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Estudios científicos y efecto placebo

Estudios científicos y efecto placebo

Millones de personas siguen valiéndose de sus propias creencias como único elemento curativo

Javier Morallón

Profesor de Biología y experto en Tecnología Alimentaria

Sábado, 6 de mayo 2023, 18:14

En la Edad Media se consideraba que el apogeo del pensamiento humano se había alcanzado en la edad de oro de la antigüedad clásica. En el ámbito sanitario, las enseñanzas del filósofo griego Aristóteles y del médico romano de gladiadores Galeno se asumían como el sumun del conocimiento. En consecuencia, no se podían cuestionar. Daba igual que ni Aristóteles ni Galeno hubieran demostrado ninguna de las teorías que defendían, la cuestión empírica simplemente no se contemplaba demasiado. Esto propició que teorías tan peregrinas como la de los humores se mantuvieran en el tiempo lastrando enormemente el avance del conocimiento científico.

Esta teoría afirmaba que la composición y funcionamiento del cuerpo humano se basaba en la interacción entre los supuestos cuatro humores básicos: flema, sangre, bilis negra y bilis amarilla. La enfermedad no era otra cosa que un desequilibrio de estos líquidos. Los médicos y cirujanos tenían pocas opciones más allá de la sangría para restablecer dicho equilibrio, una práctica que se mantuvo como un elemento básico de la técnica médica hasta el siglo XIX. Llama la atención que extraer sangre y provocarle una anemia a un paciente enfermo pudiera perpetuarse de forma tan prolongada en el tiempo. Cabe preguntarse si existía algún tipo de beneficio que no somos capaces de ver a simple vista.

Efecto placebo

La biología humana es complicadísima y solo estamos empezando a entender sus interacciones. Una de las más llamativas es la que emana del propio entendimiento: ¿qué importancia tiene aquello que cobija nuestra convicción aunque esté alejado de la realidad?

La sangría era, sin duda, un desastre para el enfermo desde cualquier punto de vista fisiológico, sin embargo, se utilizó durante cientos de años. Así que cabe preguntarse si generaba algún tipo de beneficio que se nos escapa a simple vista. La propia convicción del paciente en el tratamiento debió de ejercer algún efecto terapéutico, efecto que se incrementaba si la persona que administraba el tratamiento compartía dicha fe y lo acompañaba de la liturgia adecuada.

Afortunadamente, la sangría dejo de utilizarse hace muchos años, pero millones de personas siguen valiéndose de sus propias creencias como único elemento curativo. La homeopatía o gran parte de medicina tradicional China no son otra cosa que patrañas sin la más mínima evidencia, pero eso no evita su utilización masiva por parte de enormes sectores de la población mundial.

El efecto placebo no es cosa del pasado ni de técnicas pretéritas utilizadas por charlatanes. Es algo muy cercano a la ciencia actual y que debe ser tenido en cuenta. Sin ir más lejos, el astronauta Alan Shepard fue separado de las misiones Apolo por unos problemas graves de pérdida de equilibrio. Era lógico que le quitaran la licencia de vuelo, al que tenía que aterrizar el módulo lunar, si no era capaz de sostenerse él mismo en pie. El otorrino William House le operó y volvió a ser considerado apto. De hecho, protagonizó el, considerado, mejor alunizaje de la historia en la misión Apolo 14. Lo curioso es que posteriormente se demostró que la intervención a la que había sido sometido Shepard no suponía mejora alguna y este cambio solo se podía justificar por el efecto placebo.

Estudios científicos

Afortunadamente, el método científico se impuso. Hoy en día es imprescindible la demostración de aquello que se afirma y que esas pruebas que abalan determinadas sentencias sean reproducibles por otros equipos de investigación. Nada es intocable y todo es refutable por un nivel de evidencia mayor. Y aquí está la clave: ¿qué nivel de evidencia tienen los diferentes estudios? Pues en eso estamos los que nos dedicamos a la divulgación científica.

«Correlación no implica causalidad». Esto es un verdadero problema porque las investigaciones a las que aluden muchas afirmaciones no son otra cosa que estudios observacionales de baja solidez. Estos estudios observacionales han establecido algunas afirmaciones espectaculares como que el hecho de desayunar mejoraba un 30% el rendimiento académico. Pero también han tirado por tierra alimentos como el huevo o el café. Hoy sabemos que esas afirmaciones no eran ciertas gracias a nuevas certezas mejor contrastadas.

¿Cómo mejoramos la reputación de los estudios científicos? Pues demostrando las relaciones de causalidad; con estudios clínicos controlados y ensayos controlados y aleatorizados, por ejemplo.

También podemos utilizar animales de laboratorio y trasladar estos resultados a la población humana. Pero, claro, la biología de una rata de laboratorio no es igual a la de un humano por mucho que seamos dos especies dentro del grupo de los mamíferos. Esto ha llevado a, por ejemplo, sorprendentes afirmaciones sobre los efectos del resveratrol en roedores que convenientemente manipulado por algún medio de comunicación carente de rigor se trasladó a la opinión pública con el alegre titular de «Una copa de vino equivale a una hora de gimnasio».

Recordemos que tenemos también danzando a nuestro amigo placebo. De forma que la experimentación lo deberá tener en cuenta con ensayos ciegos y dobles ciegos. Ya puestos, miremos también quién financia todo aquello vaya que tengamos detrás a alguna poderosa corporación industrial que quiera condicionar los resultados. Si una potente marca o una asociación de productores de un alimento, por ejemplo, pagan por un determinado estudio. Sus conclusiones, como mínimo, deben ser puestas en cuarentena.

Y por fin llegamos al metaanálisis o estudio de estudios. Este tipo de investigaciones se desarrollan analizando todas las publicaciones rigurosas sobre un tema concreto y estudiando estadísticamente las conclusiones a las que han llegado. Si estas coinciden de forma mayoritaria podemos estar ante una evidencia verdaderamente sólida. Pero incluso dichas certezas, aparentemente lapidarias, pueden ser desterradas si surgen nuevos datos con la suficiente notoriedad.

Sí, ya se. Existe mucho terreno para la manipulación en la cosa científica. Pero, aun así, se trata del mejor mecanismo de certificación de la realidad que ha conocido la humanidad.

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