–Cuando usted empezó a ejercer como psicólogo, ¿qué tipo de adicciones afligían a las personas con las que trabajaba?
–Estamos hablando de hace casi 30 años. Me tocó el final de la epidemia de la heroína en España. Adicciones vinculadas al consumo de drogas por problemas sociales muy graves.
–Si cada época trae sus adicciones, ahora aparece el móvil. ¿En qué momento del día lo mira por primera vez?
–Lo tengo desconectado por la noche y lo suelo consultar con el primer café.
–¿Y cuando el primer gesto del día es mirar el móvil, desde la misma cama, tenemos un problema?
–Depende del contexto. La cuestión es para qué lo miro y si realmente es necesario. Muchas veces hacemos este tipo de gestos de manera automática.
–El móvil es como una navaja suiza moderna. Lo tenemos todo a mano, desde un callejero hasta una aplicación para ligar.
–Entiendo que como herramienta cada aplicación puede ser útil. Pero al estar todas concentradas en un mismo dispositivo corremos el riesgo de perder el control con mucha facilidad. Te metes a mirar el whatsapp y terminas comprando algo. Así surge lo que denominamos como vagabundo digital.
–¿La adicción al móvil existe?
–Claramente. Y no desde ahora. Es algo que se ve desde hace mucho tiempo. Aunque hay varias teorías al respecto, yo considero que tenemos un problema muy importante.
–¿Qué similitudes hay entre una adicción a una sustancia, como puede ser el alcohol o la heroína, y la adicción a un dispositivo tecnológico?
–Con esto siempre hay mucha polémica porque los factores que llevan a la adicción son cambiantes. Pero para mí hay un patrón común y es cuando se produce una distorsión o una afectación clara a nuestro estilo de vida.
–¿Queremos cariño, aunque sea de manera digital?
–Queremos las cosas con cada vez más inmediatez. Las cosas offline cuestan más. Pero al ser un estímulo inmediato también es fugaz.
–¿Podemos fijar como adecuado un determinado espacio temporal para el uso del móvil?
–No es fácil. Va a depender del uso. No es tanto la cantidad como la integración del móvil en determinados espacios. Si yo estoy en una cena con amigos y solo estoy mirando el móvil, eso no tiene sentido. Sí recomiendo encarecidamente mantener un uso muy reducido en niños. A nivel de desarrollo neurológico o de agudeza visual, un uso abusivo puede ser muy perjudicial.
–¿Los móviles han acabado con el aburrimiento?
–Se ha sustituido por la inmediatez. No es que ya no haya aburrimiento, es que ya no hay ni sosiego. La calma está mal vista. La creatividad, sin embargo, necesita de aburrimiento.
–¿Qué pasa si el móvil se utiliza como niñera?
–A mí eso me parece grave. Una cosa es el uso de un dispositivo con un fin educativo y otra es este uso que vemos en muchas ocasiones. Hay que tutorizar a los niños en el uso del móvil y de las nuevas tecnologías.
–La diferencia entre tutorizar y controlar lo que hace mi hijo puede ser un fino grado, ¿no?
–Perdone, que un niño de 12 años pueda ver una contenido pornográfica no lo puede querer nadie. No llevarías a tu hijo a un prostíbulo ni a una sala de cine para ver una película violenta. Entonces tampoco le dejes el móvil, donde se ve eso y mucho más.
–¿Por qué nos incomoda salir de casa sin el móvil?
–Porque creemos que el móvil es como una especie de seguro de vida. Pensamos que nos vamos a estrellar con el coche o que nos vamos a perder. Antes no te planteabas estas cosas. La misma tranquilidad te la daba una cabina de teléfono.
–¿Hemos perdido la capacidad de concentrarnos en una cosa por culpa del estímulo continuo que proporciona un móvil?
–Totalmente. La capacidad de lectura y de prestar atención ha disminuido en los jóvenes. En una charla en un instituto repartí un texto para un posterior debate. El texto ocupaba un folio y a la mayoría les pareció muy largo.
–¿Cómo se le niega un móvil a un preadolescente cuando todos sus amigos lo tienen?
–Los padres somos responsables de nuestros hijos. Mínimo, hasta que sean mayores de edad o mientras que vivan con nosotros. En esto es muy importante la edad y el momento evolutivo. Es muy difícil que alguien de diez años necesite tener un móvil. Ojo, no para fines didácticos o incluso para hacer cosas del colegio. Hablo de un móvil con tarifa abierta y con acceso a todas las redes sociales. Si mi hijo se hace daño con un cuchillo o con un bote de lejía, el responsable soy yo.
–¿Cree que el móvil invade nuestras vidas?
–El móvil es muy invasivo. Es como tener al niño del vecino en tu casa pegando gritos. Eso es lo que es el móvil al final. Las notificaciones, los mensajes, los correos…
–¿Tenemos muchos seguidores pero nos sentimos más solos que nunca?
–Yo creo que hay bastante soledad. Si tengo mucha vida online y poca vida en la calle, ahí existe un claro desequilibrio y la pandemia lo ha agravado. Un chico o una chica con 16 años tiene que estar al aire libre, tiene que estar haciendo deporte, tiene que intentar ligar o hacer amigos nuevos.
–¿Cree que la vida sin móvil era mejor o esa idea es una oda a la glorificación del pasado?
–Con esas afirmaciones hay que tener cuidado. Eso de que cualquier tiempo anterior fue mejor es muy nostálgico. Pero no creo que se pueda decir que la vida sin móviles fue mejor. Igual que creo que no se puede decir que las cosas de antes eran todas malas. A mí, esos extremos me chirrían. Lo bueno de la tecnología es que podemos quitarla. Podemos buscar sitios en los que no hay cobertura. Si yo me voy un fin de semana de casa rural no quiero que me suene el móvil.