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Los alimentos 'detox' no desintoxican tú cuerpo. Siento empezar el artículo con esta cruda declaración que desilusionará a muchos amigos de lo 'healthy' y cabreará a los que tengan un negocio de «smoothies». Detoxificar al cuerpo humano, de los cientos de sustancias químicas que pueden dañarlo, es una complicada labor que se lleva a cabo a través de una complejísima red de reacciones metabólica con dos escenarios principales, el hígado y los riñones. Querer convertir la humilde hoja verde de una espinaca en un avanzado laboratorio es tergiversar la realidad. Eso no quiere decir que no sea una buena idea comer espinacas, o no?.
Uno de los órganos que integra la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) es la Red de Intercambio de Riesgos Emergentes (EREN). Una red de alerta temprana sobre posibles peligros en la cadena alimentaria.
La forma y modos de alimentarnos van cambiando con los años. Son continuas la introducción de nuevos alimentos, hábitos y técnicas de preparación por lo que se hace necesario saber si está larvando un potencial problema envuelto en una, aparentemente, inofensiva pátina de esnobismo culinario.
Hace unos días la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) se hizo eco de uno de los últimos avisos de la EFSA. Resulta que algunos alimentos mal llamados 'detox' pudieran, además de faltar a su promesa principal, suponer un problema por algunos de sus componentes. Además también alertó sobre la incorporación, de forma habitual, de determinados productos procedentes de otras culturas.
El aloe vera es un viejo conocido del que se han sacado cientos de propiedades que podían solucionar las más variopintas necesidades. Una de sus últimas aplicaciones es la de consumirlo directamente triturado en zumos obteniendo una supuesta mejora del tránsito intestinal. La sustancia que protagonizaría esta mejora fisiológica es la aloína, pero lo cierto es que se sabe muy poco de este compuesto. Desconocemos las cantidades admisibles diariamente y de lo que si se ha advertido es de sus posibles efectos tóxicos al consumirla en exceso.
Si algo es común en casi todos los 'smoothies detox' es la presencia de de verduras de hoja verde, de hecho, el vistoso color clorofílico, una vez preparado, parece ser el principal reclamo para que el común de los mortales se adhiera a la fe en sus propiedades detoxificantes. Pero algunos de los causantes del color verde como son las espinacas o la col rizada suelen albergar, en crudo, contenidos de ácido oxálico nada recomendables ya que un solo vaso superaría el consumo diario aconsejado y podría producir problemas de cálculos renales o interferir en la absorción de otros minerales como el potasio o el hierro
Los concentrados de té verde también están bajo sospecha. Las propiedades antioxidantes de esta infusión son ampliamente conocidas, así como los compuestos que las protagoniza las catequinas, pero cuando se concentran en cantidades superiores a los 800 miligramos diarios pueden producir daños hepáticos.
Es cierto que en un mundo globalizado el contacto entra las poblaciones es casi total. Hoy en día es complicado encontrar un reducto humano realmente aislado pero lo cierto es que esto no ha sido la norma durante los miles de años que ha durado el proceso de hominización.
Los diferentes núcleos de población han permanecido, en muchos casos, sin contacto durante miles de años y, por lo tanto, muchas de sus costumbres culinarias también eran distintas. Algo que permite explicar porque individuos de diferentes países no reaccionan de la misma forma ante los mismos alimentos o medicamentos (recordemos los recientes problemas del nolotil con la población del norte de Europa).
Las setas shiitake o las algas son de consumo habitual en Japón, cultura que percibimos como sinónimo de prácticas saludables dignas de ser imitadas. Pero lo cierto es que, es posible, que el metabolismo de los occidentales no esté preparado para gestionar de forma eficiente azucares como el lentinano que aparece en dichos hongos o un exceso en el consumo de yodo proporcionado por las algas. La aparición de determinadas dermatitis asociadas a su consumo ha puesto en alerta a la propia EFSA.
Que algo tenga apariencia de sano no quiere decir que lo sea. Que las modas glorifiquen una determinada forma de comer no indica que sea la mejor opción y que de forma gratuita se otorguen multitud de milagrosas cualidades a nuevos productos, por muy exótica que sea su procedencia, no garantizan que realmente los posean. Una vez más el mejor consejo es huir de las luces de neón y cobijarnos en la realidad científica que emana de los estudios contrastados.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Ignacio Lillo | Málaga
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