ANTONIO CORBILLÓN
Martes, 9 de julio 2019, 00:23
Silicon Valley marca tendencia no solo en la tecnología digital. El valle californiano que ha traído el futuro al mundo también le recomienda que mire al pasado. De allí, además de 'iphones' exportaron otras modas como la paleodieta (carne cruda). Y, para 'empujar' un buen menú sin conservantes ni colorantes, nada mejor que hacerlo con agua sin tratar.
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El agua cruda (raw water, en inglés), se ha convertido en el último gran negocio alimentario. En el corazón tecnológico del mundo se pueden comprar una garrafa de cuatro galones (unos 15 litros) por algo más de 50 euros. Es el doble que hace unos meses porque la demanda ha crecido.
Y, tras extenderse por Estados Unidos, está dando el salto a Europa. Uno de sus gurús es Daniel Vitalis, fundador de la web www.findspring.com. En su portal se despliega un mapamundi con los lugares del mundo donde recomienda el uso de manantiales sin tratar ni filtrar. Ya hay más de un centenar en la Unión Europea, ocho de ellos en España.
Vitalis aparece en sus vídeos como una especie de 'buen salvaje' moderno dedicado a la caza y la pesca en entornos naturales. Afirma que «el agua del grifo está contaminada con antibióticos, sustancias, cloro y fluoruro, que sabemos que es neurotóxico».
Argumentos que expanden otros defensores de la 'raw water' que insisten en que el agua directa de manantial contiene minerales saludables que se anulan cuando es tratada para que llegue al hogar. El binomio simplista «lo natural es bueno, lo tratado es malo», está dando lugar a un buen negocio. Por Estados Unidos crecen empresas como Zero Mass Water (nacida en Arizona) que instala en las casas sistemas para recolectar agua de lluvia o del rocío. O como Live Water (Opal Spring, Oregón) que vende agua en bidones de vidrio sin plomo y afirma en su publicidad que «el agua cruda mantiene la piel hidratada, reduce las arrugas, aumenta la flexibilidad y la fuerza de las articulaciones».
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«Es mentira. El agua cruda no tiene ningún fundamento científico». Así de tajante rechaza este movimiento el biólogo y experto en Seguridad Alimentaria del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Alfonso Carrascosa. Este especialista emparenta estas corrientes con otras «igualmente peligrosas» como los antivacunas o los militantes de la paleodieta. «Gracias al tratamiento del agua se han cambiado los parámetros de mortalidad del mundo ya que siempre es portadora de patógenos», insiste Carrascosa. Este experto, que desarrolla su labor en el Museo de Ciencias Naturales de Madrid, recuerda que «el continente con menor esperanza de vida (África) es también el que consume más agua no tratada».
La Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte de que cada año mueren en el mundo medio millón de personas por el consumo obligado de agua sin tratar. No tenían otra opción. Todavía 663 millones de humanos acuden a fuentes sin garantías sanitarias.
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En España, como insiste Carrascosa y también la secretaria general de Aguas Minerales de España (Aneabe), Irene Zafra, «no podría comercializarse un producto como el 'agua cruda'». El 98% de lo que se vende es agua mineral natural. Un sello que solo se logra tras «un largo y exigente expediente administrativo, en el que intervienen las autoridades de Minas, Sanidad y Medio Ambiente», explica Zafra.
«No tratada, pero sí analizada para garantizar su uso», recalca Carrascosa. Se envasa a pie de manantial en un proceso de «absoluta asepsia» en el que cada denominación realiza «más de 300 análisis diarios para monitorizar que se mantienen inalterables tanto la calidad como las propiedades», continúan desde Aneabe.
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Las docenas de marcas de agua mineral natural nacieron en los balnearios y se empezaron a comercializar en las farmacias bajo la denominación de 'mineromedicinales'. La creciente demanda las acabó situando en las baldas de las tiendas hace medio siglo.
El agua del grifo española procede de aguas superficiales y orígenes diversos (embalses, ríos, desalinizadoras). Lo que exige que «deban ser desinfectadas y tratadas químicamente» para garantizar su seguridad alimentaria. Un protocolo básico porque, al ser de origen cambiante, no se puede garantizar en el momento de su ingesta.
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Irene Zafra. Aguas Minerales
Alfonso Carrascosa. Biólogo
Lo más parecido que se conoce en la península al 'agua cruda' son las miles de fuentes a las que acude la gente con sus garrafas tras oír por el boca a boca su idoneidad o buenas propiedades. En muchos casos, esos caños aparecen junto a un cartel: 'agua no potable' o 'agua no tratada'. Los expertos consultados insisten en que las autoridades sanitarias realizan una completa labor de vigilancia por todo el territorio. «Por ello, recomendamos a los ciudadanos que se aseguren de que se trata de aguas declaradas como aptas», argumenta desde la industria, Irene Zafra.
En esa labor también colaboran desde el CSIC, cuyo divulgador en Seguridad Alimentaria, Alfonso Carrascosa, lo resume de forma telegráfica. «'No potable': no tiene agentes infecciosos. Pero no debes beberla. Si fuera peligrosa, se clausura. Y punto».
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