Cómo Hemingway convirtió unos Sanfermines locales en una fiesta universal
Los Sanfermines eran una fiesta popular pero española… hasta que llegó Hemingway
Gabriel Insausti Herrero-Velarde
Universidad de Navarra
Miércoles, 5 de julio 2023, 08:26
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Gabriel Insausti Herrero-Velarde
Universidad de Navarra
Miércoles, 5 de julio 2023, 08:26
Jake Barnes es corresponsal de un periódico norteamericano en el París de 1922. Cohn, un amigo que vagabundea por allí. Brett, la hermosa divorciada que ha convertido la capital francesa en un andén entre dos trenes. Mike, la promesa de marido que se ha procurado ... entretanto. Y Bill, un amigo de Jake que solo parece pensar en la pesca.
A todos ellos, y al torero Pedro Romero, trasunto del Niño de la Palma, los reúne Hemingway en la Pamplona de Fiesta (1926). Es decir, en los Sanfermines.
La fiesta celebra al copatrón de Navarra, san Fermín, hijo de Firmo, un oficial romano cristianizado hacia el siglo III por san Saturnino, obispo de Toulouse. Según la leyenda, Fermín se habría establecido en Amiens y muerto mártir. Según la tradición oral en Pamplona, de ahí viene el pañuelico rojo que se lleva al cuello en las fiestas.
La historia de los Sanfermines sería larga de contar. A lo largo de los siglos ha conocido cambios. Entre los siglos XIV y XVI hubo un baile de fechas que hizo que fuesen celebraciones otoñales primero, solsticiales más tarde y veraniegas finalmente. En 1939 se ideó el ritual del txupinazo, el estallido de un cohete que da inicio a la fiesta, el mediodía del día 6 de julio.
Lo más conocido de las fiestas es el encierro, el trayecto que los seis toros que van a participar en la corrida de la tarde hacen a las ocho de la mañana entre el establo y la plaza, cruzando el casco antiguo de Pamplona. Antiguamente, los toros eran llevados por los ganaderos. De esta costumbre se mantiene la actual tradición de correr delante de los animales hasta que lleguen a su destino.
Pero no solo existe esa costumbre durante los Sanfermines. Entre las muchas tradiciones que los constituyen están la misa y la procesión de San Fermín, patrón de Pamplona y de Navarra, el encierrillo –en el que cada día, a las diez de la noche, se lleva al establo a los toros que participarán en el encierro de la mañana siguiente– o el «riau riau», una celebración popular en la que los ciudadanos cantan y bailan un vals del siglo XIX, ocupando las calles del centro e impidiendo el paso a la corporación municipal. El riau riau lleva varios años ausente de las celebraciones oficiales, aunque sigue realizándose de forma extraoficial.
Los Sanfermines son un cúmulo de tradiciones y una amalgama de cristianismo y paganismo. Hemingway supo verlo al instante. La corrida de toros, afirma en su novela, es «una tragedia en tres actos». Más tarde, en cambio, observa que «San Fermín es también una fiesta religiosa».
De hecho, puede decirse que es precisamente la recreación literaria de los Sanfermnines a manos de Hemingway lo que dio forma a lo que conocemos hoy. Basta un vistazo a la novela para comprobarlo.
Varios son los temas en Fiesta. El primero es el drama de Jake: su impotencia, causada por una herida de guerra, queda subrayada por la ironía de que Brett lo prefiera entre los hombres que la pretenden (Mike, Romero, Cohn) y por la exaltación de la virilidad que supone la fiesta de los toros. Es Jake además el narrador, pero no nos desvela su dolencia hasta muy avanzada la historia, y lo hace sin profundizar en ello, para que el lector lea entre líneas.
Otro tema de fondo es el clima anímico, que convierte Fiesta en un emblema de lo que Gertrude Stein bautizó como la «generación perdida», traumatizada por la Primera Guerra Mundial. De hecho, fue Stein quien aconsejó a Hemingway que conociera los Sanfermines.
Así, la herida de Jake invita a una lectura simbólica, y señala un mal que no le es exclusivo. Reveladoramente, uno de los sarcasmos que Cohn dirige contra Brett –la llama «Circe», porque «convierte a los hombres en cerdos», como la hechicera de la Odisea– sugiere que, al igual que Ulises, este grupo de norteamericanos se resiste a regresar a su patria tras la conclusión de una guerra que ha derribado todas sus certezas. Tras la visible hambre de acción acecha en realidad el tedio.
Este artículo ha sido publicado en 'The conversation'.
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