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Metidos en pleno septiembre es el momento de encarar el nuevo curso. El 1 de enero está sobrevalorado y es ahora cuando se acometen los grandes proyectos transformadores y el más que necesario borrado de archivos. Para nuestra salud poco marcos temporales más importantes que ... este para chequearnos y ver donde estamos.
Este autodiagnóstico seguro que examina el reciente verano o incluso recuerda la no tan lejana «operación bikini». La época estival empezó con especial motivación de hacer las cosas bien y luciendo palmito en playas y piscinas pero lo cierto es que la estación más calurosa del año tiene demasiadas tentaciones. Viajes, ferias, verbenas, olas de calor, chiringuitos… el resultado es que septiembre lo hemos empezado con algún kilo de más y más oxidados que de costumbre.
A veces concebimos nuestro cuerpo como una máquina que se desajusta y debe reequilibrarse para seguir con nuestra vida normal. Esta idea es peligrosa porque es el terreno abonado que aprovechan multitud de dietas para incrustarse en nuestro día a día con una fraudulenta piel de cordero. Sí, ya saben, he cometido excesos y ahora con una dieta restrictiva, detox, disociada, keto, de la piña, el hinojo, paleo, de la sandía… en unas semanas vida normal.
Sin paños calientes: no existen alimentos detox y las dietas restrictivas suelen ser un desastre.
Perder peso es muy fácil. Restricciones calóricas severas o eliminar, prácticamente, un grupo de macronutrientes (hidratos de carbono habitualmente) son atajos muy efectivos para conseguir una bajada en la báscula. Pero la clave aquí no es el efecto inmediato sino el tiempo que este se mantiene y por desgracia los estudios realizados lo tienen muy claro. Estudios como los del National Institute of Health donde se concluía que las dietas no funcionan o el meta análisis de la Universidad de California, donde afirmaban que hacer dietas es vaticinador de ganar peso en el 66% de los casos.
Unos días en el taller. Cambio de aceite, suspensión, mirar los filtros, llantas y como nuevo. Podemos volver a nuestra vida normal y aquí no ha pasado nada. Esto puede funcionar en un coche pero no en nuestro metabolismo.
Lo de ponerse a dieta es propio de los últimos 50 años, una broma en términos evolutivos. Tu cuerpo no va a distinguir entre una dieta y un periodo de escasez potencialmente mortal, por esa razón pasar hambre no es una buena estrategia porque es imposible controlar ese impulso. Da igual como se llame el gurú que te proponga una dieta donde pases hambre porque al final fallará, tarde o temprano el atracón aparecerá. Es como pensar que uno puede aguantar sin respirar, en el momento que nuestro cuerpo detecte que corre serio peligro cogerá las riendas y te obligará a tomar esa bocanada de aire. Con el hambre el proceso es parecido lo que pasa es que al ser más espaciado en el tiempo nos da una falsa sensación de control.
Así que lo de pasar hambre durará lo justo por lo que más pronto que tarde volverás a comer de forma parecida a como lo hacías antes pero con una novedad, tu cuerpo ya habrá activado los mecanismos de austeridad, en consecuencia, lo mismo que comías antes te hará engordar mucho más. ¿Te suena? Sí, efecto rebote.
El reseteo de septiembre es un momento inmejorable para dejar de poner parches y empezar a hacer las cosas bien de una vez por todas. La vida sana no admite trucos de prestidigitador ni engaños al solitario. Todo surge del convencimiento y la actitud positiva. La salud es el elemento esencial de nuestras vidas donde cimentar todo lo demás.
De modo que no nos referimos de ninguna chapuza sino de dar la bienvenida a una nueva vida llena de energía y salud donde la nutrición tiene un papel esencial y solo depende de nuestra fuerza de voluntad y determinación. Así que hablamos de reeducación alimentaria y de olvidar los círculos viciosos con sus conocidos actores: las dietas de dos-tres semanas, los consejos del vecino del 5º, los efectos rebote, las decepciones y el regreso a la casilla de salida.
Reeducación alimentaria que pasa, necesariamente, por el rigor científico y la atención personalizada de un buen especialista pero que debe tener presente unas cuantas normas básicas imprescindibles en nuestro día a día:
• Los cereales deben ser consumidos en su versión integral, asegurando un menor índice glucémico y una absorción más razonable.
• Comer frutas y verduras de temporada. Vivimos en la huerta de Europa y eso garantiza una increíble variedad de sabores con un contenido óptimo de fibra y vitaminas. Las famosas 5 raciones son un indicativo de la cantidad diaria mínima.
• El consumo de legumbres tiene que ser destacado. Hablamos de alimentos con alto contenido en proteínas, fibra, gran densidad de nutrientes y bajo contenido en grasa. Igualmente, su aporte de hidratos de carbono complejos contribuye a equilibrar el perfil calórico de la dieta.
• En el consumo proteico lo protagoniza el pescado azul por su excelente combinación de grasas sanas ricas en ácidos grasos omega 3 y proteínas de alto valor biológico. Las carnes blancas y magras también tienen su espacio pero con moderación.
• El aceite de oliva virgen extra es la mejor grasa que conocemos y somos la principal región productora a nivel mundial. Utilizar otro tipo de grasa para cocinar es un pecado de los gordos.
• Productos ultraprocesados y carnes rojas no están invitados a la fiesta. A los industrializados cargados de azúcar directamente ni les hablamos.
• Comer con moderación, una vida socialmente activa y deporte son también consustanciales a este modo de vida tan saludable.
• Conseguir nuestra mejor versión y alcanzar nuestro verdadero potencial es un trabajo multidisciplinar donde la alimentación es una asignatura troncal que no nos podemos permitir el lujo de suspender. Tratarla como una «maría» sin interés, tiene gravísimas consecuencias que afectan a nuestra más íntima esencia.
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