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Las prostitutas de las calles, polígonos, clubes y pisos españoles vienen de cuatro grandes puntos del planeta, y tienen un perfil similar: jóvenes con poca formación y entorno paupérrimo. Las rutas de trata de seres humanos pasan por casi 50 países pero la mayoría de personas proviene de Nigeria, China, Paraguay, Rumanía y Bulgaria, con casos aislados de países como Filipinas o Nicaragua. «España es un paraíso para las redes que introducen mujeres, a las consideran mercancías», afirma Ana María Estévez, coordinadora de la Unidad Móvil de Rescate de la Asociación para la Prevención, Reinserción y Atención a la Mujer Prostituida (Apramp). «España es un país de tránsito y destino. Es el primer consumidor de prostitución de Europa y el tercero a nivel internacional».
Una vez en la tela de araña de los proxenetas, las víctimas, sean de donde sean, tienen una vida similar. Son «vendidas, agredidas, golpeadas, marcadas, humilladas, amenazadas y coaccionadas», si oponen resistencia a la venta de su cuerpo, a mantener relaciones sexuales sin protección o a vivir «acuarteladas» y disponibles las 24 horas del día, reseña la Fiscalía en su Memoria de 2019. Además de tener una proporción importante de mujeres, otra característica de las mafias es que explotan a víctimas de su misma nacionalidad. Sin datos oficiales, las cifras de quienes trabajan en el terreno alarman: «entre enero y septiembre de este año hemos atendido a 2.523 personas, todas traídas por organizaciones internacionales, de las que 2.400 están en situación de trata y explotación», refiere Estévez.
Después de investigar a unos 3.000 sospechosos de trata y explotación sexual, la Fiscalía traza cuatro rutas principales de entrada de víctimas, establecidas por el continente de procedencia: África, Europa del Este, América del Sur y Asia.
Las rutas de la esclavitud sexual
Doménico Chiappe
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Ignacio Lillo | Málaga
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