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MIKEL CASAL
Así se libró el mundo de la cruel poliomielitis

Así se libró el mundo de la cruel poliomielitis

Unas mejores condiciones higiénicas primero y las vacunas después consiguieron librar al mundo de las consecuencias de esta enfermedad

mauricio-josé schwarz

Domingo, 23 de octubre 2022, 00:32

En 1959, más de 1.200 personas en Estados Unidos vivían en enormes 'pulmones de acero'. La infección de la poliomielitis en sus tallos cerebrales les impedía tragar y respirar, y estos primitivos ventiladores, utilizados por primera vez en 1928, los mantenían con vida.

El pulmón de acero es un cilindro horizontal donde se introduce completo al paciente, salvo la cabeza y el cuello. En su interior, unas bombas reducen la presión forzando a que el tórax del paciente se expanda y haga una inspiración. A continuación, vuelven a aumentar la presión y el tórax se contrae, exhalando.

Durante el brote de poliomielitis de las décadas de 1940 y 1950, llegó a haber salas completas de pulmones de acero con cientos de pacientes. Muchos se recuperaban después de unas semanas y podían salir del dispositivo, con más o menos secuelas. Otros permanecieron en él durante décadas, incluso hasta hoy.

Un pulmón dde acero, dentro del cual tenía que vivir el paciente.

La poliomielitis, sin embargo, ha sido una compañera de los seres humanos desde que hay registros históricos. Se cree que personajes como el emperador romano Claudio fueron sus víctimas, y hay un grabado egipcio que muestra a un sacerdote con bastón y una pierna atrofiada y deforme, característica de la enfermedad.

Sin embargo, las descripciones y definiciones del pasado no nos pueden decir con certeza si se refieren a la poliomielitis o a otras afecciones, algo que es común a muchos de los diagnósticos que los especialistas intentan con lo que relatan los documentos del pasado. Además, los casos de poliomielitis, o que suponemos que lo eran, no se daban en epidemias y brotes generalizados, sino como casos aislados.

La poliomielitis no se convirtió en una enfermedad epidémica hasta mediados del siglo XIX, a partir de la aparición de 14 casos en Noruega en 1868 y de 13 en el norte de Suecia en 1881, a las que seguiría un brote con 132 casos reconocidos en Vermont, EE.UU. en 1894, y otros en Suecia, uno de 1.031 casos en 1905 y otro, mucho más preocupante, de 3.840 en 1911.

Un terror cada verano

¿Por qué se daban estas epidemias, que siguieron creciendo hasta 1950, en los países industrializados como Europa y Estados Unidos, llegando a constituir un terror cada verano, cuando se sucedían los brotes? Una hipótesis bastante sólida es que en el pasado más gente se veía expuesta a la infección de la polio a edades muy tempranas, incluso como bebés, dadas las condiciones poco higiénicas existentes, y precisamente por su edad tenían menos riesgo de sufrir las parálisis que afectan a quienes la sufren a edades más avanzadas. Serían paradójicamente las mejoras en la higiene las que aislaron a grandes poblaciones de la posibilidad de contacto con el virus. Cuando estas poblaciones fueron lo suficientemente grandes para facilitar el contagio, se desataron las epidemias. Algo que nadie habría podido prever.

En 1789, el británico Michael Underwood, especializado en enfermedades infantiles, hizo la descripción clínica de la poliomielitis, y en 1840, el médico alemán Jacob Von Heine realizó la primera investigación sistemática sobre la poliomielitis, conocida también como parálisis infantil pues atacaba principalmente a niños menores de 5 años, sugiriendo que podría ser una enfermedad contagiosa. Hay que tener presente que, hasta ese momento y varias décadas después, no se conocía la existencia de los gérmenes patógenos, algo que tuvo que esperar a la llegada de la teoría de Louis Pasteur y Robert Koch.

En 1908, el inmunólogo Karl Landsteiner, quien ganaría el premio Nobel en 1930 por el descubrimiento de los tipos sanguíneos A, B y 0, encabezó al equipo que descubrió el virus de la poliomielitis, y en 1930 los investigadores australianos Frank Macfarlane Burnet y Jean Macnamara identificaron los 3 distintos serotipos o variantes del virus.

En busca de la vacuna

Estos conocimientos fueron fundamentales para que, a raíz de la epidemia de la década de 1950 en los Estados Unidos, los trabajos para obtener una vacuna salvadora se multiplicaran, sobre todo dado el aumento de casos de parálisis, que son los menos frecuentes en la enfermedad aunque no por ello menos graves. La infección de la poliomielitis es totalmente asintomática en el 72% de los casos de personas con un sistema inmune normal. En el 24%, los síntomas son menores, como dolor de garganta y fiebre que pasan en poco tiempo y dan como resultado una recuperación completa. Para detectarlos es necesario hacer un estudio de anticuerpos, pero en todos ellos son capaces de contagiar la enfermedad a otras personas.

En estos casos, el virus no llega al sistema nervioso central, donde causa sus peores estragos. Cuando lo alcanza, entre el 1 y el 5% de los casos provoca una meningitis aséptica temporal, pero en un porcentaje de entre 0,1 y 0,5% puede infectar la médula espinal, provocando parálisis de una o ambas extremidades, y en casos límite afectando el tallo cerebral y provocando parálisis respiratoria. Un minúsculo pero porcentaje de pacientes sufre ambas variantes.

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La salvación ante las crecientes epidemias que pronto desbordarían los espacios de las naciones industrializadas fueron las vacunas. La primera fue creada por Jonas Salk en 1955, que usa virus muertos o inactivados para provocar la reacción de defensa del organismo. Con dos dosis de esta vacuna inyectable, el 90% de los que la reciben desarrollan protección contra los tres serotipos del virus. Con tres dosis, la inmunidad alcanza al 99% de los vacunados.

La segunda es la vacuna de Albert Sabin, con virus atenuados, introducida en 1958. Una sola dosis tomada en forma de una gota por la boca, produce la inmunidad en un 50% de quienes la reciben, y con tres dosis el 95% alcanza la inmunidad. Esta vacuna es la más utilizada por ser barata y fácil de administrar y conservar, pese a que puede, en casos muy infrecuentes (1 en cada 750.000 personas vacunadas), provocar a su vez casos de polio.

Salk el benefactor

La Fundación Nacional para la Parálisis Infantil, que financió la investigación de Jonas Salk, y la Universidad de Pittsburgh donde se realizó, decidieron no patentar la vacuna, lo cual al parecer iba de acuerdo con las ideas del estudioso, quien después declararía: «No hay patente. ¿Podría usted patentar el sol?».

Gracias a las vacunas y las campañas emprendidas en todo el mundo, la poliomielitis se ha ido erradicando, y en 2021 hubo sólo 6 casos confirmados en tres países. Pero la guerra aún no se ha ganado. En fechas recientes, la enfermedad ha reaparecido de modo proporcional a los preocupantes movimientos antivacunas, detectándose por igual en el agua de Londres que en un caso en Nueva York. Sin un renovado impulso a la inmunización, volveremos a ver salas enteras de pacientes con respiradores, aunque más modernos que los aparatosos pulmones de acero.

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