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Profesor de Biología y experto en Tecnología Alimentaria
Lunes, 21 de octubre 2024, 00:07
100% natural puede ser un eslogan con la mejor prensa o una frase vacía que no nos dice nada. Lo que sin duda cobija esta sentencia es un sentimiento generalizado, por parte de la sociedad, de preocupación por lo químico. El gran investigador español Grande ... Covián afirmaba que nada tan natural como la bacteria del cólera y nada tan químico como el cloro, y que gracias a que le añadimos cloro al agua no morimos de cólera.
Vivimos tiempos en los que los ultraprocesados invaden los lineales de los supermercados. Esto contamina el debate y deriva en una quimiofobia que puede limitar nuestras elecciones sin ningún tipo de justificación. En este punto estaría bien recordar que los aditivos alimentarios pueden estar en el top 5 de las sustancias que más vidas han salvado y que civilizaciones como la romana o egipcia ya se hartaban de utilizar colorantes, fermentos o conservantes como el nitrato potásico.
«Los aditivos son sustancias que no se consumen como alimentos ni ingredientes, pero que se añaden a los productos alimentarios en su producción, preparación, envasado o almacenamiento para hacerlos más seguros, nutritivos o apetecibles, sin que les afecten las condiciones ambientales. Su uso está estrictamente regulado y deben cumplir tres condiciones: que su utilidad haya sido demostrada, que sean completamente seguros y que no induzcan a error, sugiriendo unas características que el alimento no tiene».
Estamos hablando de algunas de las sustancias más revisadas y controladas. Cada nuevo candidato a entrar en la lista debe pasar un duro examen por parte del Comité Científico para la Alimentación Humana (SCF) de la Unión Europea. Este comité de sabios analiza toda la literatura científica y establece una cantidad máxima por alimento. Dicha cantidad máxima contempla un amplio margen de seguridad con un compromiso de constante revisión, ya sea por la aparición de nuevas evidencias o por el cambio de hábitos dentro de la población que incremente el consumo de una determinada sustancia y nos obligue a revisar las recomendaciones iniciales.
¿Esto quiere decir qué todos los aditivos son inocuos? Pues desde luego que no, ya que algunos son susceptibles de despertar alergias o sensibilidades especiales, como los sulfitos y los colorantes azoicos, por lo que es obligada su publicación en el listado de ingredientes.
La nomenclatura de los mismos no invita a pensar en otra cosa. A saber, una E mayúscula seguida de un guión medio y 3 números. Pero algunos son de lo más natural: animales (como la cera de abeja [E901] o el ácido carmínico [E120]), minerales (como el carbonato cálcico [E170] o el oro [E175]), plantas (como los carotenos [E170a], las clorofilas [E140] o la lecitina de soja [E322]), algas (como el agar-agar [E406] o el alginato sódico [E401]) o microorganismos (como la goma xantana [E415] o el ácido cítrico [E330]).
Así, tan natural es que cuando ligamos las albóndigas con huevo es la lecitina E-322 con sus propiedades emulsionantes la que lo hace. O nos quitamos la acidez con E-500 más conocido como bicarbonato sódico, por no hablar del chupinazo de E-300 que nos tomamos cuando degustamos una naranja de temporada, al que también podemos llamar ácido ascórbico o vitamina C. Y es que el «numerajo» no tiene que anticipar nada malo, a veces es todo lo contrario. Con la nomenclatura E-100i tenemos un colorante de lo más llamativo que imprime un amarillo anaranjado intenso a todo lo que toca. Pero, además, es uno de los antiinflamatorios naturales más potentes que conocemos que se asocia estupendamente con la pimienta. La curcumina es el principio activo de la cúrcuma un polifenol proveniente de la raíz de dicha planta.
La continua revisión de los aditivos alimentarios corresponde a la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA). Estamos hablando de Ciencia, por lo que los dogmas no existen de forma que una nueva evidencia más sólida que la anterior puede recalificar o incluso prohibir. Tal es el caso del dióxido de titanio, que empezó a producirse en masa en 1916 debido a su utilidad como pigmento blanco y que, tras más de un siglo utilizándose, fue prohibido en 2022 por la identificación de efectos carcinógenos.
De igual forma, otros aditivos se encuentran bajo la lupa debido a su posible relación con las afectaciones cardiovasculares, como ha revelado un reciente estudio de la Universidad de Paris. Se trata de los emulgentes que se utilizan para mezclar cosas que aparentemente no deberían poder mezclarse, como el agua y el aceite. Esto está obligando a reevaluar aditivos como las celulosas comprendidas entre el E460 y el E468.
Vemos que la quimiofobia no está justificada y que la Unión Europea conforma el mejor espacio de de seguridad alimentaria que conocemos, pero esto no es óbice para que prestemos especial atención a los productos que compramos. Una regla útil puede ser que a mayor calidad del alimento, menor espacio para que se llene de cosas que no nos interesan. Algo que podemos ver en los chocolates, cuyo porcentaje de cacao arrincona las posibilidades de meter la pata con otros ingredientes, o en los comercializados como jamones de york o fiambres, donde el porcentaje de carne mantendrá a raya o no la cantidad de pontenciadores de sabor como el glutamato monosódico (E-621) y colorantes varios.
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