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Iban Onandia
Lunes, 18 de abril 2016, 20:51
Los cambios familiares, básicamente en el propio entorno del niño, hacen que algunas veces éste no se sienta del todo a gusto o que manifieste conductas que nunca antes había tenido. Así, un niño que hasta entonces venía siendo el centro de atención natural del hogar y la familia, ve que de repente tiene que compartir afectos, atención, etc, con un cachorro que, además, requiere muchos cuidados como en su caso.
Por ello, en estos casos se recomienda que la introducción del nuevo miembro en la familia sea progresiva, haciendo de forma previa el trabajo de hablarle al niño de los beneficios que tiene e incluso haciéndole sentir orgulloso de la llegada de este perrito mediante su propia ayuda en el cuidado del animal. Además, se ha de intentar vigilar y gestionar los tiempos y afectos dedicados a ambos con el fin de que el niño no se sienta "abandonado" y no identifique al perro como un intruso.
Los perros suelen ser un elemento con el que los niños disfrutan mucho y con quienes terminan compartiendo muchos momentos de juego, afecto, etc. Pero para que esto sea posible han de desplegarse medidas previas, además de analizar la situación de cara a no generar situaciones incómodas como las que se describen.
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