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La cifra no deja indiferente. Se calcula que para 2030 habrá 522 millones de personas en el mundo que sufran diabetes (actualmente son 5,3 millones en España). Cada año, el 14 de noviembre -coincidiendo con el aniversario del descubrimiento de la insulina por parte ... de Frederick Banting y Charles Best en 1921- se celebra el Día Mundial de esta enfermedad crónica en la que la prevención juega un papel decisivo. Y es que se estima que con una alimentación saludable, ejercicio diario o buen control nutricional se disminuye un 50% el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2.
Con la ayuda de la Federación Española de Diabetes (FEDE) recopilamos toda la información esencial de una patología desconocida para muchos: según el mejor estudio epidemiológico realizado en nuestro país hasta la fecha, (di@bet.es) el 43% de los nuevos diagnosticados ignoraban que la padecían.
Una enfermedad metabólica
La diabetes es una enfermedad metabólica caracterizada por niveles de azúcar (glucosa) en sangre elevados. A la glucosa que circula por la sangre se le llama glucemia. El aumento de glucemia es el resultado de defectos en la secreción de insulina, en su acción o en ambas. La insulina es una hormona que fabrica el páncreas y que permite que las células utilicen la glucosa de la sangre como fuente de energía.
Un fallo de la producción de insulina, de la acción de la misma, o de ambas cosas, genera un aumento de los niveles de glucosa en la sangre (hiperglucemia). De no controlarse adecuadamente, a largo plazo, la presencia continua de glucosa alta en la sangre puede provocar alteraciones en la función de diversos órganos, especialmente los ojos, los riñones, los nervios, el corazón y los vasos sanguíneos.
1,2, Gestional, MODY, LADA...
Las más comunes son la tipo 1 y 2 aunque existen otras menos habituales:
La diabetes tipo 1 es una enfermedad autoinmune crónica que se caracteriza porque el páncreas pierde la capacidad de generar insulina, la hormona que regula la hiperglucemia. Por este motivo, las personas con diabetes tipo 1 requerirán la administración de insulina a diario de por vida. Entre el 5% y el 10% de las personas con diabetes en el mundo padecen este tipo de la enfermedad.
Los motivos detrás de esta respuesta autoinmune aún no se conocen del todo. Parece que existe cierto componente genético en la predisposición a desarrollarla, pero también puede que sea necesario un componente ambiental para que se desencadene la reacción inmune que acabará destruyendo las células beta de los islotes de Langerhans, que son las regiones del páncreas encargadas de producir las hormonas que regularán la cantidad de glucosa en la sangre.
El debut de la diabetes tipo 1 se suele producir a edades tempranas, durante la infancia o la adolescencia, por lo que esta enfermedad también se conoce como diabetes infantil o infanto-juvenil. En algunos casos minoritarios la reacción autoinmune puede producirse ya en la edad adulta, lo que dificulta su diagnóstico.
La diabetes tipo 2 es el tipo más común de diabetes mellitus, siendo hasta 10 veces más frecuente que la diabetes tipo 1. La característica principal de esta enfermedad crónica es la presencia de unos niveles de glucosa en sangre elevados debido a la resistencia del organismo ante la insulina, lo que hace que aunque esta hormona esté presente en la circulación, las células no puedan utilizarla adecuadamente para introducir el azúcar en su interior.
Las principales causas de la resistencia a la insulina son la falta de actividad física y la acumulación de tejido adiposo, por lo que el exceso de peso y el sedentarismo parecen ser los principales factores de riesgo para el desarrollo de esta enfermedad. Además, la incidencia de la diabetes tipo 2 aumenta con el paso de los años.
Los síntomas pueden ser en ocasiones menos marcados que en otro tipo de diabetes, por lo que la situación de hiperglucemia puede mantenerse de forma crónica, elevando el riesgo de padecer complicaciones en los ojos, riñones, los nervios o el corazón. En la mayoría de los casos diagnosticados de diabetes tipo 2 el tratamiento consistirá en un cambio de estilo de vida, controlando la alimentación para reducir la ingesta de alimentos hipercalóricos y en concreto azúcares libres, así como incrementando el nivel de actividad física.
La diabetes gestacional es un tipo de diabetes muy parecida a la diabetes tipo 2, pero que afecta a mujeres embarazadas que no padecen esta patología. El embarazo supone un gran esfuerzo metabólico para el cuerpo de la madre, lo que en ocasiones puede conllevar a que este genere cierta resistencia a la insulina. Como resultado, el páncreas tiene que producir más insulina para lograr que la glucosa penetre al interior de las células y se reduzca su acumulación en la sangre y, en ocasiones, este órgano es incapaz de secretar la suficiente cantidad de hormona, por lo que se eleva la glucemia.
Los niveles elevados de glucosa en la sangre de la madre se transmiten a través de la placenta a la sangre del feto, por lo que la hiperglucemia afecta a ambos y puede tener consecuencias para la salud tanto de la mujer gestante como del futuro bebé. El feto crecerá más de lo habitual debido a la superabundancia de nutrientes, por lo que su peso podrá superar los 4 kilogramos al nacer, lo que aparte de aumentar el riesgo de complicaciones durante el parto, aumenta su propio riesgo de padecer sobrepeso en edades posteriores.
La diabetes gestacional suele aparecer durante el segundo y tercer trimestres de la gestación y se diagnostica mediante un análisis de los niveles de glucosa en sangre. Lo habitual es que este tipo de diabetes remita tras el parto, aunque tanto la madre como el niño tendrán un mayor riesgo de desarrollar diabetes tipo 2 más adelante.
La diabetes tipo MODY es uno de los tipos menos comunes de diabetes y recibe esta denominación por sus siglas en inglés Maturity-Onset Diabetes of the Young. También es conocida como la diabetes del adulto de inicio juvenil.
A diferencia de la diabetes tipo 1 y tipo 2, cuyo origen se debe a múltiples genes y factores medioambientales, entre otros, la MODY se debe a una única mutación genética en el gen autosómico dominante, que produce una alteración en la capacidad de generación de insulina a través del páncreas. Los primeros síntomas de esta patología se manifiestan de forma general antes de los 25 años y no tienen ninguna relación con el estilo de vida, peso o grupo étnico de las personas.
La diabetes tipo LADA, también denominada diabetes autoinmune latente en adultos, es un tipo que no está clasificado. Se trata de una enfermedad autoinmune de origen genético por la que el sistema inmunológico de los pacientes ataca a las células que producen insulina en el páncreas de una forma paulatina, pero progresiva.
Los síntomas de la diabetes tipo LADA son similares a los que pueden tener las personas de diabetes tipo 1 o tipo 2 como son orinar de manera muy frecuente, sensación de sed constante, pérdida de peso y cansancio. No obstante, todos ellos aparecen de una forma mucho más lenta que con la diabetes tipo 1, pero más rápido que la diabetes tipo 2.
Las personas con diabetes LADA en ocasiones son diagnosticadas de forma errónea de diabetes tipo 2 debido a esta sintomatología y a la dificultad de diferenciarla con otro tipo de diabetes. Por lo general, se manifiesta en edades comprendidas entre los 30 y los 50 años.
Cada tipo tiene sus motivos
La diabetes se presenta de diversos tipos, y cada una de esas formas puede presentar diversas complicaciones, síntomas e incluso dispone de tratamientos diferentes. Del mismo modo, cada tipo de esta enfermedad también tiene unas causas diferentes.
En el caso de la diabetes tipo 1 la principial causa es la nula producción de insulina por parte del organismo que provoca unos niveles altos de glucosa en sangre. Esta nula producción es debida a una reacción del sistema inmune que, por alguna causa no descubierta aún, destruye las células que producen la insulina en el páncreas. De momento, las causas de esta nula producción de insulina no han sido determinadas, aunque se sabe que es debida a una combinación entre predisposición genética y factores ambientales. Por lo general, una persona con diabetes tipo 1 hereda una serie de factores de riesgo de sus padres (como pueden ser la raza blanca, el clima, los virus o la lactancia materna).
La diabetes tipo 2 -por su parte- es debida a una combinación de una serie de factores genéticos y metabólicos. Estos factores son los que intervienen en la insuficiente producción de insulina o en el mal funcionamiento de la misma que provoca el incremento de los niveles de azúcar en sangre, con el consiguiente riesgo de complicaciones. El riesgo de diabetes tipo 2 se ve aumentado cuando en la misma persona intervienen aspectos como la etnia, antecedentes familiares de diabetes, diabetes gestacional, la presencia de edad avanzada, exceso de peso u obesidad, una mala alimentación, la falta de ejercicio o el tabaquismo.
«Las personas que tengan relación con alguno de estos factores de riesgo deberán prestar atención a la posible presencia de diabetes tipo 2 ya que, si no reciben tratamiento, aumentan las posibilidades de complicaciones en otros órganos como los riñones o los ojos, así como de infarto cardíaco o cerebral. Por ello, será fundamental someterse a análisis de sangre periódicos que permitan evaluar los niveles de glucosa», recuerdan desde la FEDE.
En el caso de la diabetes gestacional, las hormonas producidas durante el embarazo pueden provocar que el cuerpo de la madre desarrolle resistencia a la insulina. Las mujeres cuyos páncreas no pueden generar suficiente insulina desarrollan diabetes. Tener exceso de peso u obesidad puede favorecer su aparición. Otros factores de riesgo son los antecedentes de diabetes, familiares o en embarazos anteriores. Padecer síndrome de ovario poliquístico también supone mayores probabilidades de desarrollarla.
Sed, orinar con frecuencia, hambre, fatiga...
Los síntomas iniciales de la diabetes pueden ser las primeras señales que alerten de poder padecer esta patología. El exceso de glucosa se elimina por la orina, por lo que se producirá un aumento de la cantidad de orina producida por los riñones (poliuria) y, por tanto, de la frecuencia de la necesidad de ir al baño. Esto, a su vez, supondrá una mayor necesidad de ingerir líquidos, por lo que la sensación de sed también aumentará mientras que la presencia de abundante azúcar en dicha orina favorecerá también la proliferación de bacterias en el tracto urinario, por lo que serán más frecuentes las infecciones de vejiga o riñones. También será habitual que se produzcan infecciones en la piel o las encías y que las heridas tarden más tiempo del normal en curarse.
Además, la falta de insulina o la resistencia a esta hormona desarrollada por los tejidos provoca que la glucosa no pueda entrar en las células, que se ven privadas de esta fuente de energía. Esto provoca que las personas con diabetes tengan signos de fatiga y más hambre de lo normal, a pesar de haber comido. Las personas con diabetes tipo 1 sin diagnosticar pueden incluso llegar a perder peso.
Los síntomas de la diabetes pueden variar en intensidad en diferentes personas y según la patología específica. La diabetes tipo 1 suele producir síntomas de forma rápida y clara tras el desarrollo de la respuesta autoinmune frente a las células productoras de insulina, por lo que su diagnóstico suele ser prácticamente inmediato tras el inicio de los síntomas. La diabetes tipo 2, en cambio, es mucho más gradual en su manifestación, por lo que puede suceder que transcurran varios años sin que se produzcan síntomas que induzcan a la alerta. En estos casos de diabetes sin síntomas claros, el diagnóstico se puede producir al realizar un análisis de sangre por otro motivo o como parte de un programa de cribado entre las personas con factores de riesgo.
En resumen, la diabetes puede manifestar los siguientes síntomas:
Poliuria, polidipsia y polifagia: el aumento de la necesidad de orinar, de ingerir líquidos y de comer más, característicos de la diabetes tipo 1, no son tan marcados en la diabetes tipo 2 y pueden pasar desapercibidos.
Cansancio: el mal aprovechamiento de la glucosa sanguínea produce una sensación de cansancio en las personas con diabetes tipo 2.
Infecciones: la mayor cantidad de glucosa en sangre y orina favorece la aparición recurrente de infecciones del tracto urinario y genitales, pero también en la piel, las encías o el aparato respiratorio.
Cortes y hematomas: el proceso de reparación de los tejidos afectados por cortes y heridas se ve afectado por el exceso de azúcar en la sangre, por lo que pueden tardar más en curarse.
Visión borrosa: la alta concentración de glucosa en circulación afecta al volumen del cristalino, como en la diabetes tipo 1, pero también puede tener efectos en la retina si la hiperglucemia permanece sin tratar durante periodos de tiempo prolongados, como resultado de una diabetes sin diagnosticar.
Hormigueo o entumecimiento en manos y pies: la hiperglucemia prolongada en el tiempo repercute en la circulación sanguínea y también en los nervios, por lo que ambas complicaciones pueden producir síntomas de pérdida de sensibilidad, hormigueo o entumecimiento en los pies o en las manos.
En el caso de la diabetes gestacional, los síntomas más comunes de la diabetes, como son el aumento de la frecuencia de la necesidad de orinar, del hambre o el cansancio, o no se producen o se confunden con facilidad con la situación normal debida al embarazo. Al diagnóstico de la diabetes gestacional se llega, por tanto, por la realización directa de una prueba específica en la segunda mitad del periodo de gestación.
Control de los niveles de glucosa en sangre
Ante la presencia de cualquier síntoma de diabetes, el paciente deberá acudir a su médico para realizar una prueba diagnóstica que confirme si padece esta patología. En caso afirmativo deberá comenzar un tratamiento adecuado destinado a mantener bajo control los niveles de glucosa en sangre. Las personas con diabetes tipo 1 comenzarán un tratamiento de administración de insulina y vigilancia de la cantidad de hidratos de carbono que ingieren. Las personas con diabetes tipo 2 normalmente comenzarán un tratamiento basado únicamente en el cambio de sus hábitos de vida: seguir una dieta saludable y realizar una mayor actividad física de manera regular. Sin embargo, también en ocasiones puede ser necesario que el médico prescriba algún tipo de medicamento antidiabético o, incluso, inyecciones de insulina para lograr reducir la hiperglucemia.
Las personas con diabetes podrán evitar la aparición de complicaciones si siguen unos adecuados cuidados de su condición y son adherentes al tratamiento. Evitar que se eleven los niveles de azúcar de manera frecuente o prolongada ayudará a evitar que la diabetes afecte al sistema circulatorio y aparezcan problemas renales, de visión o neurológicos. También es recomendable realizar exámenes periódicos para comprobar la evolución de la patología.
Lo que está en nuestra mano y lo que no
A pesar de que la diabetes se caracteriza por la incapacidad del organismo para controlar el exceso de glucosa en la sangre, las causas de ello son distintas según el tipo de diabetes y, mientras que unas son prevenibles, otras no lo son.
No es posible prevenir la diabetes tipo 1. Se desconocen las causas que provocan que el cuerpo desarrolle una respuesta autoinmune contra las células del páncreas que secretan la insulina, si bien se sabe que no es una enfermedad contagiosa ni provocada por un hipotético exceso de consumo de azúcares en la alimentación.
La diabetes tipo 2, por el contrario, puede prevenirse hasta cierto punto, ya que buena parte de los factores de riesgo asociados con la aparición de la enfermedad están relacionados con hábitos de vida modificables, tales como, por ejemplo, el exceso de peso, el sedentarismo o el consumo de tabaco. Por ello, realizar los cambios adecuados en el estilo de vida puede reducir significativamente el riesgo. Otros factores como la edad, los antecedentes familiares o padecer síndrome de ovario poliquístico no pueden evitarse.
Las personas tienen más probabilidad de padecer diabetes tipo 2 si cumplen una o varias de las siguientes características:
- Tener sobrepeso u obesidad.
- Llevar un estilo de vida sedentario, sin realizar apenas actividad física.
- Tener más de 45 años.
- Tener familiares cercanos con diabetes.
- Ser de origen étnico no europeo.
- Tener la tensión arterial alta.
- Tener elevados niveles de colesterol o triglicéridos en sangre.
- Tener antecedentes de diabetes gestacional.
- Padecer depresión.
- Tener síndrome de ovario poliquístico.
- Tener prediabetes.
El exceso de peso y el sedentarismo son también factores de riesgo para desarrollar diabetes gestacional, por lo que se recomienda a las mujeres embarazadas seguir una dieta saludable y llevar una vida activa, siempre dentro de sus posibilidades, para evitar una ganancia de peso excesiva y que su cuerpo genere resistencia a la insulina.
Tres tipos de prueba
El diagnóstico de la diabetes, ya sea tipo 1 o tipo 2, se alcanza al encontrar de manera consistente unos valores elevados al analizar los niveles de glucosa en sangre. Esta medición se realizará ante la sospecha, por parte del médico, de que la diabetes puede ser la causa de los síntomas que presenta la persona, cuando éstos se manifiestan, o como parte de programas de cribado ente las personas pertenecientes a los grupos de riesgo. Existen tres tipos de pruebas: Test de glucemia basal (consiste en un análisis de sangre en ayunas), prueba de tolerancia a la glucosa o curva de azúcar y medición de la hemoglobina glicosilada (HbA1c).
Una única medición, por lo general, no sirve para realizar un diagnóstico definitivo, salvo que además de los indicadores de glucemia el paciente presente otros síntomas característicos de la diabetes, por lo que es habitual que se repitan las pruebas o se analicen dos distintas para confirmar el diagnóstico. Además, podrá ser necesario realizar otras pruebas adicionales para determinar el tipo de diabetes.
Una persona con diabetes presentará unos niveles de glucosa en ayunas superiores a 126 mg/dl o a 200 mg/dl después de una prueba de tolerancia oral y su porcentaje de HbA1c será superior al 6,5%.
La importancia de no bajar la guardia
El tratamiento y cuidado de la diabetes tiene por objetivo tener bajo control los niveles de glucosa en la sangre. Para ello, una vez diagnosticada la diabetes, es necesario seguir un control adecuado de la patología, sobre todo en lo relativo al tratamiento farmacológico; la ingesta de hidratos de carbono, para evitar que un consumo excesivo de azúcares eleve la glucemia por encima de los umbrales saludables; y llevar un estilo de vida activo, realizando ejercicio físico.
Las personas con diabetes tipo 1 necesitan suministrar la insulina que su cuerpo no sintetiza, la cual se debe administrar mediante inyección por vía subcutánea. Algunas personas que han sido diagnosticadas con diabetes tipo 2 también necesitarán inyecciones de insulina, pero lo más habitual es que antes de llegar a ese punto les sean pautados otro tipo de medicamentos que ayuden a su organismo a controlar los niveles de glucosa y que se conocen bajo el nombre de antidiabéticos orales (ADO).
La metformina es un medicamento oral, del tipo biguanida, cuya función es reducir la glucemia mediante la inhibición de la síntesis de glucosa (gluconeogénesis) en el hígado. Este efecto hipoglucemiante suele ser suficiente para tratar a la mayoría de pacientes con diabetes tipo 2, aunque es posible combinarlo con la administración de otras pastillas que estimulen la producción de insulina en el páncreas. Entre estos medicamentos, conocidos como secretagogos, se incluyen las sulfonilureas y las meglitinidas, que suelen tomarse junto a las comidas.
La diabetes es una patología crónica. El tratamiento de la diabetes tipo 1, tanto en lo relativo a las inyecciones de insulina como al control nutricional, será de por vida.
Por su parte, el tratamiento de la diabetes tipo 2 variará conforme evolucione la patología. Un adecuado control de la ingesta de alimentos y una mayor actividad física pueden hacer aumentar la sensibilidad a la insulina, además de servir para mantener los niveles de azúcar en sangre dentro de un rango saludable durante un tiempo prolongado, aunque con el paso del tiempo, es muy posible que sean necesarios medicamentos orales o inyecciones de insulina.
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