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Hace dos décadas emprendió un camino que tiene como destino final Marte. Ha invertido media vida y agotará su último suspiro en llevar al hombre hasta el planeta rojo, un objetivo que la NASA se marca para el año 2030. Será el lanzamiento más trascendental de la Humanidad desde que Neil Armstrong se convirtiera, el 20 de julio de 1969, en el primer humano en pisar la Luna, tras cuatro días de viaje a bordo del Apolo 11.
De niño siempre anheló ser astronauta y con 18 años salió de Torre del Mar rumbo a EE UU con una maleta cargada de talento y confianza en sí mismo. Allí, Carlos García-Galán (Málaga, 1974) estudió Ciencias del Espacio e Ingeniería Aeroespacial en el Florida Institute of Technology. Se preparó para una hazaña, que ha alimentado a lo largo de los años con pasión y constancia.
Con 23 años entró en la NASA, donde dio sus primeros pasos en el Centro de Control de Misiones de la Estación Espacial Internacional, en Houston. Allí aprendió a templar los nervios y a que la epopeya de cada día no le quitara el sueño. Normalizó lo extraordinario y convirtió en realidad lo que parece ciencia ficción.
Después, llegaría el Proyecto Orion y durante casi 20 años ha liderado al equipo de ingenieros que ha trabajado en el desarrollo e integración de todos los sistemas de la nave espacial Orion que llevará al hombre a Marte en una década. Pero para alcanzar esa meta, hay que volver a la Luna primero y aprender a vivir en la órbita cercana a la Tierra, donde la gravedad es similar a la de Marte. «Hay que hacer experimentos fisiológicos para ver qué necesidades va a tener el ser humano en el espacio más profundo, porque alcanzar la órbita cercana a la Tierra se hace en varios minutos, pero en llegar a Marte se tarda seis meses; hay que resolver el transporte de víveres y oxígeno suficientes para garantizar la supervivencia de los astronautas entre dos y tres años y superar las condiciones extremas de radiación que soportará tanto la nave como la tripulación», explica García-Galán.
Asegura que después de 20 años en la Estación Espacial Internacional, el hombre ha aprendido a vivir en el espacio, pero que ahora tiene que hacerlo en el espacio más profundo. Para ello, ya se está construyendo otra estación espacial que permanecerá en la órbita lunar y que servirá para hacer una parada en el camino a Marte.
El programa Artemis, que tiene como fin llevar de nuevo al hombre al satélite terrestre y establecer allí un campamento base en el que vivir hasta dos meses seguidos, se desarrollará en tres fases. La cuenta atrás para la primera de ellas ya ha comenzado, tal y como ha confirmado García-Galán. Se trata de Artemis I, una misión no tripulada a la Luna para probar todos los sistemas de la nave Orion y del cohete SLS (Sistema de Lanzamiento Espacial) sobre el que será lanzada al espacio a finales de este mes de marzo o principios de abril para posteriormente viajar miles de kilómetros hasta la órbita lunar.
La NASA ya calienta motores para este ensayo general de un viaje que volverá a repetirse en 2024 (Artemis II), aunque en esa ocasión será con astronautas a bordo, entre ellos, una mujer. En ese viaje también permanecerán en la órbita lunar y no será hasta 2025 (Artemis III) cuando se produzca el alunizaje de la nave Orion y el mundo asista de nuevo a la llegada del hombre a la Luna 56 años después de que Neil Armstrong pronunciase aquella mítica frase: «Un pequeño paso para el hombre, un gran salto para la humanidad».
García-Galán, casado y padre de dos hijos, atiende a este periódico desde su residencia en Cleveland (Ohio), donde se ha mudado hace un mes desde Houston. En esta última ciudad ha permanecido casi dos décadas trabajando en el Centro Espacial Johnson. Ahora lo hace en el Centro de Investigaciones Glenn (uno de los diez que tiene la NASA), donde dirige a todo el equipo que se encarga de la integración del módulo de servicio europeo, desarrollado por la Agencia Espacial Europea (ESA) en colaboración con la empresa Airbus.
No obstante, durante la misión Artemis I, permanecerá al frente del equipo de ingeniería con el que ha trabajado en estos últimos años para dar soporte al equipo de operaciones en el control del lanzamiento en el Centro Espacial Kennedy, en Cabo Cañaveral (Florida). «Nos jugamos mucho», subraya el ingeniero malagueño, que no oculta su emoción con una misión de prueba, pero que es «decisiva» y que se prolongará como mínimo 26 días, pero que puede llegar a 42, dependiendo del día de lanzamiento, de la trayectoria y la dinámica de órbitas que se tomen», apunta.
Sin embargo, uno de los mayores desafíos tendrá lugar a la vuelta, en el regreso desde la órbita lunar a una velocidad que medirá todos los sistemas de reentrada de la nave Orion. «Se trata de una cápsula enorme, mucho mayor que la de Apolo, que lleva la capa de protección térmica más grande que jamás se ha hecho para proteger una nave que transporta a seres humanos», indica. También, asegura, hay que comprobar los sistemas de comunicación, el funcionamiento del módulo de servicio europeo, que es la primera vez que va a volar y lleva los paneles solares, los sistemas de propulsión, control de la temperatura, los distintos motores de la nave y, en general, todos los sistemas del cohete.
Precisamente, estos días se ultiman todos los detalles de la secuencia de lanzamiento, incluso con todo el combustible que llevará la nave. «Es un ensayo completo de la cuenta atrás de la secuencia de lanzamiento. De cómo salga, se fijará el día concreto de la misión», avanza García-Galán.
Pero no es todo. Además, de esos objetivos prioritarios, hay otros secundarios que también estarán a prueba. «Son tecnologías que no son cruciales para el éxito de la misión, pero sí son importantes para nosotros, porque algunas nacieron como una idea y verlas ahora en funcionamiento resulta increíble». García-Galán se refiere, por ejemplo, al proyecto Callisto, desarrollado por Lockheed Martin en colaboración con Amazon y Cisco, que busca ver cómo la tecnología de Alexa y de la plataforma de teleconferencias Webex pueden usarse en futuras misiones con tripulación. Un sistema de comunicación, que permitirá a los astronautas usar comandos de voz para acceder a los datos de vuelo, ajustar los controles de la nave e interactuar con los equipos en tierra. «La idea es que los astronautas le soliciten alguna tarea, como que acceda y analice la telemetría de la nave espacial, para en lugar de tener que revisar todos los datos, simplemente se le pregunte: Alexa, ¿cuál es la temperatura promedio de las baterías y la temperatura máxima? Y a partir de ahí, haga todo el procesado de forma automática», aclara.
Además, cuando la nave espacial Orion sea lanzada a bordo del poderoso cohete SLS para la primera misión de la nave alrededor de la Luna, tendrá a bordo un maniquí vestido con traje espacial, equipado con sensores para proporcionar datos sobre lo que podrían experimentar los miembros de la tripulación durante el viaje.
El maniquí que volará a bordo de Artemis I ocupará el asiento del comandante dentro de Orion, estará equipado con dos sensores de radiación y llevará la primera generación del Sistema de Supervivencia de la Tripulación del Orion, el traje espacial que los astronautas vestirán durante el lanzamiento, la entrada y otras fases dinámicas de sus misiones. El asiento del maniquí estará equipado con dos sensores (uno debajo del reposacabezas y otro debajo del asiento) para registrar la aceleración y las vibraciones durante la misión.
Los asientos están situados en una posición en decúbito (reclinados), con los pies elevados para ayudar a mantener el flujo sanguíneo a la cabeza durante el ascenso y la entrada. Se espera que la tripulación experimente 2,5 veces la fuerza de gravedad durante el ascenso y cuatro veces la fuerza de gravedad en dos puntos diferentes durante el perfil de reingreso planificado. De esta forma, los ingenieros compararán los datos del vuelo de Artemis I con las pruebas de vibración hechas previamente en tierra con el mismo maniquí, y con seres humanos, para correlacionar sus resultados antes del viaje de Artemis II.
Este maniquí, bautizado como 'Comandante Moonikin Campos', es uno de los tres pasajeros que volarán a bordo de Orion. Con él viajarán otros dos modelos: 'Zohar' y 'Helga', que darán apoyo al Experimento de Radiación AstroRad de Matroshka (MARE), un estudio para proporcionar datos sobre los niveles de radiación que se dan durante las misiones lunares.
García-Galán no niega la emoción inicial, «pero hay que estar tan concentrado en lo que debe funcionar, que no seré consciente del alcance de lo que habremos conseguido hasta que Orion haya aterrizado», declara. Será entonces cuando pueda decir: misión cumplida.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Ignacio Lillo | Málaga
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