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Profesor de Biología y experto en Tecnología Alimentaria
Lunes, 24 de junio 2024, 00:28
En lo de meter la pata siempre hubo niveles. El campo de la nutrición se ha mostrado un terreno de juego perfecto para poder realizar verdaderas chapuzas. Esto de las chapuzas puede tener su gracia si estas son reconocibles por todo el mundo y generan mofa y escarnio público; solo hay que ver alguna rotonda de la geografía hispánica. Pero el tema es mucho más perverso si el desaguisado solo es apreciable por expertos en el tema y sus consecuencias solo son valorables en el medio y largo plazo.
A este escenario le podemos añadir la intencionalidad económica para embarrarlo todavía más. De forma que sobran desaprensivos, con 10 minutos de la ESO, que no se cortan en recomendar según que dieta con fines cuasi milagrosos.
Perder peso es muy fácil. Seguramente muchas de esas dietas milagro o el último recorte de la revista del corazón que guardaste, donde te prometían una bajada espectacular de peso en 15 días, puedan dar cierto resultado, pero la clave aquí no es el efecto inmediato, sino el tiempo que este se mantiene. Y, por desgracia, los estudios realizados lo tienen muy claro: trabajos como los del National Institute of Health concluyen que las dietas no funcionan y el meta análisis de la Universidad de California afirma que hacer dietas es vaticinador de ganar peso en el 66% de los casos.
De nada sirve bajar de peso si esta bajada no se realiza de forma sana y duradera. Adelgazar de forma equilibrada no tiene nada que ver con el simple hecho de que la báscula te dé un respiro momentáneo, porque este se puede deber a una pérdida de masa muscular o simplemente de agua, lo cual es un desastre para tu salud.
Una dieta concreta durante un determinado número de días solo está justificada, por ejemplo, de cara a una intervención quirúrgica o por un tratamiento concreto. De lo que deberíamos hablar es de intervenciones nutricionales, es decir, formas de actuar perdurables en el tiempo y que generen adherencia compatible con un buen estado nutricional. Tengámoslo claro si de adelgazar se trata, el objetivo es muy simple: perder grasa (que es lo que realmente nos sobra) y ganar músculo (que nos va a permitir una vida más activa, un metabolismo más alto y un sinfín de beneficios más como las famosas mioquinas).
Dieta Carpanta: He de reconocer que al menos esta no se esconde, ya que te dice con ese nombre que vas a pasar hambre. Se trata de la típica dieta de lechuga-pechuga donde se planifica una restricción calórica más o menos estricta prometiéndote unos resultados en kilos perdidos. Los problemas que plantea son múltiples (déficit nutricional, problemas digestivos, estado de ánimo…) y esos no son los principales. La pérdida de masa muscular está prácticamente asegurada y has encargado un más que seguro efecto rebote aunque, sin duda, lo más preocupante es que este tipo de actuaciones suponga la puerta de entrada para algún trastorno de la conducta alimentaria.
Dieta del alimento mágico: Es una Carpanta de toda la vida, pero para que no parezca tan triste le añaden un alimento totémico con atribuciones milagrosas. La piña, alcachofa, hinojo, cúrcuma… Suelen ser alimentos que no están mal, pero fundamentar una dieta en ellos es, simplemente, una absurdez y, desde luego, no tienen capa ni ven a través de las paredes.
Dieta del ultraprocesado mágico: Hablamos de los sustitutivos de comidas que suelen venir en forma de barrita o batido. Van acompañadas de un potente marketing por redes sociales y existen grandes corporaciones detrás de cada marca. Al final te están vendiendo un compendio de nutrientes a precio de oro que lo único que atesoran es una baja carga calórica y el balance justo de ingredientes para que no te caigas desplomado al suelo. Sobra decir que ninguna estrategia nutricional que no esté basada en alimentos reales tiene el más mínimo sentido ni puede funcionar. Esta tiene los mismos problemas que la Carpanta... pero encima te sale por un pico.
Dieta Detox: Aquí de lo que se trata es de eliminar impurezas. Detoxificarnos y de paso perder peso. Dos por uno. Todo un triunfo si no fuera porque lo de eliminar impurezas es algo muy serio y el cuerpo se lo cede a la piel, pulmones, riñones e hígado. Solo este último es capaz de 500 rutas metabólicas complejísimas algo que un smoothie con espinacas, brócoli, jengibre y lima no puede ni imaginar por muy verde que sea. Lo de asociar superpoderes al perejil, manzana verde o hinojo solo puede ser fruto de la ignorancia o de la intencionalidad económica.
Dieta Celebrity: Actores, cantantes, deportistas, famosetes… suelen exhibir alguna ocurrencia dietética que parece un verdadero descubrimiento. Lo primero que hay que decir es que muchas de estas aventuras nutricionales no son ciertas. Si una modelo o actriz luce estupendamente es porque se alimenta bien y realiza actividad física habitualmente. Una persona que necesita su físico para trabajar no suele hacer tonterías y menos en grado supino.
Esto no quiere decir que no existan pintorescas actuaciones por parte de según qué personaje. Dieta bebé de Lady Gaga o Jenifer Aniston, la dieta disociada de Kate Winslet o Kylie Minogue, dieta del metabolismo acelerado de Jennifer López, dieta del sirope de arce de Beyoncé… Sobra relatar que ninguna opción es recomendable y menos si no tienes un equipo de nutricionistas y entrenadores personales que controlan desde la primera caloría que ingieres a la última sentadilla que realizas.
Sé que existen muchos más nombres, pero estas cinco opciones engloban, prácticamente, todas las que no deberías recomendar ni a tu peor enemigo. Se trata barbaridades dietéticas con consecuencias a muchos niveles. Pero una destaca sobre las demás y es que suelen marcar el inicio de una relación insana con la comida que puede derivar en multitud de problemas. Que un recorte de prensa amarilla sea suficiente para alterar algo tan importante como qué ponemos en el plato es trágico y sintomático de una sociedad que no sabe distinguir lo importante de lo esencial.
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