Borrar
Una escuela infantil en el hospital de Guinea-Bisáu. RC
El libro de la vida

El libro de la vida

La organización española Aida ha salvado a más de 400 niños de Guinea-Bisáu gracias a la financiación a través de librerías solidarias. Recauda más de 100.000 euros al año con la venta de ejemplares de segunda mano

fernando miñana

Miércoles, 26 de diciembre 2018, 00:23

Víctor Madrigal vive en Bisáu, la capital de Guinea-Bisáu, con su mujer guineana y sus dos hijos pequeños, de cuatro y dos años, también nativos. Dice que allí, en aquella tierra estrangulada por la corrupción, donde la pobreza se expande hasta el rincón más recóndito, es feliz. «Tengo una vida agradable en un país formado por gente sencilla y amabilísima. Gente que genera buen rollo, alegre, simpática. El problema son las élites, los que tienen el poder, que no son tan sencillos ni tan buena gente...».

Este cooperante español, nacido hace 45 años en Santander, que vivió 14 en Cádiz, lleva desde 2006 en aquel país incrustado entre Senegal, Guinea y el océano Atlántico. Se presentó para liderar un proyecto con el que Aida, una asociación sin ánimo de lucro, pretendía instaurar allí la piscicultura, como ya había hecho en Vietnam. Le eligieron, dejó su empleo como inspector de pesca en el Ministerio y se mudó a vivir a una isla. Al año y medio se trasladó a Bisáu y allí conoció a otros cooperantes, incluido un franciscano, fray Michael Daniel, mitad italiano, mitad estadounidense, que ayudaba a pacientes, fundamentalmente niños, a ser evacuados a Portugal cuando no tenían solución en su país. «Todo empezó por casualidad, cuando un niño se dio un golpe jugando al fútbol y acabó en coma». Entonces descubrió que existe un acuerdo con Portugal que permite anualmente a 300 guineanos beneficiarse de la Seguridad Social del antiguo colonizador. A partir de entonces, empezó a enviar a enfermos allí.

AIDA

  • Origen Aida-Ayuda, Intercambio y Desarrollo nació en 1999 de la colaboración de dos cooperantes, Trinidad López Carral y Javier Gila, que se habían conocido en diferentes proyectos de desarrollo en Vietnam. Se fundó, con otras seis personas, con vocación asiática, pero no tardaron en cooperar en otros continentes

  • 25.000 personas se han beneficiado ya de los fondos que logran gracias a las librerías solidarias. Aida fue la primera en abrir una en España

  • 70 niños han sido evacuados en 2018 para ser operados en Europa. Hasta ahora, la media anual era de 35 o 40

  • 45 años es la esperanza de vida en Guinea-Bisáu. Los niños evacuados, enfermos terminales en su país, pueden llegar a los 25 o 30 años en vez de morir en pocos meses

Un grupo de cooperantes, incluido Víctor, decidió ayudar a Daniel y perfeccionar su sistema creando una red de voluntarios. A finales de 2007, Javier Gila, presidente de Aida, le animó a presentar un proyecto y en enero de 2008 llegaron 100.500 euros para dar sustento a esta iniciativa para evacuar a niños gravemente enfermos de Guinea-Bisáu. El proyecto amplió su radio de acción y encontró hospitales dispuestos a operar a estos niños en España, Suiza e Italia, además de Portugal. Más de 400 guineanos se han beneficiado de esta ayuda. Nueve de cada diez son niños. Y de estos, el 80% son cardiópatas.

Diez años después, ahí siguen. Aquella subvención pública se agotó, pero Aida encontró una fórmula para seguir financiando este proyecto vital para decenas de niños en un país, uno de los más pobres del planeta, donde la sanidad no es pública, la esperanza de vida se sitúa en 45 años –justo la edad de Víctor Madrigal– y la mortalidad infantil es, «probablemente, la más alta del mundo –hace menos de cien años morían seis de cada diez bebés–», advierte el cooperante.

Igor Rodrigues, con algunos de los evacuados. RC

Portugal | Niños que estuvieron en Casa Damiao, una residencia de acogida

Igor Rodrigues, uno de los responsables de la Casa Damiao, de Portugal, una de las residencias que acoge a niños guineanos durante su estancia en el país, estuvo de visita en Bisáu, la capital de Guinea-Bisáu, y se reencontró con algunos de los jóvenes que habían estado en la casa con él. Portugal es uno de los cuatro destinos de los niños evacuados por Aida para ser tratados en Europa de las enfermedades que sufren a tan corta edad. Los otros tres son España, Italia y Suiza. En 2017 se gestionaron 42 evacuaciones sanitarias de casos nuevos. De ellos, 23 pacientes fueron a Portugal (Lisboa, Oporto y Coimbra), 11 a Italia (Bérgamo y Verona), seis a España (Madrid, Santander y Córdoba) y dos a Suiza (Lugano). Para ello, se ha trabajado con trece hospitales europeos y se ha coordinado la asistencia con nueve instituciones sin ánimo de lucro de los cuatro países. De regreso a Bisáu, les aseguran un seguimiento médico gratuito y se les atiende cada vez que están enfermos.

Aida- Ayuda, Intercambio y Desarrollo decidió en 2009 abrir una librería solidaria en Segovia, la ciudad de Javier Gila, su presidente y uno de los ocho fundadores. Nueve años después, ya son diez librerías repartidas por España y en 2017 recaudaron más de 100.000 euros para la causa. «Vendemos a una media de 1,8 euros por ejemplar y tenemos cerca de 365 voluntarios en todo el país». Todo gracias a una casualidad. «Una Nochevieja, la de 2008, nos presentaron a una persona que hacía algo similar en Irlanda. Buscaba una organización en España y ahí vimos el cielo abierto», celebra Gila.

Una de esas librerías está en la calle Molinell de Valencia. Lleva cinco años abierta y ya es la que más factura. Levantó la persiana Diego Barrachina, que era el dueño de aquella planta baja, y ahora le han sumado un almacén justo al lado donde se apilan miles de libros mientras dos voluntarios los fichan pacientemente para poner en marcha la venta por internet.

50.000 libros

Uno de los voluntarios más apasionados que ayudan allí es Gabriel Zoia, un veneciano de 60 años que vino a España por amor y permanece aquí básicamente por su vocación solidaria, por su estrecha vinculación con Aida Books&More, el proyecto de Aida para lograr financiación vendiendo libros de segunda mano con precios que van de uno a cinco euros. «Yo empecé hace cuatro años –explica Zoia–. Estaba en el paro y mi idea era ponerme con una ONG en el día de mañana. Vi esta y entré. Y de aquí no me muevo. Esto me encanta, y ayuda que sea con libros: es un artículo que me gusta. Encima, aquí todo es transversal; somos una piña».

Niñas en la casa de acogida Rosalie Rendu. RC

Bangladesh | Jimi, Salgi y Sagorika están becadas en una residencia para niñas

Jimi, Salgi y Sagorika son tres niñas de Bangladesh que se han beneficiado de la ayuda de Aida en Asia, otro de sus frentes. Las tres han estudiado y se han alojado en la casa Rosalie Rendu, una residencia a donde van a parar muchas menores que huyen de sus hogares para evitar un matrimonio precoz y de conveniencia con hombres mucho más mayores que ellas. Estas tres chiquillas se beneficiaron también de los fondos para seguir con sus estudios superiores y alcanzar la posibilidad de llegar a la universidad para aprender un oficio que les salve de depender económicamente de la familia, el principal argumento para esposarlas con quien quieren. En la actualidad, son tres las beneficiarias de esta beca: Jimi, Sagorika y Salgi Daru. Juntas estudian en la Holy Family High School y residen en la casa de acogida de Santa Teresa para niñas, en Mymensingh. Para el próximo curso, se prevé que cinco niñas más accedan a esta ayuda económica.

Sorprende el trajín de clientes entrando, escudriñando las estanterías y saliendo con cuatro, cinco, seis libros. «Los tenemos por miles, 40.000 o 50.000. Nos los da la gente y muchos vienen aquí en busca de alguna joya. A veces, hasta la encuentran. Nosotros, a cambio, tenemos la consigna de explicar a los clientes lo que hacemos. Poco dinero aquí es mucho en Guinea-Bisáu. Con 10 euros pueden comprar un saco de 50 kilos de arroz del que come mucha gente. Por eso soy muy feliz aquí. Y cada uno sabe hacer una cosa: tenemos al manitas, el informático, el experto en literatura, un escaparatista que trabajaba para El Corte Inglés... Y entre todos nos complementamos».

Uno de sus voluntarios más populares es Alfa Umaro Balde. Alfa tiene un cuerpo muy pequeño y un corazón muy grande. Nació en Guinea-Bisáu y llegó a Europa «el año del Mundial de fútbol de España (1982)». Primero estuvo en Portugal, con 14 años, gracias a una beca para estudiar en Lisboa, pero la mujer del familiar que le acogió en su casa le incomodaba cuando se le iba la mano con la bebida, así que se fue con un primo marinero a Canarias. Y, más tarde, el servicio militar en Melilla. «Allí conocí a un valenciano, nos hicimos muy amigos y me invitó a ir a su tierra en vacaciones». Allí le gustaba acompañar al padre de su amigo, que tenía un horno y salía bien temprano a hacer el reparto. «Al tercer día cayó enfermo y le solté: 'Don Manuel, yo puedo hacerlo'. Lo hice bien y, como no sabía qué hacer después de la mili, acabó dándome trabajo».

El interior de una de las dos librerías solidarias que Aida tiene en Valencia. JESÚS SIGNES

Ahora se dedica a repartir la prensa por los kioscos con su furgoneta. Y cuando acaba le gusta ir a echar una mano a la librería solidaria de Aida. «Siempre que he podido he colaborado con varias oenegés: Save the Children, Médicos Sin Fronteras, la lucha contra el cáncer... Y llevo 25 años como donante de sangre. Allí un médico me dijo que conocía Bafatá (una ciudad de Guinea-Bisáu) y me habló de la asociación. Al ver que ayudaban a los niños de mi país, no lo dudé».

Alfa lleva unas llamativas marcas en el rostro, al lado de los ojos, una costumbre atávica de su tribu, los fula. «Cuando era niño hubo una guerra entre tribus con machetes y palos. Como no daba para uniformes, cada tribu marcaba a los suyos para diferenciarlos. Mi padre me marcó al nacer. Eso ya no se hace. Mi generación fue la última. Hay otras que van con el pecho marcado, la frente...», relata antes de explicar que su padre fue asesinado después de luchar contra Portugal por la independencia. «Hubo un minigolpe, lo cogieron y lo encarcelaron. Falleció en la prisión, pero sé que lo mataron ellos. Poco después, mi madre murió atropellada por un camión del Ejército, todo muy sospechoso. Por eso me tuvieron que sacar de allí».

«La mortalidad infantil es posiblemente la peor del mundo»

Víctor Madrigal (Cooperante)

Además de ayudar con personas anónimas a través de varias oenegés, Alfa también envía dinero a sus familiares. «La vida allí es complicada. La corrupción está acabando con el país, que es muy pobre pero también muy tranquilo. Su lema es vive y deja vivir. Yo ayudo a mis hermanos como puedo, les he enviado dos vehículos. Pero lo que a mí más me emociona es ver cómo Aida ayuda a los niños de mi país, eso me conmueve».

El pequeño Gabriel. Rc

Nepal | Gabriel fue operado en Madrid de un cáncer en los huesos

Gabriel Idrissa Djassi es uno de los niños que han alargado su vida gracias a Aida, Books&More. Este pequeño ciudadano de Guinea-Bisáu fue evacuado de su país, donde no podía ser tratado, y trasladado a España. Fue operado en el Hospital Quirón de Madrid de un osteosarcoma –un cáncer que se desarrolla en el tejido nuevo de los huesos en crecimiento– metatársico de hallux en el pie izquierdo. El chaval tiene 12 años, se le evacuó en octubre de 2017 y fue intervenido poco después. A su vuelta, como todos los niños, recibió tratamiento médico gratuito. Esta es otra de las vías de ayuda que posibilita la financiación obtenida de las librerías solidarias de Aida Books, que no solo permite la evacuación de los niños, sino también la asistencia en un hospital de la capital y el acceso a medicamentos que son inalcanzables para muchas familias en un país donde la sanidad no es pública, pese a la elevada mortalidad infantil.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

diariosur El libro de la vida