El Informe Especial sobre el Océano y la Criosfera en un Clima en Cambio (SROCC), presentado recientemente por el Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPPC) de la ONU, refleja una situación inquietante, con un aumento «acelerado» del nivel del mar. Los ... cambios, nos dicen los expertos, son irreversibles. La lucha se centra en limitar el aumento de la temperatura en la horquilla de los 1,5-2ºC, lo cual supone una verdadera tragedia para toda la biosfera planetaria pero al menos, se cree, no será la extinción masiva, humanos incluidos, que las proyecciones indican de darse un aumento mayor.
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A estas alturas, incluso los más escépticos con la realidad científica empiezan a sospechar que algo está pasando con el clima. Inevitablemente existirán negacionistas para los cuales la avalancha de datos y el consenso de la comunidad científica no signifiquen nada; estos 'outsiders' se van a desmarcar por pavorosa que resulte la evidencia. Una mezcla de transgresión, mentalidad conspiranoica, intereses creados o simple ignorancia que los hace converger hacia la sin razón más supina donde transitan de la mano de tierraplanistas o reptilianos.
El resto de la población, afortunadamente, siente la necesidad de hacer algo y el que más el que menos lleva tiempo reciclando o llevando sus propias bolsas al supermercado. Parece que se está generando, por fin, una verdadera conciencia social y realmente hay energía y actitud para cambiar las cosas, pero como decía un antiguo anuncio de neumáticos «la potencia sin control no sirve de nada». Hay gente que con razón argumentará que las medidas individuales no son suficientes y que deben ser los gobiernos quienes lideren acciones verdaderamente significativas. Cabría preguntarse: ¿qué cambio en mi estilo de vida podría suponer una mayor repercusión en positivo para con mi entorno?
El uso de la tierra para fines agrícolas, silvícolas y de otra índole supone el 23 % de las emisiones antropógenas de gases de efecto invernadero. Solo la ganadería es el segundo sector que más gases de efecto invernadero emite, aproximadamente el 18%, después del transporte (que representa un 22%). Esto nos hace pensar que lo que nos ponemos en el plato no le sale gratis a la naturaleza. Por ejemplo, obtener un kilo de carne de ternera, cerdo o pollo conlleva propagar 27, 4,8 y 3,5 kg de CO2, respectivamente. Algo a lo que habría que sumar el enorme desastre biológico que supone talar inmensas zonas del planeta para conseguir el espacio necesario en la cría ganadera y el desarrollo de sus pastos y forrajes. Así que si reciclas vidrio pero luego te comes una jugosa chuleta de ternera brasileña que ha pastado en terrenos de una antigua selva virgen, lo estás haciendo entre mal y muy mal.
El último estudio de The Lancet sobre cambio climático apunta a que los cambios están afectando a la población de una forma muy significativa, en especial a los niños. La temperatura global se ha incrementado 1 ºC aproximadamente, pero en latitudes superiores este aumento ha sido mayor de más de 3 ºC en zonas septentrionales de Canadá o Rusia. Esto ha supuesto un descenso en el rendimiento de la producción de productos básicos con la consecuente alza de su precio y desabastecimiento de las clases más empobrecidas. Como era de esperar, la afectación es mayor entre menores y lactantes.
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Dejando claro que sin la intervención decidida de los gobiernos es imposible reconducir la situación, sí se puede afirmar que la intervención individual puede ser más que significativa.
Vender tu coche y reordenar tu dieta pueden ser las dos acciones más contundentes que son susceptibles de implementarse en el plano personal. Con respecto a la segunda resulta que además se puede cuadrar el círculo. Un reciente estudio, el más ambicioso de este tipo, elaborado por la Academia Nacional de Ciencias de EEUU (PNAS) ha analizado los 15 alimentos de consumo más habitual en la población occidental midiendo su huella ecológica, es decir, el agua que se gasta, la superficie implicada, los productos químicos que se utilizan… los resultados encajan como un traje a medida con las recomendaciones de una dieta sana. La fruta, la verdura, la patata, el aceite de oliva, las legumbres, los frutos secos y los cereales tienen un mínimo impacto sobre el planeta. En el otro lado se situarían las carnes rojas y procesadas que desde cualquier punto de vista deben desestimarse en cualquier opción equilibrada.
Otro factor a tener en cuenta es que un tercio de toda la producción mundial de alimentos terminará desperdiciándose. Parece obvio que una cifra de semejante enjundia es del todo insostenible, el eslogan podría ser así en plan setentero «si usted puede permitírselo el planeta no», pero si además estos desperdicios tienen un alto contenido de proteínas animales el crimen es de los feos. Parece que urge una revisión de nuestro modelo de vida a todos los niveles y el de lo que nos ponemos en el plato no deberíamos demorarlo más.
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