

Secciones
Servicios
Destacamos
Sin abejas no hay fruta. Ése es el lema de las camisetas que llevan los fundadores de Bee Garden, Eva Gómez y José Gil, dos apasionados de la naturaleza con mucho compromiso por la sostenibilidad. Ella, nacida y criada en la localidad murciana de Cieza. Él, a pesar de ser de la ciudad de Málaga, ha estado unido al campo desde muy pequeño, porque su padre es de El Burgo y su madre, de Tolox.
Ambos se conocieron en un congreso sobre peces en 2006. Las abejas aún no sobrevolaban sobre su destino. Desde aquel evento el afecto y el trabajo los han convertido en casi inseparables. A los dos les unió una honda preocupación por el medio ambiente. Eva es química agrícola y José, biólogo. Esa formación y sus respectivas experiencias justifican esa inquietud.
«La contaminación y sus consecuencias nos afectan a todos», recuerda José, que lamenta que, tras el confinamiento, ha vuelto a encontrar basura tirada en sus salidas. No hemos aprendido mucho con esta pandemia.
«Al menos, a las abejas les ha venido bien», apunta con cierto optimismo Eva. Sin apenas humanos en el campo y con lluvias primaverales, este año hay más producción. Eso sí, de momento, no es más que una raya en el agua.
Esta pareja de apicultores no sólo aprovecha lo que sale de una colmena. También defiende sus virtudes, aunque este año su labor de difusión se haya visto pausada por el dichoso coronavirus. Lo normal es que en el próximo curso vuelvan a los centros educativos con «una colmena de observación» a enseñar a los más pequeños que la abeja no tiene la absurda misión de picar sino de polinizar. De un maletín, sacan algo que a los niños impresiona y atrea a partes iguales. Una colmena con sus abejas vivas dentro de una caja de cristal las muestra como son: «trabajadoras y organizadas».
En ese sentido, José y Eva intentan transmitir «los valores de compañerismo y colaboración» que tienen estos insectos, de los que depende tanto el planeta. «Explicamos a los niños que no hay que darles manotazos; ni deben tenerles miedo porque ellas trabajan con las flores, no clavando aguijones por gusto», advierte Eva.
Claro que pueden picar, sí, pero, si lo hacen, puede ser o un legítimo acto de defensa o un simple malentendido.
Lo saben ambos, que no es la primera vez que han acudido a una casa a llevarse una colmena 'okupa'. En ocasiones, en primavera aumenta la población de abejas tanto que buscan morada en viviendas ajenas. «En cuanto ocurre, no hay que perder los nervios sino llamar a un apicultor», añade Eva.
Sus secretos los conoce y difunde José que desde muy pequeño aprendió de su padre su afición en la Sierra de las Nieves. Hoy, junto a Eva, la ha convertido en trabajo y pasión.
Ambos incluso han enseñado a otros apicultores, que han venido de regiones como Extremadura o Madrid para formarse en algo más que ser un colmenero. Por su escuela han pasado ya más de doscientas personas: desde los que tenían mucha curiosidad que saciar hasta los que han hecho de la abeja el eje de su profesión. No es más competencia. «Todo lo contrario, nos alegra que cada vez haya más apicultores», asevera José.
Pero, a pesar de que las colmenas, les ocupa, también les preocupa no poder concienciar a los demás de la importancia de proteger nuestro entorno. Por esa razón, Bee Garden no es sólo una empresa de apicultura sino sobre todo un ente pensado para la difusión de valores con los que repensar el mundo. Ellos lo llaman 'Aula de InterpretaciónApícola y Ambiental', pero es mucho más. Es una forma de advertir que necesitamos al campo para mucho más de lo que pensamos.
BeeGarden lleva más de un lustro con una actividad frenética, donde la vocación y el tesón pueden más que los horarios. Ellos lo saben. Por eso, intentan administrarse un poco de tiempo libre.
Aveces, lo hacen por separado. Otras lo comparten. Yen algunas ocasiones vuelven a girar en torno a este mundo que tanto les apasiona. Si hacen turismo, buscan algún museo o espacio relacionados con lo suyo. Incluso buscan a un amigo cocinero para probar nuevas fórmulas culinarias con sus mieles.
Con tanto por hacer, se dan cuenta que necesitan más espacio para su proyecto vital y compartido. De hecho, buscan un local que albergue su propio museo, su aula de formación, su lugar para envasar miel y sitio para otra de sus pasiones, sus experimentos con la acuoponía, en la que los peces y las plantas crean una simbiosis beneficiosa para ellos, pero también para el hombre.
Densa, suculenta y natural. Así es la miel que elaboran en Bee Garden. De la colmena a la mesa, sólo hay un paso, su correcto envase en tarros de cristal. Ni se pasteuriza ni se calienta. Ni, muchísimo menos, se mezcla con otras mieles u otros productos.
En la actualidad, Eva y José hacen cuatro mieles distintas. Tres de ellas son monovarietales: tomillo, aguacate y castaño. A ellas unen la más tradicional, la conocida como 'milflores', un 'coupage' de la naturaleza que combina sabores, aromas y propiedades muy diversos.
Aunque ésta sea la más demandada, los paladares son cada vez más atrevidos. Lo saben bien en Bee Garden, que, tanto en catas como en degustaciones en eventos han observado que las de aguacate y castaño no dejan indiferente a nadie. «La de tomillo quizás sea más similar a la milflores», apunta Eva. Sin embargo, las otras dos tienen un sabor más peculiar y sorprendente, que les abre más posibilidades.
Hoy las venden en tiendas 'on line' y en negocios comprometidos con los productos locales.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Favoritos de los suscriptores
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.