INÉS GALLASTEGUI
Lunes, 27 de junio 2016, 00:27
La operación bikini es la piedra con la que, en esta época del año, tropiezan millones de personas en todo el mundo. Sobre todo mujeres, pero también hombres. Otra vez. Entre uno y tres meses de penalidades se demostrarán claramente insuficientes el primer día de playa, cuando esa diminuta prenda de lycra deje al descubierto, en toda su crudeza, los estragos de un invierno de excesos calóricos y sedentarismo militante. Al cabo de una semana paellas, cervezas y helados mediante, todos esos sacrificios de la primavera ya habrán demostrado ser por completo inútiles. Y hay muchas probabilidades de que en septiembre buena parte de la depresión posvacacional tenga que ver con la implacable sentencia de la báscula: no solo no habrán mantenido el peso que tanto les costó alcanzar antes del verano, sino que superarán con creces la cifra de partida.
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«La operación bikini engorda», sentencia Juan Revenga, dietista-nutricionista y autor del libro Adelgázame, miénteme. Y a continuación matiza: no es que una persona que se ponga a dieta con idea de perder unos kilos antes del verano esté condenada a engordar, sino que estadísticamente la mayor parte de la población que adopta esta costumbre terminará, a medio plazo, ganando el peso perdido y algo más.
¿Por qué? Revenga, que también es biólogo y profesor de Ciencias de la Salud en la Universidad San Jorge, asegura que el efecto rebote o yoyó tiene una explicación científica: en muchas dietas se pierde agua o masa muscular, por lo que la reducción de peso es ficticia. Y no hace falta tener vastos conocimientos para comprenderlo.«Como decía mi abuela, es pasar de la gran secada a la gran remojada: la restricción invita al exceso. La persona que hace dieta pasa unas semanas de mala leche quitándose de comer las cosas que le gustan y cuando cumple el objetivo o pasa el plazo que se había impuesto sale como un toro de toriles». No a matar, sino a comer y beber, claro.
«El mayor error de la operación bikini es que pretende acabar en poco tiempo con un problema de sobrepeso causado por unos hábitos de meses o años señala su colega Aitor Sánchez. Y si perdemos peso de forma rápida, con dietas mal diseñadas, con un gran déficit de energía y proteínas, es probable que no estemos perdiendo solo grasa, sino también masa muscular». Para evitarlo, recuerda el autor del blog Mi dieta cojea, es importante no solo seguir una dieta saludable, sino realizar ejercicio físico en paralelo.
La mayoría de los programas de adelgazamiento fracasan porque están diseñados para no durar. La clave del éxito, subrayan los expertos, es la «adherencia al cambio», o sea, ser capaces de transformar nuestro estilo de vida de forma duradera, introduciendo el deporte y desterrando el exceso de azúcar, harinas refinadas y grasas. «Excepto ideas disparatadas, como comer barro, vivir del aire o atiborrarse de beicon, cualquier cosa es mejor que los patrones de alimentación de la población despreocupada insiste Revenga. La peor de las dietas es mejor que ser unos zampabollos, chuparrefrescos y ávidos comedores de chocolate, pizza y helados».
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Pero, puestos a hacer dieta, es preferible ir a las mejores, las que están avaladas por la ciencia, y no a las que nos prometan resultados espectaculares o nos dicen lo que queremos oír, como que se puede adelgazar comiendo todo lo que queramos y sin movernos del sofá. «Las dietas milagro no están hechas para perder peso, sino para ganar dinero. Todas dicen que son rápidas, seguras, eficaces y placenteras ironiza Revenga. Lo que ponen encima de la mesa no es ciencia, es marketing». Y todas, recuerda, utilizan estrategias prohibidas en España, como difundir testimonios de supuestos casos de éxito, garantizar una determinada pérdida de peso o mostrar las típicas fotos de antes y después.
Con el ejercicio pasa otro tanto. «La operación bikini es una estrategia comercial. La gente acaba pagando un año de gimnasio para ir dos meses explica Jonatan Ruiz, investigador Ramón y Cajal en Ciencias del Deporte. El ejercicio no tiene efecto peluquería; son necesarios 3 o 4 meses con una dosis adecuada en frecuencia, tipo de actividad, duración e intensidad para que sean visibles las adaptaciones fisiológicas».
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Para Ruiz, doctor en Ciencias Médicas por el Karolinska Institutet de Estocolmo, «es posible ponerse en forma en relativamente poco tiempo, siempre que la persona esté en manos de un profesional con experiencia y conocimientos».
También hay atajos, como explica Carolina Roero, gerente del centro Body Global Training de Granada, en el que un equipo de especialistas en fitness, medicina deportiva y fisioterapia se conjura para que el cliente cumpla sus objetivos a través de la dieta, el ejercicio y, si es necesario, distintas terapias. El biotraje es uno de sus aliados: una sesión de 30 minutos de ejercicio activo con electroestimulación equivale a 3 o 4 horas de entrenamiento, ya que «magnifica y optimiza» el trabajo de los principales grupos musculares, que se mantienen activos durantelas siguientes 72 horas. No todo el mundo está preparado para enfundárselo y sus primeros efectos visibles en la tonificación y endurecimiento del cuerpo se producen, en el mejor de los casos, al cabo de un mes.
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La especialista advierte, sin embargo, que el hábito de hacer ejercicio hay que adquirirlo de por vida. «Hace poco vino una cliente y cuando estábamos preparando su programa de entrenamiento nos confesó que tenía la comunión de su hijo en dos semanas. ¿Y qué hago yo en dos semanas?», pensó Roero. Con disciplina se pueden perder 4 kilos en dos meses, pero si te sobran 20, tienes que plantearte un programa a más de un año vista. «No hay que quererse y cuidarse solo antes del verano y después de Navidad; hay que quererse y cuidarse todo el año», advierte la entrenadora.
14 centímetros... en total
La escritora y bloguera Rebeca Rus lo tiene clarísimo. «Este año me niego en rotundo a inmolarme comiendo cosas insípidas, sudando la gota gorda por el parque de mi barrio o invirtiendo mi hipoteca en tratamientos que en el fondo sólo me eliminan 14 centímetros de contorno... ¡en el conjunto de todo el cuerpo! Ya hice todo eso el año pasado y el anterior y el otro y el otro vamos, desde que tengo 17 años y lo único que conseguí fue llegar a la playa estresada, desganada, hecha una piltrafa y sin dinero en los bolsillos», escribe en su página Trendencias.
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«Quizá a los 20 años funciona, pero a partir de los 40, no. En un mes no consigues lo que no has conseguido en todo el año. Y si funciona, te pasas varias semanas sacrificándote y, cuando llegas a la playa, te tomas cinco cañas y ya está todo perdido», advierte Rus a este periódico. Ella aconseja hacer preparativos estas semanas previas a la playa, sí, pero para relajarse y desconectar.
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