El gran peligro del verano: la deshidratación

Nuestro cuerpo tiene una enorme cantidad de agua. Y en esta se encuentran diluidas multitud de sustancias. Si la cantidad de agua baja, la concentración de esas sustancias subirá. De forma que controlar la concentración de sustancias como el sodio es una magnífica idea para saber la cantidad de agua que necesitamos. Ese aumento de la concentración de sodio es controlado por el hipotálamo, que al detectarlo inicia una cascada de reacciones en las que intervienen multitud de hormonas y neuronas cerebrales que desencadenan el estímulo que conocemos como sed. Este es uno de los estímulos más potentes que se generan en nuestro cuerpo, algo normal sabiendo lo que hay en juego. El problema es que, como vemos, no es un sistema preventivo. Cuando tenemos sed, la deshidratación ya ha comenzado y nuestro cuerpo empieza a estar tensionado por la carestía de agua. De forma que es importante beber agua sin necesidad de que la sed aparezca. Esta recomendación adquiere especial importancia en bebés y personas mayores, ya que la sensación de sed se encuentra mermada y esperar a que aparezca puede ser muy perjudicial.

La deshidratación debuta con cansancio, debilidad y dolor de cabeza. Son síntomas que deben comenzar a preocuparnos. El déficit hídrico empieza a ser notable y seguramente apenas orinemos, y si lo hacemos, se trate de un líquido oscuro y denso. El cuerpo intenta sacar agua de donde sea y empieza a deshidratar las propias heces. Algo así no sale gratis y la consecuencia inicial es el estreñimiento, pero también hay una reintroducción de sustancias tóxicas y bacterias cuyo destino iba a ser la evacuación. Esto solo es el inicio. Los siguientes avisos que da nuestro cuerpo son mucho más serios: vómitos, aumento de la frecuencia respiratoria y cardiaca y, finalmente, disminución del estado de alerta. La detección de estos síntomas a tiempo sería de vital importancia para evitar lo peor. En los casos más graves se necesitará el ingreso hospitalario para poder suministrar, entre otros, suero por vía sanguínea.

Sin necesidad de llegar a ese extremo, debemos propiciar un espacio con menor temperatura y garantizar la correcta hidratación, por supuesto, con agua. Aunque si se trata de una deshidratación por exceso de sudoración como deportistas o trabajos físicos, sería interesante utilizar bebidas isotónicas especiales. O sueros preparados especiales para niños.

Sabemos que la alimentación puede ser un aliado inmejorable a la hora de conseguir el agua que necesitamos. De hecho, hay multitud de ellos que hidratan igual que un vaso de agua, como diferentes frutas y verduras, y otros incluso más, como la leche. Pero existen alimentos que hacen justo lo contrario y algunos son especialmente peligrosos porque muchas veces se utilizan para eliminar la sed:

• Refrescos azucarados: Una lata de refrescos azucarados tiene unos 35 gramos de azúcar. Cuando bebemos semejante cantidad de glucosa nuestro cuerpo se comporta de forma sospechosamente parecida a lo que pasa en las personas diabéticas. El conocido síndrome de las 3 P (polidipsia o sed excesiva, poliuria u orina excesiva y polifagia o aumento del hambre) ha sido estudiado y publicado en la American Journal of Physiology dando un serio aviso al peligro de este tipo de refrescos y su relación con la deshidratación.

• Bebidas alcohólicas: El alcohol inhibe la liberación de la vasopresina por parte del cerebro. Esta hormona le dice al riñón que retenga líquidos. La consecuencia es clara: un efecto diurético no buscado que nos deshidrata. Y sí, el mito de que la cerveza es un gran hidratante para los deportistas es eso, un mito.

• Diuréticos: El uso de diuréticos supone un peligro de primer orden. Existen determinados gurús de la alimentación (con 10 minutos de la ESO) que achacan el sobrepeso a la retención de líquidos. Esto simplemente es mentira. Dicha retención solo se da en casos muy concretos y debe ser diagnosticada médicamente. La utilización de estos diuréticos sin supervisión médica puede ser un desastre mayúsculo. Por lo pronto no pierdes grasa sino agua, pero con ella también se van elementos como el potasio, magnesio o el sodio. Con consecuencias mucho más serias de lo que cabría pensar (bajadas de tensión, mareos, dolor de cabeza, calambres, arritmias…)

• Proteínas: Vivimos la época donde cualquier alimento que se precie debe estar enriquecida en proteínas. Su consumo es esencial para nuestro bienestar y en ocasiones está más que recomendado su incremento pero su metabolización requiere de más carga hídrica. Por lo que es fundamental que compensemos su ingesta con una mayor cantidad de agua.