedad» en vez de: «Escucha a la ansiedad». Estamos normalizando la ansiedad como si fuera algo inevitable. Y luego hay otra función importante: el dolor es algo que te ayuda a enfrentar un problema. El instinto de supervivencia, lo que llamamos fuerzas de flaqueza, sólo se activa ante un determinada intensidad de dolor emocional. En definitiva, estamos patologizando el dolor, que forma parte de la vida. Tenemos una sociedad cada vez más neurótica que no se atreve a enfrentarse al dolor. O si no, mira las relaciones: ya todo son relaciones sin compromiso, abiertas, superficiales… para evitar sentirnos vulnerables y sufrir.r.

-¿Cuál es la forma saludable de afrontar el dolor y los sucesos adversos?

-–Yo trabajo con la idea de la congruencia o la honestidad emocional. Yo no puedo elegir lo que siento, pero sí puedo decidir cómo me posiciono ante lo que siento, cómo lo afronto. Y lo primero es tener honestidad: reconocer qué sentimiento me provoca algo e intentar entender por qué. Y desde esa congruencia emocional, debemos ser leales con nosotros mismos. Por ejemplo: si me da ansiedad cada vez que veo a mi suegra, lo primero es entender por qué y luego, decidir qué quiero hacer para afrontarlo: dejar de verla, hablar con ella, hablar con mi pareja... o quizá prefiero no hacer nada y decido que voy a aguantar el mal rato cuando la vea porque quiero mucho a mi pareja. Lo que sea, pero lo importante es la lealtad con nosotros mismos. Y sobre todo, debemos entender una cosa: que lo que necesitamos las personas es acogernos en nuestro dolor y, después, pelear contra las injusticias. Para mí, los sinónimos del amor son acoger y combatir.

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«Me preocupa cómo estamos diciendo: 'Controla la ansiedad' en vez de 'Escucha a la ansiedad'»

-O sea, que un poco de autocompasión es saludable.

-Sí. En España vamos retrasados, pero en EE UU está súper de moda lo que llaman 'self kindness', que al final se puede traducir por autocompasión. Se trata de ver tu propio dolor y conmoverte, no en el sentido victimista sino de que tu propio dolor te conmueva. Y yo sí que añado ese punto de combatir, porque si me conmuevo y luego no hago nada, no hay cambio.

-¿Y qué hacemos cuando de verdad no se puede hacer nada?

-Hay una especie de determinismo en toda esta psicología barata. Parece que todo depende de tu historia de aprendizaje, de tu tipo de apego, de tu eneagrama… Yo creo que ante todo, el ser humano es un ser libre. Ojo, no en plan «Si quieres puedes». Ortega y Gasset decía: «Yo soy yo y mi circunstancia» y yo añadiría: «Y lo que decido hacer con ella». Yo no pude cambiar que mi madre se muriera de cáncer cuando yo tenía 22 años. Pero yo sí decidí acompañarla hasta el final, yo decidí que no me iba a cortar en llorar con ella, que me iba a permitir estar triste durante una época. Y también decidí que no quería que ser huérfano fuera lo que me definiera en la vida.

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-¿Le han acusado de pesimista al criticar el pensamiento positivo?

-Mogollón de veces. Pero es que yo creo que lo pesimista es creer que si no estoy todo el rato autoengañándome, forzando una sonrisa, intentando aumentar mi nivel de dopamina y oxitocina con no sé qué técnica y evadiéndome de la realidad meditando, no voy a poder a soportar la vida. Lo optimista es lo mío. Yo sé que la vida puede darte una hostia que te deja en el suelo, y que cuando te dan una hostia lo normal es gritar, llorar y tener miedo, pero también sé que después de eso soy capaz de defenderme. Ese es el acto de fe: hoy voy a llorar, pero eso no me hace peor persona y tengo confianza en que después voy a seguir peleando. Es una especie de compromiso amoroso contigo mismo. Amarse es acogerse y combatir en la adversidad.

-Uno de los líneas más explotadas de los libros de autoayuda y el pensamiento positivo es la que gira en torno a «Sé tu mejor versión». El perfeccionismo, convertido en virtud.

-Para empezar, ¿por qué tu mejor versión es la que es más eficaz? A lo mejor mi mejor versión es la más feliz o la más satisfecha, la que no necesita ponerse a cada rato metas nuevas. ¡O la que es mejor persona! Hay algo perverso en todo esto. La mayor parte de las grandes figuras de la psicología decían que el concepto de la autoestima es algo atroz. Piensa en cómo son tus relaciones de amor: no sé tú, pero yo no quiero más a mi novia porque la asciendan en su trabajo. El amor con los demás se basa en cierta incondicionalidad, en estar a las duras y a las maduras. Sin embargo el amor por nosotros mismos lo hacemos depender de nuestro rendimiento, de nuestras competencias y de si somos 'bonicos' o feos. Es de locos cómo hemos normalizado que las personas sean un producto de consumo. Todo este rollo de: «reinvéntate»... Oye, que no soy una puta aplicación de un móvil, que soy un ser humano y mi valor reside ahí. Detrás de toda esta palabrería bonita lo que hay es gente que tiene miedo a no ser suficientemente buena y necesita esconderse detrás de un montón de objetivos y fortalezas. Y en el fondo, lo que hay es un niño pequeño llorando que no sabe si le van a querer o le van rechazar.

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-¿Cree que todo el mundo tendría que ir a terapia?

-Uf, eso es un preguntón. Depende... Hay diferentes tipos de terapias. Hay unas que son más resolutivas, que siguen el modelo médico y son las que se hacen en España mayoritariamente, que son las conductistas y las cognitivo-conductuales. Son terapias centradas en un problema y una solución. Por ejemplo, si tienes ansiedad, pues te doy herramientas para controlarla. Luego hay otros tipos de psicoterapia, que ahí entran la humanista, que es la que yo hago, que en España es poco conocida; o el psicoanálisis. Éstas están más centradas en el autoconocimiento. Lo que planteamos que la enfermedad es el resultado de la incongruencia. Cuando hay mucha incongruencia entre la vida que yo quiero llevar y lo que me obligo a hacer, surge la enfermedad. Y hay veces que yo tengo un nivel de incongruencia que no es tan alto como para generar una enfermedad, pero noto que algo no encaja. Hay un cuadro que cada vez se ve más, en consulta y en las publicaciones científicas: gente que no le pasa nada, cuya vida va aparentemente bien pero siente una especie de vacío, que en el fondo no es feliz, y eso angustia y culpabiliza mucho a la persona. Es algo vinculado a gente que es muy exitosa; gente que se esfuerza tanto por tener una hoja de servicios estupenda que no escucha sus verdaderas necesidades.

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