Profesor de Biología y experto en Tecnología Alimentaria
Domingo, 2 de julio 2023, 16:27
La crisis de la Covid 19 nos trajo una infinidad de sinsabores y algún concepto nuevo del que apenas teníamos conocimiento. Después de las vacunas, la vitamina D se convirtió en la gran esperanza del confuso ciudadano medio. Se redescubrieron sus interesantes cualidades de apoyo ... a nuestro sistema inmune y algún estudió avaló que su alto nivel en sangre se relacionaba con una menor incidencia de la temida enfermedad. Esto desató una fiebre por su obtención, así que era necesario saber de dónde venía. La sorpresa saltó cuando nos recordaron una peculiaridad que se conoce desde hace tiempo: el 90% se sintetiza mediante la exposición solar, algo que fue todo un fastidio porque en medio del confinamiento el tiempo de insolación dependía de la ubicación de tu vivienda y algunos teníamos que realizar juegos de geometría para garantizar diez minutos de exposición solar diaria.
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La vitamina D estaba de moda y esto siguió más allá de la crisis sanitaria. Resulta que su detección y control era algo residual en las analíticas. Tampoco había sido objeto de estudio de forma especialmente entusiasta... pero todo eso ha cambiado.
Su papel como regulador de calcio y fósforo era ampliamente conocido, ya que esto se relacionaba directamente con el crecimiento y mantenimiento de huesos, dientes y músculos. Es decir, nuestra salud ósea y muscular dependen, en gran medida, del metabolismo de la vitamina D.
Hasta aquí nada nuevo. Pero son las funciones extraesqueléticas (más allá de músculos y huesos) las que atraen todas las miradas en estos momentos. Función inmune y respuesta inflamatoria. Regulación de la proliferación, la diferenciación y la apoptosis (suicidio celular) de las células. Autoinmunidad, cáncer, enfermedad cardiovascular y diabetes. Sólo en los últimos meses se han publicado artículos científicos que investigan el papel de la vitamina D en la esclerosis múltiple, la demencia, el asma, el cáncer de piel por melanoma y muchas otras enfermedades.
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Pero lo realmente llamativo es que se han descubierto genes receptores de la vitamina D en determinados tipos celulares como los linfocitos o las neuronas. Esto es un claro indicativo de que esta vitamina-hormona es más de lo que parece y desde luego cumple funciones que todavía no terminamos de entender. Cobayas a las que se les eliminaron estos receptores específicos no tardaron en sufrir consecuencias no menores: las glándulas mamarias se volvieron más propensas al cáncer de mama; el músculo cardiaco, a la hipertrofia; la próstata, a la hiperplasia; y el hígado, a engordar.
Como siempre que se descubren una panoplia de propiedades en torno a un alimento o sustancia, es bueno cuestionarse si esto es realmente así o son otros elementos los que están entrando en juego. Habrá que distinguir si las conclusiones se deben a estudios observacionales o causacionales o, incluso, en este caso, a causalidad inversa.
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Esta última resulta especialmente interesante ya que muchas enfermedades obligan al convaleciente a permanecer ingresado o en casa, lo que provoca una baja insolación y, en consecuencia, una baja producción de vitamina D. El resultado es que podemos llegar a confundir el verdadero origen de la enfermedad cuando esta, realmente, sólo es una consecuencia.
Sabemos que nuestra principal fuente para la obtención de esta vitamina es el sol. En consecuencia, sería lógico pensar que los países mediterráneos podemos sacar músculo con nuestras analíticas. Especialmente España con 2500 horas de sol anuales de media.
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Pues un estudio reciente publicado en 'Nature' ha tirado por tierra este apriorismo. Gran parte de la población española vive con déficits notables de vitamina D y estos déficits son más sustanciales que los existentes en países del norte de Europa.
Se están analizando las causas, pero recuerda a un claro caso de «en casa de herrero…». Parece ser que los españoles evitamos las horas con mayor insolación y hemos hecho de las cremas con filtro solar una segunda piel. Esto no estaría mal e indica un importante grado de concienciación con respecto al cáncer. Pero igual se nos ha ido la mano. También señala que las otras dos patas que sostienen los aportes de esta sustancia no son especialmente bien trabajados en la tierra patria.
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Por un lado la dieta: el pescado azul, la leche o las setas no tienen un peso notable en ella. Y por otro, la suplementación: países del norte de Europa, especialmente los nórdicos, se han tomado muy en serio los posibles déficits y programan campañas periódicas de suplementación para la población.
Está claro que las implicaciones de la vitamina D en la salud son muy superiores a las que se conocían y estas ya resultaban esenciales. Lo de vivir en el país más soleado de Europa nos había dado una falsa sensación de protección que ha resultado ser equívoca, entre otras cosas porque solo un 10% de la población analizaba su contenido. Esta no era una sustancia a investigar en los análisis que se pedían en atención primaria. Esto está cambiando y son ya muchos los grupos de población que empiezan a interesarse como adultos con dolores musculares o mujeres que buscan quedarse embarazadas.
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