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A sus 72 años y después de jubilarse hace dos como jefe del Servicio de Nefrología del Hospital Universitario Marqués de Valdecilla (Santander), Ángel Luis Martín de Francisco sigue muy unido a la medicina. Imparte ponencias científicas por todo el mundo y ha asesorado ... al ministro de Sanidad en esta pandemia. Quien fuera también presidente de la Sociedad Española de Nefrología (S.E.N.) le mueve el conocimiento, pero también la divulgación. Afirma que la información siempre da tranquilidad. Por eso, en su último artículo ('Interrogantes sobre la vacuna Covid-19 en diciembre 2020'), que publica la S.E.N. en la revista Nefrología al día, contesta a algunas de las cuestiones que más preocupan.
-¿Cómo de eficaz es la vacuna?
-Su eficacia es incuestionable por los datos presentados por los comités de vigilancia de los estudios a las empresas farmacéuticas. Las vacunas de Pfizer y Moderna alcanzan una eficacia de 94-95% en reducción de la infección, tanto en casos leves como graves y también en personas mayores de 65 años. La de Oxford algo menos, pero está pendiente de adecuación de dosis. Sabemos con seguridad que la inmunidad se extiende más allá de 3 meses después de la segunda dosis. El coronavirus, aunque muta (D614G), no lo hace tanto como el de la gripe que muta en días. Al no aumentar la resistencia a anticuerpos, no parece que la vacuna vaya a perder eficacia.
-¿Tienen que vacunarse quienes pasaron el Covid-19?
-También deberán ser vacunados, aunque no sean prioritarios, porque es difícil calcular su nivel de protección y pueden reinfectarse. Es posible que estén protegidos contra futuras infecciones independientemente de si tienen títulos de anticuerpos medibles o no. La disminución con el tiempo de la seroprevalencia de anticuerpos al SARS-CoV-2 no es inesperada ni alarmante. Para todas las enfermedades infecciosas, la disminución de los títulos de anticuerpos es normal y no necesariamente indican la pérdida de la inmunidad protectora a largo plazo.
-¿Es completamente segura?
-Es una pregunta importante porque el problema no es convencer a la gente a vacunarse sino aclarar la preocupación por la seguridad. Las evaluaciones sobre la eficacia y seguridad de la vacuna están hechas por grupos de personas totalmente independientes sin ninguna relación con la administración ni con compañías farmacéuticas. Estas personas son elegidas por su integridad ética y científica. Son científicos, inmunólogos, vacunólogos, virólogos, clínicos, estadísticos y de comités éticos. Ellos son los únicos que miran los datos y resultados. Cuando llegan a la conclusión que la vacuna es segura y eficaz, entonces presentan los datos a la compañía farmacéutica que traslada la información a la FDA (en USA) o la EMA (en Europa) para lo que llamamos Autorización de uso de emergencia. Los profesionales de carrera en esas instituciones, ningún político por supuesto, miran cuidadosamente los datos y toman una decisión de acuerdo con un grupo llamado Comité Asesor, otra vez un comité independiente llamado Comité para Vacunas y productos biológicos relacionados. Ellos trabajan con la FDA o EMA y se determina la recomendación si es positiva o no. El proceso es totalmente independiente, y muy transparente. Al final, todos los datos sobre los que se ha tomado una decisión se hacen públicos, se publican en revistas médicas de prestigio y para su publicación es necesario la opinión de cuatro o más expertos en el tema que dan o no su aprobación.
-¿Puede tener efectos secundarios desconocidos?
Todas las vacunas, como todos los medicamentos, pueden tener efectos secundarios, ya que generan una respuesta inmune. Los efectos secundarios adversos de las vacunas tienen tres periodos de presentación. Los inmediatos, que son locales con posible dolor y enrojecimiento de la zona, quizás 24 horas de fiebre, fatiga, escalofríos, dolor muscular y cefalea. Los efectos intermedios, quizás unos días más tarde, no se han visto desde hace años y tampoco con las vacunas Covid-19 reportadas. Los efectos a largo plazo, si revisamos la historia de las vacunas, cerca del 95% ocurren entre los 30 y los 45 días después de la administración. Es por ello que los Centros de Control no aprobarán de emergencia ninguna vacuna cuyos efectos que no hayan sido estudiados menos de 60 días después de la segunda dosis en el 50% de los pacientes. Esta es la forma de descartar prudentemente unos efectos indeseados para una abrumadora mayoría de personas que reciban la vacuna. Los estudios están hechos en decenas de miles de personas y no hay problemas no habituales de seguridad.
-¿Es cierto que no hay estudios en humanos a largo plazo en las vacunas Pfizer y Moderna con mRNA?
Cierto. Hace ya años, después del Sars-Cov 1, los científicos trabajaron sobre la proteína del pico del coronavirus y se desarrollaron plataformas virales que se pusieron en marcha en cuanto los investigadores chinos publicaron la secuencia de ARN del nuevo coronavirus Sars-Cov 2. Sabían que las plataformas genéticas de respuesta rápida podrían reducir de años a meses el desarrollo de la vacuna, algo crucial durante una pandemia. Pronto se conoció el gen (mRNA) que sintetiza la proteína del pico del virus que se introduce en la célula. La vacuna consiste en inocular este mRNA sintético (no el virus) que codifica esta proteína del pico. Este pequeño material genético, con una cobertura lipídica, entra en las células, en los ribosomas y sintetiza esta proteína que se desplazará a la membrana celular y allí generará anticuerpos. Es decir, que estas vacunas basadas en genes llevan las instrucciones genéticas para que las células del huésped produzcan el antígeno.
Pero las vacunas mRNA no cambian el DNA porque no pueden penetrar en el núcleo ya que los pasos precisarían enzimas que la célula no tiene. Este enfoque no es del todo desconocido. En las vacunas vivas atenuadas, como la vacuna contra el sarampión, las paperas y la rubéola, los virus debilitados incorporan sus instrucciones genéticas en las células huésped, lo que hace que el cuerpo produzca copias virales que provocan respuestas de anticuerpos y células T. En estos diseños más nuevos basados en genes (vacunas de vectores virales, ADN y mRNA), como hemos visto, los científicos sintetizan e insertan instrucciones genéticas del patógeno de interés para inducir respuestas inmunitarias. Pero las células del cuerpo solo muestran proteínas virales en su superficie a través de esta vía si esas células mismas han producido las proteínas. Si simplemente se inyecta una proteína o un virus muerto, no entra en esa vía y no se muestra de esa manera, por lo que las células T no se estimulan.
Las vacunas de mRNA no estaban clínicamente probadas hasta los estudios recientemente publicados en los ensayos del Covid-19. El potencial de la vacuna de mRNA para uso humano, está respaldado por estudios previos de infecciones por el virus de la influenza, la rabia y el Zika en animales. Los expertos dicen que es relativamente seguro y efectivo porque no interactúa con el genoma del huésped ya que no ingresa en el núcleo de la célula sino en el ribosoma. Además, el mRNA no puede causar una infección en el receptor que es un riesgo que se ha visto en otras técnicas de vacunación más tradicionales como la de la fiebre amarilla o la de poliomielitis. Y el cuerpo descompone el mRNA y su portador lipídico en cuestión de horas, lo que mitiga algunas preocupaciones sobre los riesgos a largo plazo, si bien puede resultar en una inmunización corta. De hecho, nosotros tenemos cantidad de mRNAs porque estamos sintetizando proteínas continuamente
-¿Sería posible controlar el Covid-19 con una inmunización colectiva (de rebaño)?
-Desafortunadamente, la historia ha demostrado que aunque la inmunidad colectiva resultante de una infección pueda frenar las pandemias, no erradica las enfermedades. El precedente histórico que se aproxima mucho, y fue sustancialmente peor que la pandemia actual de Covid-19 es la pandemia de influenza H1N1 de 1918. Después de más de 2 años, 500 millones de infecciones y 50 millones de muertes en todo el mundo, la inmunidad colectiva finalmente detuvo la continua propagación del virus, y la sociedad comenzó a recuperarse. Sin embargo, variantes de ese virus de la influenza todavía están presentes, de modo que el resurgimiento de este subtipo de H1N1 sigue siendo una preocupación persistente. En la era anterior a la vacuna, la inmunidad permitió a las personas coexistir con estos virus, pero nunca se erradicaron. De hecho, la viruela sigue siendo la única enfermedad en la historia de la humanidad que se ha erradicado, gracias a un logro de la vacunación, pero no por inmunidad natural.
-La vacuna, ¿es la solución definitiva?
-La vacuna no es la panacea por varias razones. De entrada, los efectos psicológicos, clínicos y económicos de la pandemia tardarán mucho en controlarse. Además, durante el año 2021 no desaparecerá el peligro de contagio, pues los vacunados pueden no sufrir la enfermedad, pero no sabemos si la pueden transmitir.
-¿Qué consecuencias tiene esa nueva variante del SARS-Cov-2 encontrada en el Reino Unido?
-Ya se han encontrado alrededor de 4.000 mutaciones en la proteína de pico del SARS Cov2, pero es probable que solo una minoría muy pequeña sea importante y cambie el virus de manera apreciable. En este caso, hay una mutación llamada VUI-202012/01 (la primera 'Variante bajo investigación' en diciembre de 2020) conocida desde septiembre en el Reino Unido. Se define por un conjunto de 17 cambios o mutaciones. Uno de los más importantes es una mutación N501Y en la proteína de pico que usa el virus para unirse al receptor ACE2 humano. Los cambios en esta parte de la proteína pico pueden, en teoría, hacer que el virus se vuelva más infeccioso y se propague más fácilmente entre las personas.
Actualmente, no hay evidencia de que esta cepa cause una enfermedad más grave. En mi opinión, esta cepa está distribuida por el mundo como veremos en próximos días, solo que la precisión del Covid-19 Genomics UK (COG-UK) Consortium, que estudia el genoma de los diferentes virus SARS- Cov2 lo ha detectado con antelación por su posible origen en el Reino Unido. La nueva variante tiene mutaciones en la proteína de pico a la que se dirigen las tres principales vacunas. Sin embargo, las vacunas producen anticuerpos contra muchas regiones de la proteína de pico, por lo que es poco probable que un solo cambio haga que la vacuna sea menos eficaz. Además tenemos anticuerpos aglutinantes que atacan al virus conjuntamente. También existe la inmunidad celular con células T sensibilizadas, células killer (asesinas) que destruyen las células infectadas por los virus, y otras células como neutrófilos, macrófagos y monocitos que fagocitan el acúmulo de virus. Es decir, el sistema inmune trabaja en muchas direcciones y niveles y no solo con los anticuerpos neutralizantes. No hay evidencia alguna que esa mutación pueda cambiar la eficacia de las vacunas actuales. Además con el tiempo, a medida que ocurren más mutaciones, es posible que sea necesario modificar la vacuna. En 15 días estaría modificada y sería igual de eficaz.
-¿Habrá que vacunarse todos los años?
-En principio, lo que sabemos es que personas que llevan vacunadas cinco meses continúan inmunizadas. Casi con toda seguridad, va a durar un año mínimo, pero lo más probable es que vayamos a un escenario de vacunación anual como ocurre con la gripe.
-¿Por qué se ha podido hacer la vacuna en tiempo récord?
-Ha sido posible gracias a un proceso anterior de investigación, desarrollado a lo largo del tiempo, que al principio no da muchos frutos, pero que al final desemboca en lo que ha ocurrido: se ha aprovechado un trabajo de 20 años para acelerar la producción de la vacuna contra el Covid-19.
-¿Tendría que ser obligatoria?
-La población ha empezado a perder el miedo, pero cuando empecé a escribir sobre la necesidad de informar había un 67% de personas que no pensaban en vacunarse. Eso ha cambiado y lo va a hacer más. No se trata de obligar a nadie. En mis años de carrera siempre he visto cómo una correcta información siempre da mucha tranquilidad por muy grave que sea la enfermedad. Lo que sí genera inquietud es el no saber qué va a pasar, lo que uno va a resistir o cómo funcionan los tratamientos.
-¿Cuándo se recuperará la normalidad?
-Hace cuatro meses, mantenía que en primavera o verano de 2022. Actualmente, me mantengo en esa tesis, porque depende del ritmo de vacunación y de la llegada de la vacuna Moderna y de la de AstraZeneca; hay que vacunar a millones de personas y eso es muy complicado. La previsión de Sanidad es que haya 20 millones de españoles vacunados en verano. Si llegamos, que tengo que verlo, y considerando que diez millones ya hayan pasado la enfermedad, serían 30 millones de personas inmunizadas. Eso representaría un 48% de la población, pero faltaría la otra mitad. Sin duda, el escenario mejoraría y creo en las próximas navidades podrían ser prácticamente normales. El 100 % se alcanzaría en febrero o marzo de 2022.
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