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ÍÑIGO GURRUCHAGA
Domingo, 31 de marzo 2019, 23:34
Un grupo de mujeres británicas promueve estos días denuncias, investigaciones y juicios sobre la actuación de agentes de Scotland Yard que, bajo la tapadera de una falsa identidad, las enamoraron y entablaron relaciones sexuales con ellas, llegando en algún caso incluso a tener hijos en común. Las mujeres engañadas pertenecían a grupos ecologistas, defensores de derechos de los animales o contra la globalización en los que los servicios secretos británicos trataban de infiltrarse. Una vez obtenida la información deseada, los agentes desaparecieron antes de que pudieran ser identificados como espías del Gobierno.
El caso de Mark Kennedy, nacido en Londres hace 49 años, es el más notorio. Se infiltró en un grupo ecologista y en 2011 seis de sus miembros fueron puestos en libertad sin cargos por un tribunal de Nottingham, porque argumentaron que el hombre al que conocían como 'Mark Stone', y que ahora resultaba ser un policía, fue uno de los principales instigadores de la invasión del recinto de una central eléctrica de carbón en la que 150 activistas fueron detenidos.
La historia de la persecución de organizaciones radicales, de mafias o grupos terroristas está repleta de ejemplos en los que el agente infiltrado fue, como 'Stone' entre los ecologistas de Nottingham, un 'agent provocateur', comportándose como uno de los miembros más entusiastas de la organización. La cuestión que se plantea ahora en Gran Bretaña es hasta dónde pueden llegar en su misión. Kate Wilson, que mantuvo una relación con Kennedy durante dos años, ha exhibido en sus comparecencias públicas una camiseta del movimiento 'Me Too'. Su denuncia señala a una posible victimización por género en la conducta de infiltrados.
«En 2003 conocí a 'Mark Stone' en una movilización contra la cumbre del G8 en Escocia. Era encantador y desarmaba. Compartía mis intereses y mi pasión por las actividades políticas que hacíamos. Me contó muchas historias íntimas y secretos. Vivimos dos años juntos como amantes», escribe Kate en la página de la organización policespiesoutoflives.org.uk (espías de la Policía fuera de las vidas). «Se convirtió en una persona muy cercana a mis padres. Pasó muchas noches en su casa. Asistió al noventa cumpleaños de mi abuela. Conoció a toda mi familia. Mantuvimos después la amistad durante muchos años. En 2010 me llamaron por teléfono unos amigos para decirme que este hombre, Mark Stone, con quien había compartido mi vida, nunca existió. El impacto que me causó, el duelo y la paranoia, y el sentimiento de vergüenza me paralizaron durante mucho, mucho tiempo».
Wilson es una de las ocho mujeres que inicialmente emprendieron demandas legales contra cinco agentes infiltrados por Scotland Yard. La Policía de Londres se limitó en un primer momento a sugerirles que los denunciasen por sus acciones individuales, pero finalmente pidió disculpas públicamente en 2015: «Está claro que algunos oficiales establecieron relaciones sexuales íntimas de largo plazo, que abusaron, engañaron y manipularon, y nunca tendría que haber ocurrido», admitió su portavoz.
La investigación interna encontró un 'Manual del oficio' escrito en 1996 para los miembros de la Brigada Especial de Manifestaciones. En el texto se recordaba que las relaciones sentimentales durante operaciones «habían creado en el pasado todo tipo de problemas». «Debería evitarse al sexo opuesto tanto tiempo como sea posible», escribía el autor del manual, puntualizando que su consejo no era moral. Porque, si el infiltrado en el grupo terrorista puede preguntarse si debe matar para llegar a la cima, la misión del agente en un grupo ecologista podría quedar al descubierto si éste se negara a ligar.
«Pueden darse circunstancias en las que tu falta de interés (por las relaciones sexuales) parezca sospechosa…», advierte el manual en un fragmento publicado en un juicio, tras borrar los consejos sobre cómo evitar esas sospechas. «Las opciones son complicadas y tú debes decidir. Si no tienes otra opción que implicarte con una de ellas, tendrías que intentar mantener relaciones efímeras y desastrosas con personas que no son importantes como fuentes de información», aconsejaba la guía para infiltrados.
'Stone' mantuvo durante seis años una relación sentimental con una activista, 'Lisa', hasta que en un viaje a Italia ella descubrió en la guantera del automóvil en el que viajaban un pasaporte con la foto de su novio en el que figuraba otro nombre, Mark Kennedy. Estaba casado, tenía dos hijos y domicilio en Irlanda. «No era simplemente un hombre que me había mentido en una relación, era un personaje de ficción», escribe sobre su caso. «Y fue plantado en mi vida por la Policía, y para montar ese engaño fue adiestrado».
En el caso de 'Rosa', su compañero sentimental y de actividades políticas fue Andrew Boyling, que se hacía llamar 'Jim Sutton'. Era un hombre difícil. Como otros agentes, sufría súbitos hundimientos anímicos y desaparecía. Tras una larga ausencia, regresó sin previo aviso. 'Rosa' dio a luz a dos hijos engendrados con él y después se separaron definitivamente. El día en el que la Policía condenó los hechos y pagó compensaciones a las mujeres, ella se quejó de que su comunicado ni siquiera mencionase a sus hijos ni «el daño que han hecho a generaciones futuras».
'Monica', miembro de Reclaim The Streets (recuperar las calles), también fue amante de Boyling, que estableció relaciones sexuales con otras dos mujeres del grupo. Pidió a la Fiscalía de la Corona que le demandase ante los tribunales por violación. Una fiscal llegó a la conclusión de que no hay posibilidad de que ese cargo sea aceptado por un jurado. La abogada de 'Monica' pidió al Tribunal Superior su opinión sobre esa decisión y la sentencia dictada por el Lord Jefe de la Justicia, el magistrado de más rango en Inglaterra, dio la razón a la fiscal en diciembre.
La abogada de 'Monica' argumentó que «el engaño», patrocinado por el Estado, «le robó la libertad de decidir» si consentía mantener una relación sexual. 'Monica' «nunca, nunca, nunca hubiese aceptado tener una relación con un policía», según su testimonio. Para la abogada, hay violación cuando el engaño que vicia el consentimiento es «suficientemente grave». No se aplicaría, según ella, por mentiras de una pareja sobre su riqueza o estatus social, pero sí cuando miente sobre su estado civil.
Para la Fiscalía, en cambio, la atracción entre ambos fue genuina y Boyling «es la misma persona que mantuvo relaciones sexuales con 'Monica'». Añadió que sería contrario a los derechos humanos que se le aplicasen criterios legales sobre consentimiento y violación posteriores a la fecha de los actos de los que se le acusa.
El Tribunal Superior falló que el Parlamento tendrá que cambiar la interpretación del consentimiento si quiere «dar el salto» propuesto por la abogada de 'Monica'. «Cosas diferentes tienen importancia para gente diferente», dice su sentencia. «Para muchas personas, la situación financiera de una posible pareja sexual es muy importante», afirma. Si, como argumenta la abogada, el engaño sobre el estado civil es «suficientemente grave» como para que la relación sexual se convierta en violación, la bigamia, penada con seis años de cárcel, sería también violación, con cadena perpetua.
El recurso contra la sentencia se verá en el Tribunal de Apelación. La denuncia de Kate Wilson ante el Tribunal de Poderes de Investigación, por vulneración de varios artículos de la Convención Europea de Derechos Humanos, parece chocar, a puerta cerrada, con la renuencia de la Policía a presentar cerca de 10.000 documentos que mostrarían el nivel de conocimiento y complicidad de los mandos sobre la relación que mantuvo con Mark Kennedy, porque encontrarlos en sus archivos causaría un gasto excesivo.
Estos casos emergieron en la prensa británica cuando Theresa May era ministra de Interior y en 2015 ordenó una investigación pública, presidida por un juez, que analizará la infiltración de agentes por Scotland Yard desde 1968. Movimientos propalestinos, sindicatos, familiares de víctimas de asesinatos racistas, lores o políticos actuales también están personados en la investigación como afectados. La investigación iba a presentar sus conclusiones en 2018 pero aún no ha superado la fase preparatoria. La conclusión se aplaza a 2024 o 2025. Ningún infiltrado ha sido hasta ahora procesado.
Hay en la historia incompleta de la infiltración de agentes de Scotland Yard una mujer, pero el relato sobre 'Christine Green' que han publicado los activistas no incluye relaciones sexuales con hembras o varones del grupo. Y tiene una conclusión que no es clara. No parecen saber si el miembro del movimiento por los derechos de los animales con el que 'Christine' se alejó de ellos, primero en Cornualles y ahora en paradero desconocido, era otro agente o se habían constituido en pareja romántica, o ambas cosas.
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