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Profesor de biología y experto en tecnología alimentaria
Sábado, 30 de diciembre 2023, 12:02
El entorno de año nuevo es un momento propicio para sincerarse consigo mismo y balancear los propósitos y logros. En este terreno la salud tiene ... un papel preponderante y más si se tienen primaveras de sobra.
Desconozco un posible ranking de promesas realizadas con el espejo pero no dudo que el sobrepeso debe ser protagonista en muchas. Tampoco es necesaria una bola de cristal en un país donde el 70% del personal declara no hacer ejercicio.
Estamos diseñados para movernos y realizar esfuerzos. Hace 7 millones de años que nos separamos de nuestros primos más cercanos los chimpancés y el proceso evolutivo de los homínidos no dejó mucho margen. Solo los individuos más activos y resistentes podrían transmitir sus genes en un entorno exigente y lleno de competidores. De forma que nuestro cuerpo se configuró para hacer frente a dichas exigencias físicas. No es difícil entender que la actual epidemia de sedentarismo es un disparate contra nuestra propia esencia. Pero esta realidad tan solo es la base de un ecosistema «obesogénico» donde otros factores comparten protagonismo:
Alimentos ultraprocesados hiperpalatables: Es decir, que están muy buenos. Cargados de harinas refinadas, azúcares y grasas de baja calidad. Alteran nuestra percepción natural de la relación hambre-saciedad. Dicho mecanismo esencial para la vida es hackeado y nos manda señales incorrectas. Podríamos pensar que la solución es tan fácil como evitar este tipo de productos, pero cuando estos ocupan el 75% de las estanterías, en los supermercados, dicho propósito se torna un reto de muy difícil ejecución.
Ansiedad y estrés crónico: Nuestro estilo de vida actual nos empuja a un estado continuo de insatisfacción interior donde la comida tiene el rol de recompensa y son los ultraprocesados los utilizados como medalla. Además, el estrés aumenta la pérdida de músculo porque activa cascadas de señalización catabólica y aumenta la inflamación que también es catabólica.
Sueño: Es fácil de imaginar que el sueño no se ve favorecido en estas circunstancias. Este escenario beneficia el aumento de sustancias como el cortisol, la sensación de cansancio, una mayor apetencia por la comida basura, aumento de la grasa corporal…
Entornos deprimidos económicamente o de bajo nivel educativo: Son especialmente sensibles a todo tipo de procesados alimenticios que contribuyen a la epidemia de sobrepeso. Que una bolsa de bollería industrial sea más barata que una bolsa de fruta es simplemente trágico.
Motivos genéticos: Estos son los de menor enjundia con diferencia pero alguno hay como el gen FTO que inhibe la sensación de saciedad.
Las dietas con objetivos cortoplacistas y de alta restricción calórica abundan como las setas en Soria. Suele cambiar el alimento totémico que se utilice en ese momento: la piña, alcachofa, berenjena… Pero básicamente son la misma barbaridad. Dietas muy hipocalóricas que no son sostenibles en el tiempo con alteraciones metabólicas asociadas y pérdida de masa muscular.
Al final la dieta se abandona hasta la siguiente oportunidad de meter la pata. De forma que se van acumulando ciclos donde el disparate vertebra las decisiones nutricionales.
Esta metodología, como es fácil imaginar, tiene consecuencias:
Efecto rebote: Nuestro metabolismo no entiende de dietas y una bajada tan exigente en el consumo de alimentos desata todas las alarmas. Mayor aprovechamiento de cada nutriente, ralentización metabólica, menor termogénesis…
Pérdida muscular: De cada 10 kg perdidos se pueden eliminar 3 kg de músculo y esto es muy preocupante porque los músculos son salud. A menor cantidad de tejido muscular menor capacidad de movimiento, menor gasto basal de energía y mayor sensación de cansancio. Pero también menor cantidad de mioquinas que son hormonas segregadas por el tejido muscular y relacionadas con importantes beneficios como menor resistencia a la insulina y disminución de factores inflamatorios. También se reduce nuestro principal almacén de aminoácidos y esto tiene consecuencias a la hora de elaborar péptidos y proteínas tan importantes como enzimas e inmunoglobulinas. De hecho, una disminución del 10% de la masa muscular aumenta significativamente la probabilidad de infecciones.
Va siendo hora de cambiar la situación. La buena noticia es que el cuerpo tiene una enorme capacidad de adaptación y regeneración. De forma que todos esos marcadores que hemos ido alterando y haciendo que acumulemos derrotas pueden ser reseteados y restaurados. Se trata de ir de la mano de la ciencia y no del vecino del 5º. La restricción calórica se puede acometer pero siempre que exista una planificación que tenga en cuenta nuestra fisiología y nos proponga, no una dieta, sino un estilo de vida saludable.
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