El mes del Ramadán, periodo sagrado de los musulmanes, arrancó el pasado domingo en toda la comunidad islámica mundial. Una fiesta de contrición de los apetitos en la calle, pero de éxtasis ante las pantallas de televisión en Egipto. Durante este tiempo, la gente ... no tiene horas suficientes para consumir la enorme oferta de 'mousalsalets', culebrones diseñados para alimentar la mente de sueños y compensar el ayuno de los estómagos.
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Su tirón ha estado siempre ligado al Ramadán. «Entretenimiento con valores y principios totalmente conformes con el Islam. Eso explica su éxito en el mundo árabe y su fracaso fuera de él», resumía Yossef Cherif Rizkallah, director de los estudios Media City, el Hollywood de El Cairo, situado junto a sus famosas pirámides, cuando colaboró en 'Cultura de masas', el manual de repaso a las pantallas del mundo que publicó el escritor francés Frédéric Martel.
Son tramas de 30 capítulos, uno por día de ayuno, y 50 minutos de duración. Vidas cotidianas, problemas conyugales o sociales y folletines morales. Melodramas escapistas que reflejan los clichés predecibles del conflicto amoroso y familiar. No muy distintos a productos como 'Cristal' o 'Pasión de gavilanes', guiones venezolanos, brasileños o mexicanos que abrieron la puerta a las producciones propias en la España de los ochenta.
«Es como la Super Bowl (final del fútbol americano), pero dura un mes», resume enfáticamente el crítico cairota Joseph Fahim en 'Los Ángeles Times'. Esa ventana por la que respiraba la sociedad egipcia, y que después se exportaba al resto del mundo islámico que no fuera el Golfo Pérsico, se tambalea. El presidente del país de los faraones, el militar Abdel Fattah al-Sisi, ha puesto a los estudios Media City en su diana. Después de reprimir a la oposición e intimidar a la prensa, el cerco se estrecha sobre los miles de profesionales que deberían estar alentando los sueños de los egipcios ante las pantallas.
Al-Sisi dispone de su propia 'censura patriótica', funcionarios adictos a su régimen que dictan los guiones y ajustan los salarios de las grandes estrellas de la interpretación. Incluso ha creado una productora televisiva vinculada al Ejército que ha asumido el remate de los espectáculos más ambiciosos de esta temporada. Los que no siguen las reglas no llegarán a las parrillas. Por eso, la oferta este Ramadán se reducirá a la mitad de 'mousalsalets': no habrá más de 12 o 15 en los horarios de las cadenas. El pasado enero, el actor Amr Waked, el más internacional del país (trabajó junto a George Clooney en 'Syriana'), con un aire al estilo Antonio Banderas, fue condenado a ocho años de cárcel por criticar al presidente. La Unión de Actores le expulsó por «alta traición». Hoy vive refugiado en Europa.
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Ni siquiera Hosni Moubarak, otro militar que gobernó Egipto durante 30 años hasta la Primavera Árabe de 2011, se atrevió a tanto. Su opresión supo dejar espacios de libertad que incluyeron esta oferta lúdica. Un veterano director explica desde el anonimato a la prensa extranjera que los enviados de El-Sisi se presentaron en su estudio en invierno para marcarle «ciertas pautas». Nada de conflictos amorosos o dramas de familia. Tenía que «glorificar a los militares, atacar a los Hermanos Musulmanes y promover valores familiares conservadores que alienten a los jóvenes egipcios a obedecer a sus mayores».
En los años previos a esta ola represiva, las nuevas generaciones estaban logrando que la oferta televisiva reflejara los cambios que experimentaba su sociedad. «Los jóvenes quieren más acción y menos melodrama. Y más chicas guapas sin velo, algo ligeras de ropa. Incluso dejamos que, de vez en cuando, el chico bese a la chica», admitía Yossef Cherif.
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Todos estos avances se diluyen. La prensa egipcia publica cada año el 'ranking' de sus seriales como si fuera la lista de canciones más pinchadas en la radio fórmula. En el Ramadán del año pasado triunfó 'Nesr El-Saeed', protagonizada por Mohamed Ramadan (estrella y cantante), que interpretaba a un empresario de actividades ilícitas enamorado de dos mujeres, una de ellas su prima. O 'Ayoub', con las tribulaciones de un esforzado trabajador que acaba en la cárcel víctima de un complot en su empresa y, cuando sale a la calle, busca venganza. O 'Layali Eugénie', con las actrices más guapas del panorama.
En los años previos, los guionistas aún eran más arrojados. Una mujer, Mariam Naoum, escribió en 2015 'Heat wave' ('Olar de calor'), que incluyó una relación lésbica y a un hombre que era víctima de abuso sexual por la Policía. Esta oleada de represión coincide con días claves para el futuro del presidente Al-Sisi: ha logrado que le reciba Trump en la Casa Blanca, mientras el Parlamento ultima los cambios legales que podrían ampliar su mandato hasta 2034.
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De perpetuarse otros tres lustros en el poder, en la potente industria audiovisual cairota dan por hecho que tendrán que hacer las maletas hacia otros lares. O dedicarse a loar la pompa y circunstancia militar.
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