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Greg Both y Esther Lorenzo, en la tienda El Hombre del Saco de la capital. Germán Pozo
Zero Waste: la lucha sin tregua de Esther y otros malagueños contra el plástico y envases de un solo uso

Zero Waste: la lucha sin tregua de Esther y otros malagueños contra el plástico y envases de un solo uso

Comprar a granel con recipientes traídos de casa, productos frescos y de proximidad o usar jabón reciclado para la limpieza del hogar. Una malagueña cuenta cómo está reduciendo al máximo los residuos que genera

Amanda Salazar

Málaga

Domingo, 3 de febrero 2019, 01:07

Los vasos, pajitas, bastoncillos higiénicos y otros artículos de plástico de un solo uso tienen los días contados. La Unión Europea se ha propuesto acabar con ellos por ley debido a su impacto en el medio ambiente y ha puesto como fecha límite el año 2021. En los supermercados, son muchas las marcas que están fomentando el uso de bolsas de rafia reutilizables, tela o de papel. Algunas firmas como Lidl han eliminado por completo las bolsas de plástico de sus líneas de caja. Son solo algunos ejemplos de cambios que se están produciendo ya para reducir los resíduos que generamos los seres humanos en el mundo desarrollado. Y son muchos. Según denunció Greenpeace, España está a la cola de Europa en la gestión de residuos urbanos, con más de 471 kilos de basura por persona al año.

Se trata de una forma de pensar que está calando cada vez más entre muchos consumidores, preocupados ya no solo por reciclar, sino por reducir al mínimo los envases que generan al adquirir los alimentos o productos de higiene y limpieza. Las redes sociales se han convertido en los mejores aliados de estos consumidores concienciados para informarse sobre alternativas a los envases convencionales, prácticas de compra sostenibles y comercios de productos a granel que abogan por este tipo de consumo. Bajo la denominación de Zero Waste (resíduo cero, en inglés), el grupo Zero Waste España En Facebook cuenta con más de 11.200 seguidores.

Greg Both, de El Hombre del Saco, tara los envases antes de pesar los productos. Germán Pozo

En Málaga también se ha creado un grupo en Facebook que, aunque solo cuenta con 250 seguidores, se ha convertido en uno de los puntos de encuentro para quienes quieren seguir esta forma de vida. Esther Lorenzo, malagueña de 31 años, es una de las administradoras de este grupo y explica cómo poco a poco ha conseguido reducir al mínimo los deshechos que genera. «El deterioro del medio ambiente y cómo las personas estamos destruyendo nuestro mundo es algo que me preocupa desde siempre; desde hace un año conocí este movimiento del Zero Waste y decidí cambiar mi forma de consumir», explica Esther, que actualmente trabaja dando clases de refuerzo y clases de danza, ya que es bailarina de danza del vientre. Pero para ello, insiste, no basta con sustituir las bolsas de plástico por otros materiales. «Se está demonizando el plástico y efectivamente es el material más dañino porque no es biodegradable, pero el objetivo es reducir al mínimo cualquier bolsa o envoltorio porque el resto de materiales, el papel o el bambú, por ejemplo, también suponen un impacto como la tala de árboles o la contaminación que conlleva su transporte», dice.

Planificar más y llevar envases propios

Para seguir de verdad este movimiento del Zero Waste es necesaria, señala Esther, una reflexión más profunda como consumidores; comprar lo que realmente se necesita, reaprovechar lo que se tiene en casa, llevar uno sus propios recipientes de cristal y bolsas de tela para comprar, o adquirir artículos de limpieza sostenibles. Pese a lo que pueda parecer, «una vez cogida la práctica», no cuesta gran esfuerzo. «Solo necesitas más planificación. Yo compro una vez al mes a granel la pasta, legumbres, especias y frutos secos; para la fruta y verdura fresca, pertenezco a un grupo de consumo y acudo a por los productos frescos -cultivados en proximidad y en ecológico en una huerta de Alhaurín- una vez a la semana», señala. En todo ello, puede gastar 80 euros al mes en total para comer, con lo que desmiente el mito de que este tipo de consumo es más caro.

Esther Lorenzo muestra los recipientes de cristal que lleva para comprar en la tienda de legumbres a granel. Germán Pozo

Para comprobar cómo es una de sus compras, SUR acompaña a Esther a la tienda 'El hombre del saco', que lleva desde el mes de mayo en la esquina de la calle Montes de Oca con la calle Mármoles. Llega en bicibleta. «Es también una forma de no contaminar y, además, me ahorro el gimnasio», bromea esta joven, que actualmente ha vuelto a los estudios y cursa 1º de Matemáticas. De una mochila saca varios botes de plástico y pide al tendero, Greg Both, los productos que quiere: arroz, guisantes secos, lentejas, garbanzos... Su pregunta no es «¿qué producto está más bueno o es más barato?» sino «¿cuál viene de más cerca?», para reducir al máximo el impacto del transporte.

«Primero, se tara el envase que traigo desde casa y luego se pesa con el producto», explica Esther, quien también lleva bolsas de tela. «Hay muchas alternativas, poco a poco van surgiendo nuevas tiendas de venta a granel como El Hombre del Saco o Bulk Shop, en Huelin. Y hay otras de toda la vida como La Tienda de las Especias o las tiendas en los mercados», afirma.

«En las grandes superficies es más complicado, pero en las tiendas de barrio nadie te pone problemas si no quieres bolsas, te lo pesan directamente», dice. Aunque ella es vegana, sabe por otros usuarios que cuando tienen que comprar en la carnicería, pescadería o en la charcutería, se llevan sus 'tupper' de casa y piden a los comerciantes que les taren los envases.

En cuanto a los productos de higiene, utiliza un mismo jabón en pastilla para el pelo y el cuerpo, y fabrica su propio desodorante y pasta dental. Y para la limpieza del hogar y la ropa, emplea jabón que fabrican con aceite reciclado en su grupo de consumo. «Nadie es profeta en su tierra; mi familia y mi pareja creen que no vale la pena tanto esfuerzo y a veces es frustrante pero me enfoco en lo que puedo hacer y no en lo que no», dice Esther, convencida de que estas prácticas poco a poco irán calando.

La implicación de Esther con este tema hace que haya buscado soluciones para prácticamente casi todo. Para evitar usar bolsas de basura, guarda en dos cubos los resíduos orgánicos y cada cierto tiempo los lleva a la Universidad de Málaga, donde realizan compost. El resto de basura, como no consume envases, no tiene que preocuparse por ella. En cuanto a la ropa, asegura que prefiere gastar un poco más en una prenda de más calidad pero de una tienda de consumo responsable, aunque ello conlleve tener menos cantidad de prendas. «Lo que me ahorro al evitar comprar en supermercados lo invierto en eso», señala. Incluso en el tema de pañales y compresas higiénicas existen opciones de tela. «Con este estilo de vida estoy aprendiendo mucho de mí misma y de cómo funciona la mente en general, observando las excusas que nos ponemos. Esto se traduce en una mayor consciencia, libertad y responsabilidad. Es un aprendizaje y un proceso que nunca acaba», señala Esther.

El Hombre del Saco', productos a granel en la calle Mármoles

Greg Both, húngaro de 39 años regenta 'El hombre del saco', un nombre que lejos de pretender dar miedo, quiere llamar la atención para potenciar la venta a granel de legumbres, tes, cafés y alimentos secos a granel convencido de que la demanda de este tipo de productos tiene un público que va en aumento. De hecho, su página web está a punto de echar a andar www.elhombredelsaco.eu.

«Yo también comparto esta filosofía de vida del Zero Waste y de llevar una existencia mucho más respetuosa y consciente; he trabajado en grandes multinacionales, siempre con prisas, corriendo de un lado para otro y llegó un momento en el que decidí que tenía que cambiar», señala Greg, quien afirma que ahora ha conseguido vivir con menos y se siente mucho mejor.

Muchos de sus clientes son vecinos del barrio que se acercan porque «es como se compraba antiguamente». Otros, son jóvenes convencidos con el Zero Waste. «Mucha gente me pregunta por el nombre», confiesa Greg, que decidió instalarse en Málaga, porque se enamoró de la ciudad cuando vino a visitar a un amigo. Ahora, cuenta con más de 350 productos en su tienda.

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