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I. O. DE OLANO
Jueves, 28 de noviembre 2019, 13:53
Sansepolcro, un municipio de 16.000 habitantes situado en plena Toscana, vive en sus carnes la calenturienta Semana Santa española de 1983. Les refresco la memoria. No se sabe si en un intento de aligerar aquel via crucis o qué, el hecho es que la televisión nacional programó un serial titulado 'El pájaro espino'. Millones de espectadores quedaron fatalmente atrapados por la miniserie durante los cuatro días consecutivos en que se emitió. Tanto que se convirtió en la segunda más vista de la historia solo por detrás de 'Raíces'. El folletín desgranaba la historia de amor imposible entre el sacerdote Ralph de Bricassart (interpretado por Richard Chamberlain) y la joven Meggie Cleary (Rachel Ward) en las lejanas llanuras australianas. Veintiséis años después de aquel pelotazo catódico, la provincia italiana de Arezzo se enfrenta a su propia fiebre 'aviar' con el resultado del traumático cierre del antiguo convento de los Padres Capuchinos de Sansepolcro. La clausura no se debe, como cabría esperar, a la ausencia de vocaciones. Atiende al inesperada idilio que ha surgido entre la madre superiora del centro y un paisano de la zona.
Este pintoresco convento del siglo XVII, un precioso conjunto de piedra que domina las sinuosas colinas toscanas, permaneció abandonado hasta 2015. Entonces, las autoridades eclesiásticas accedieron a confiar su reapertura a la congregación de monjas benedictinas olivetanas. Al frente de la nueva y exigua comunidad estaría María Teresa Saccente, una enérgica religiosa deseosa de revitalizar el complejo y de hacerlo rentable con la entrada de turismo religioso. Y así lo ha demostrado en este tiempo, en que ha proyectado el recinto como centro de retiro espiritual con 19 camas y 20 bungalows, y también como bucólico escenario de bodas, bautizos y comuniones. Los lugareños no recordaban tanto trasiego en la zona.
«Nunca habíamos visto ese entusiasmo por devolver la vida a este lugar», decían encantados con el empuje de sor María Teresa, a la que describían como una mujer sonriente y con mando. Ahora todo el optimismo y el agradecimiento que derrochaban sus vecinos se ha transformado en incredulidad y decepción. La promotora de retiros espirituales y de conferencias sobre la vida contemplativa se ha enamorado de un paisano y ha roto lo votos –se desconoce aún si por decisión personal o por imperativo de la Santa Sede– y regresado al mundo laico. Sin madre superiora de reemplazo, las otras tres benedictinas que vivían en el convento, una octogenaria y dos novicias, han tenido que hacer las maletas y devolver las llaves del centro a los capuchinos. Todo el gozo de Sansepolcro en un pozo.
La monja «innamorata», de 40 años, deja tras de sí una cosecha de aceitunas a medio terminar, un huerto en producción y unos feligreses que se mecen entre la orfandad y el escándalo. «Sé que la gente está llorando por el cierre del monasterio y yo también lloro. Lo que estoy sufriendo me va a marcar de por vida. ¿La causa de todo esto es una historia del corazón? Si quieren decir eso, díganlo, pero el asunto es mucho más complicado que todo eso», ha contado por telé fono, enigmática y afectada, al diario italiano 'La Repubblica'.
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