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Chabolas de las playas de San Andrés. CETI
El pasado industrial de la playa de San Andrés
A la sombra de la historia

El pasado industrial de la playa de San Andrés

Los barrios más densamente poblados de la ciudad tienen como referencia de ocio la playa de San Andrés o de Huelin, un espacio urbano que ha experimentado una profunda transformación desde su pasado como principal núcleo industrial de Andalucía

VÍCTOR HEREDIA

Domingo, 18 de agosto 2019

Cuando se transita por el Paseo Marítimo Antonio Machado, con la playa llena de bañistas a un lado y el Parque de Huelin al otro, cuesta imaginar que en estos terrenos se desarrolló una parte fundamental de la industrialización española y que hasta hace pocas décadas en estos arenales se sucedían fábricas, almacenes, vías del ferrocarril y un extenso núcleo de chabolas. Vamos a hacer un breve recorrido por la historia de las playas de San Andrés, que casi siempre han sido nominadas en plural.

A poniente de la desembocadura del río Guadalmedina, hasta el Guadalhorce, se extendía históricamente una amplia playa de perfil rectilíneo, a cuyo margen solo había tierras de labor. Siguiendo hasta la Torre del Río encontramos cortijos con nombres como San Ciriaco, Santa Paula, Ahumada, San José, El Pato o el muy curioso de Nunca se acaba (¿de dónde iba a venir, sino, Sacaba Beach?).

La parte de la costa más próxima al barrio del Perchel fue conocida como playa de San Andrés por una ermita en la que se fundó el convento de los Carmelitas Descalzos en 1584, ubicada junto a las Torres de Fonseca, que prestaban protección al citado barrio por el lado del mar. La actividad pesquera y las labores agrícolas fueron los usos tradicionales de esta zona hasta que a finales del siglo XVIII la ciudad empezó a crecer por este extremo. El Ayuntamiento fue vendiendo parcelas en las que los comerciantes levantaron almacenes y talleres.

En este lugar, a la vista del convento del Carmen, se produjo el fusilamiento de Torrijos y sus compañeros el 11 de diciembre de 1831, momento trágico de la historia contemporánea española que fue magníficamente recreado por el pintor Antonio Gisbert. En la construcción del monumento al héroe liberal de la Plaza de la Merced se utilizó, con carácter simbólico, arena de esta playa.

Apenas un par de años después Manuel Agustín Heredia decidió instalar su siderurgia, la ferrería de La Constancia, en plena ribera marítima de poniente. En las décadas siguientes el goteo de nuevos edificios industriales fue continuo: la textil Industria Malagueña, la fábrica de palodulce, la de abonos, la refinería de petróleo, la fundición de Heaton, etc. Eduardo Huelin creó un barrio en 1868 para atender la demanda de viviendas para los obreros de aquellas industrias.

Mientras la franja costera iba siendo ocupada por actividades fabriles que encontraban en el mar una fácil salida a sus residuos, en la parte más próxima al Guadalmedina apareció un importante foco pesquero en torno al barrio de El Bulto. Allí se trasladó la Pescadería cuando la construcción del Muelle de Heredia obligó a desmantelar la anterior, y desde la última década del siglo XIX surgieron almacenes e instalaciones relacionadas con la pesca y las artes del mar, como varios astilleros dedicados a la construcción y reparación de embarcaciones de todo tipo.

Los balnearios de San Andrés

A pesar de que la proliferación de almacenes e industrias a pocos metros de la playa provocaba continuos vertidos de residuos y aguas malolientes, las autoridades permitieron la instalación de balnearios en el tramo comprendido entre la desembocadura del arroyo del Cuarto (actual avenida Ingeniero José María Garnica) y la de la Acequia de Labradores (hoy calle Góngora). María Pepa Lara ha documentado la apertura de dos equipamientos de baños a finales del siglo XIX. Francisco Vázquez montó en 1891 varias casetas para bañistas y un lavadero de caballos para bañar a los équidos en el mar. Al año siguiente abrió sus puertas el balneario de La Concepción o de San Manuel, con una estructura similar a los que existían en La Malagueta: un cuerpo de madera que se adentraba en el agua con departamentos separados por sexos. A lo largo del siglo XX hubo otros balnearios en San Andrés y La Misericordia, como los de Diana, San Antonio, de Gómez Cotta, de María Dolores Campos y el muy popular de San Patricio, abierto en 1961.

También en los años de fin de siglo se tendió el ramal ferroviario entre el puerto y la estación de ferrocarril, y en 1912 empezó a funcionar la línea de los Suburbanos que se dirigía a Coín y cuatro años más tarde a Fuengirola. En los años veinte la compañía italiana Italcable estableció en estas playas una estación del cable telegráfico submarino que enlazaba Roma con América. Por entonces, la parte más alejada ya empezaba a ser conocida como La Misericordia, por el asilo de la Diputación construido allí, y adquiría entidad propia.

El área industrial creció con nuevas fábricas como Los Guindos, Tabacalera, San Carlos, Zafra, Vers y Campsa, estas dos últimas sobre las ruinas de los altos hornos. La acumulación de tantas actividades productivas en las playas de San Andrés no impedía que los vecinos de las zonas próximas las utilizaran para bañarse, aunque las condiciones sanitarias dejaban mucho que desear. La Central Térmica permitió, desde 1961, disponer de agua calentita en la misma orilla.

También con el siglo XX llegaron los asentamientos chabolistas, formados por población de origen rural que se instalaba de forma precaria en espacios vacíos de la ciudad. Entre 1969 y 1973 fueron demolidas cientos de chabolas en las playas de San Andrés. Sus habitantes fueron realojados en nuevas barriadas de promoción social, como la del Nuevo San Andrés. El núcleo chabolista de la Estación del Perro, junto a Los Guindos, se mantuvo hasta 1989.

El Bulto desapareció, las industrias cerraron y el puerto se tragó una buena parte de la playa con la construcción de una enorme plataforma. Los depósitos de petróleo fueron sustituidos por un parque y los caminos de tierra dieron paso en 1992 al Paseo Marítimo Antonio Machado. El imponente Marengo de Elena Laverón representa un pasado que fue más fabril que marinero.

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