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Labores de extracción humana y mecánica de la especie invasora al paso del Guadiana por Mérida. Jero Morales
La planta que se bebe el río

La planta que se bebe el río

El camalote colonizaya 150 kilómetros del Guadiana, la práctica totalidad de su tramo extremeño. En 2017 se extrajeron 170.000 toneladas de una especie que amenaza 40.000 hectáreas de regadío

joseba vázquez

Miércoles, 28 de febrero 2018, 00:58

Desde la cuna de Hernán Cortés resulta ahora complicado llegar en barco al mismo Atlántico que el conquistador de México cruzó con 19 años. A su paso por Medellín (Badajoz), la localidad que le vio nacer, el Guadiana a duras penas es hoy navegable, obturado, casi estrangulado, como se encuentra por una planta tropical procedente –¡vaya ironía!– de las mismas Indias que el hijo predilecto de la población pacense exploró y sometió hace cinco siglos. El camalote, una especie vegetal originaria de las cuencas del Amazonas y del Plata, se ha extendido durante los últimos catorce años de manera tan descontrolada que se ha adueñado de la casi totalidad del cauce del Guadiana a su paso por Extremadura. En concreto, ocupa ya 150 kilómetros, desde algo antes de Medellín hasta pasada Badajoz capital, ya muy cerca de la frontera portuguesa. Cubierto en algunos tramos de un espeso manto completamente verde, el cuarto río más largo y caudaloso de la Península se encuentra por temporadas visualmente desaparecido, convertido en lo que podría tomarse por un prado y como incapacitado para seguir su viaje hasta la desembocadura en el Golfo de Cádiz.

Lo hace ‘buceando’ bajo esa tupida capa, pero las taras que genera esta especie invasora son múltiples y serias. Las enumera Antonio Parral, alcalde de Medellín, una de las poblaciones más atacadas por la proliferación del también llamado jacinto de agua. «Además de que va afectando a todo el ecosistema, complica sobre todo el uso y disfrute del río. Condiciona la pesca, la práctica de actividades acuáticas, el piragüismo, el baño... Medellín vive en verano muy cerca del río, donde se toma el sol y se montan chiringuitos». Esta playa dulce, con sus negocios de ocio y hosteleros, es uno de los atractivos estivales del núcleo pacense, de 2.300 habitantes y que cuenta con el importante patrimonio histórico-artístico que le aportan un teatro romano, un castillo medieval y el magnífico puente (416 metros y veinte ojos) del siglo XVII.

«Ahora mismo no podemos erradicarla por completo; ese es el objetivo a medio-largo plazo»

Nicolás Cifuentes Confederación Hidrográfica del Guadiana

El camalote se ha instalado entre toda esta riqueza y lo que ahora «preocupa sobremanera» a los vecinos es que la especie invasora «llegue a la zona de cultivo», según Antonio Parral. «Aquí trabajamos sobre todo el arroz y también el tomate y los frutales. Si esto se viera afectado por el camalote supondría un auténtico drama», argumenta el alcalde.

32 millones de euros

Los temores del líder de la Agrupación de Vecinos (AdV) que gobierna el municipio parecen justificados. «La planta tiene una capacidad de reproducción alarmante. Lo que queda al limpiar inicia el ciclo de reproducción y expansión al punto de que hay momentos en los que prácticamente no se ve el agua; da la sensación de que puedes andar por encima de ella». Literalmente. A esta sobresaliente facultad multiplicadora colaboran dos factores naturales: la bonancible climatología de la zona, que permite que la planta no muera en invierno, y la ausencia de raíz en esta especie flotante, lo que facilita su propagación.

Inmigrantes

  • Eichhornia crassipes es el nombre científico del camalote, jacinto de agua, flor de bora, aguapey, tarope o tarulla, planta acuática originaria de los ríos y lagos de las regiones cálidas de Sudamérica. Está compuesta de agua en un 95%. Sus hojas pueden medir hasta 16 centímetros y producen una flor violácea.

  • Otras invasoras El amplio Catálogo Español de Especies Exóticas Invasora incluye también el nenúfar mexicano, el plumero, la chumbera, la mimosa, la robinia o falsa acacia, el cañizo asiático o la pita, frecuente en el litoral mediterráneo.

  • 2004 fue el año en que se detectó oficialmente la presencia del camalote en el Guadiana. En 2011 se prohibió su venta en España al ser incluida en el catálogo de especies invasoras. La UE tomó la misma medida en diciembre de 2016. A pesar de esto, aún se comercializa por internet. Abajo, su flor.

«Además, hay factores contaminantes que favorecen la pervivencia del camalote porque encuentra en el agua los nutrientes que necesita –afirma Corinne Atenea, presidenta de la Asociación Ciudadana Salvemos el Guadiana–. Hay poblaciones sin depuradora, con lo que las aguas fecales sin procesar se vierten al río. Se ha detectado un pH muy alto en orillas que lindan con explotaciones agrícolas», dice la responsable de una agrupación que reivindica «la recuperación total del río».

«Si llevas catorce años haciendo algo sin resultado, quizás debas cambiar de estrategia»

Corinne AteneaSalvemos el Guadiana

La presencia del jacinto de agua se detectó de forma oficial por vez primera en 2004 y nadie duda de que llegó al río por la acción humana, voluntaria o no. Durante mucho tiempo se empleó como planta medicinal y, sobre todo, ornamental en jardines por la atractiva flor violácea que produce en primavera y verano. Figura en la lista de las cien especies exóticas invasoras más dañinas del mundo elaborada por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. Se estima que en la actualidad amenaza con extenderse a 40.000 hectáreas de regadío en Badajoz y desde su aparición en la provincia se han empleado unos 32 millones de euros en los intentos, baldíos, de erradicar la plaga. Casi tres cuartas partes de ese dinero se han financiado con fondos europeos. Solo el año pasado se sacaron del agua 170.000 toneladas de camalote; más de 800.000 en los casi catorce años que lleva anidando en el Guadiana.

Barreras sí, barreras no

De estas tareas se encarga la Confederación Hidrográfica del Guadiana, la autoridad competente ante este problema. Nicolás Cifuentes, jefe del servicio forestal del organismo, explica que la extracción de la invasora se realiza con maquinaria específica, palas, cosechadoras acuáticas, embarcaciones y dotación humana. «Tenemos prohibido el uso de productos químicos». Cifuentes no es muy optimista sobre la efectividad de todo su despliegue. «Somos conscientes de que erradicar la planta totalmente ahora mismo no podemos; es el objetivo a medio-largo plazo. Lo que hacemos es sacar miles de toneladas y tratar de controlar su expansión». La fórmula elegida es «dividir el río en segmentos por medio de un sistema de más de 5.000 metros de barreras flotantes para que la planta no pase de un segmento a otro».

Para la presidenta de Salvemos el Guadiana esta actuación solo sirve para «maquillar el problema». «Si el origen está aguas arriba, de nada sirve colocar barreras en el centro del tramo afectado». Más crítica aún, Corinne Atenea cree que «si llevas catorce años haciendo lo mismo sin resultados, quizás debas cambiar de estrategia. Por ejemplo, no hacer una recogida masiva cuando hay mucha acumulación de planta, sino hacerlo varias veces al año». En tanto, los afectados observan el fenómeno con ciertas dosis de resignación. Como los aficionados a la pesca o los socios de los clubes de piragüismo de Mérida y Badajoz, que ven muy limitadas sus posibilidades a la hora de entrenar y competir. En la capital, el Guadiana cobija además a otro invasor, el nenúfar mexicano. Demasiado verde para un río que gusta de ocultarse, pero no tanto.

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