Un niño preparando la comida con su hermana

Diez consejos del pediatra para alimentar bien a tus hijos

¿Qué hago si mi pequeño no come? ¿Cuál es el tamaño ideal de las raciones? ¿Cómo introducir frutas y verduras en su dieta? Aquí algunas respuestas para padres con apuros en la mesa

Nieves Castro

Domingo, 5 de febrero 2017, 01:10

La alimentación de los menores no es un juego. Unas rutinas de comida adecuadas unidas a un estilo de vida saludable son la base para que en el futuro sean adultos sanos. La pediatra María Lourdes Roldán hace hincapié en la importancia de que los padres construyan hábitos de alimentación equilibrados durante los primeros años de vida de sus hijos. «De esta manera señala contribuirán al correcto crecimiento y desarrollo del niño y ayudarán a la prevención de enfermedades en la infancia y en la edad adulta». SUR.ES se ha colado en la consulta de esta especialista en Digestivo infantil del Hospital Quirónsalud Marbella con el propósito de elaborar un decálogo de consejos para alimentar bien a los más pequeños de la casa. Este es el resultado:

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1. Predicar con el ejemplo

Los hábitos alimentarios, como casi todo en la vida, se adquieren fundamentalmente en la casa. Los padres deben dar ejemplo siguiendo pautas saludables, lo que implica comer adecuadamente y realizar algún ejercicio. La especialista insiste: «los niños observan qué alimentos compramos y comemos, cómo cocinamos, nuestra forma de comer, y poco a poco se van habituando a nuestras costumbres».

2. Fuera televisión, móvil y videojuegos

A la hora de sentarse a la mesa Roldán aconseja comer despacio y hacerlo sin distracciones como la televisión, los videojuegos o el móvil. ¿El motivo? Se deja de prestar atención a la comida y a la propia familia, fomentando en ocasiones la ingesta excesiva.

Para esta especialista es importante cuidar los entornos. Es frecuente que los niños desayunen o almuercen en el comedor escolar, por lo que la pediatra recomienda que al menos una comida al día se haga en familia. Afirma que en torno a la mesa no sólo se favorece la comunicación, sino que los padres podrán observar el comportamiento alimentario de los menores.

Es partidaria de que la familia coma en la mesa, y que los niños permanezcan sentados por un tiempo razonable, incluso si deciden no comer, para que puedan observar cómo come su familia.

3. No saltarse comidas

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Los niños necesitan hacer cinco o seis comidas al día, repartiendo la ingesta entre el desayuno, la media mañana, el almuerzo, la merienda y la cena, e intentando un horario fijo de comidas. La pediatra subraya que nunca deben irse al colegio sin haber desayunado porque tendrán menos energía, lo que afectará a su rendimiento escolar.

4. El menú ideal

Un plato equilibrado debe contener una fuente de proteínas (carne, pescado, huevo o legumbres), hortalizas crudas o cocinadas (ensalada, pisto, menestra, espinacas) y carbohidratos (pan, patata, pasta).

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Roldán apuesta por el aceite de oliva para aderezar y cocinar los alimentos. Y sin duda, por el agua como la mejor bebida, en lugar de refrescos, bebidas azucaradas o zumos envasados, que contribuyen a la obesidad.

La fruta es el postre perfecto y desaconseja el consumo excesivo de postres lácteos, ricos en grasas saturadas y azúcares.

5. Cocinar sano, evitando en lo posible los fritos

Es mejor preparar los alimentos hervidos, a la plancha, crudos o al horno.

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6. Adecuar el tamaño de las raciones

Servir a los niños porciones más grandes de las recomendadas para su edad es un error. La pediatra advierte de que este hábito puede contribuir al sobrepeso. La cantidad ideal irá en relación con las necesidades energéticas del menor, en función, entre otras cosas, de la edad, el grado de actividad física, el momento concreto del crecimiento y el desarrollo o el apetito.

7. Ojo con el consumo de lácteos

Tomar un exceso de lácteos contribuye a tener una dieta monótona, favorece el estreñimiento y disminuye la absorción del hierro. Roldán explica que la leche es el único alimento que garantiza el óptimo crecimiento del bebé hasta los seis meses de vida y que, a partir de entonces, la dieta se diversifica y disminuye el consumo de leche. En los años siguientes serán suficientes unos 500 600 ml. de lácteos al día (incluyendo la leche, quesos, yogures) para cubrir las necesidades.

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8. Comer solo si tienen hambre

Los niños pequeños tienen la capacidad innata de ajustar el consumo de energía a sus necesidades. Los padres deben proporcionar alimentos sanos, variados y equilibrados, y los niños son los que deben decidir cuánto quieren comer.

Obligarlos a comer, presionándolos para que coman un alimento en concreto o a limpiar el plato, puede hacer que el niño sea menos sensible a las señales fisiológicas de hambre y saciedad y los padres contribuirán a que coma en exceso.

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¿Pero qué hacer si el menor rechaza un alimento concreto? La especialista invita a ofrecérselo en repetidas ocasiones o prepararlo de diferentes maneras. Por ejemplo, si rechaza el puré de calabacín puede prepararse en forma de tortilla, croquetas, calabacines rellenos o cocidos con otras verduras.

9. Armas para potenciar el consumo de frutas

Es fundamental el consumo de frutas y verduras, al menos 5 raciones al día. Si el pequeño las rechaza, podemos emplear algunas de las siguientes estrategias para favorecer su consumo: ponerlas siempre presentes y accesibles, dar ejemplo, participar en la selección y preparación, cortarlas pequeñas para que las pueda mojar, usar frutas y verduras para picar entre horas, añadirlas a bocadillos, pastas, sopas o guisos o cocinar con frutas y verduras

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No vale consumir frutas y verduras de cualquier manera. De las raciones diarias, no más de la mitad deben ser en forma de zumos, porque carecen de la fibra de la fruta entera y no tienen ninguna ventaja nutricional.

10. Evitar ciertos alimentos

Es raro que a un niño no le chiflen los productos de pastelería, la bollería industrial, las chucherías, los helados o los snacks salados, pero hay que vigilar su consumo porque tienen un alto contenido en grasas, sal y azúcares y escaso valor nutritivo. Son productos muy publicitados y baratos, por lo que se consumen en exceso, sustituyendo alimentos sanos que han de consumirse con regularidad.

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