Daniela Carvalho

«Métele una patada... y grábalo»

¿Qué efecto tiene en ese niño al que han dado una paliza en el colegio que el vídeo se haga viral? Expertos advierten del riesgo que esa «sobreexposición» dibuje una sociedad «cada vez más impulsiva»

Domingo, 10 de abril 2022, 00:14

Aturdida por las patadas y los puñetazos, la chica trastabilla al conseguir (cuando le dejan) ponerse en pie: «¡Que no tengo sentimientos! ¡Me da igual que tengas sangre!». La que grita es su agresora, una chavala de edad similar (la víctima tiene 13 años). Contemplando ... la escena hay, por lo menos, otras dos adolescentes (además de la que graba). Están sentadas y no se menean ni con la primera patada, ni con la enésima bofetada, ni cuando agarran a la muchacha del pelo y la arrastran un metro por el suelo, ni cuando sangra por la nariz... El vídeo está en YouTube desde que se produjo la agresión, en septiembre de 2020. Lleva 120.319 visualizaciones, o sea que cada día lo ven más de 200 personas... pese al aviso que sale al principio: 'Estas imágenes muestran escenas violentas'. Al sufrimiento físico y psicológico de la niña por la paliza se suma otro: el producido por la difusión una y mil veces (120.000 sin contar los grupos de WhatsApp) del vídeo de la agresión.

Publicidad

«¿Cómo queda la víctima cuando esas imágenes se pasan de un teléfono a otro, cuando se repiten en bucle? Pues absolutamente machacada, por mucho que le pongamos una banda negra en los ojos para que no se la reconozca». José Antonio Luengo, psicólogo y miembro del equipo para la prevención del acoso escolar en la Comunidad de Madrid, se refiere a esta adolescente a la que otra patea en un polígono industrial de Jaén, pero también al indigente que vejan por diversión, al chico que apalizan en el metro... Todo grabado, circulando por las redes hasta hacerse viral. «Cada vez que se muestran esas imágenes se produce una revictimización, lo que dificulta enormemente el proceso de recuperación de la persona agredida. ¿A alguien le gustaría que todo el mundo viera cómo le pegan? Pero a las víctimas nadie les pregunta. Cuando se produjo la agresión sexual de 'la manada', ¿qué hicimos con esa chica? La sobreexpusimos», reprocha Estíbaliz Linares, investigadora de la Universidad de Deusto.

Paloma Abad Tejerina preside la Asociación Madrileña de Abogacía de Familia e Infancia y conoce al detalle casos así. «Las familias lo viven con gran sufrimiento, también las de los agresores, que quedan tachadas socialmente, que se ven señaladas en el vecindario, en el colegio, temen el efecto que esa agresión y su difusión masiva pueda tener en sus otros hijos...». Advierte antes de que se lo pregunten de que los menores que agreden «pertenecen a todos los estratos sociales», que no siempre proceden de un ambiente familiar o social violento. «¿Qué estamos haciendo al sobreprotegerlos, al comprarles la moto a los 16, la última mochila solo porque la lleva su amigo? Queremos que nuestros hijos tengan todo, parecemos colegas y no lo somos. Algunos de esos chicos agreden a sus propios padres, les roban... porque se creen con derechos y con ninguna obligación».

¿Se ha traducido eso en un incremento de las agresiones en los últimos años? «Palizas así han ocurrido siempre, pero antes había cierto 'freno de mano'. Hoy las palizas se propinan en grupo y el grupo pierde la razón, se diluye la responsabilidad porque uno le da una patada, otro una bofetada, otro le sujeta, otro graba... ¿Es nuevo el acoso escolar? No, pero hoy el ciberacoso no deja 'descansar' a la víctima ni el sábado ni el domingo. ¿Y violaciones grupales como las de la 'manada'? Eso de algún lado ha salido», reflexiona Javier Urra, doctor en Psicología y en Ciencias de la Salud, psicólogo de la Fiscalía Superior de Justicia de Madrid y primer Defensor del Menor.

Publicidad

Coinciden los expertos en que las redes han terminado por cambiar el panorama. «Antes si hacías algo malo tratabas de esconderlo, si te pillaban de niño robando peras te escapabas o le explicabas al dueño que tenías hambre. Pero hoy un chaval de veintitantos años se graba al volante a 200 kilómetros por hora sin manos porque cree que otros le van a aplaudir, a copiar, que va a ganar reconocimiento. Los chavales graban las palizas porque piensan que les da fama», explica Urra. Y el efecto, completa el psicólogo José Antonio Luengo, es que «una excesiva exposición a estos comportamientos detestables genera normalización y banalización. Hay quien lo ve y dice: 'Bueno, pues ahora voy a hacer esto yo con mis colegas'».

De rodillas

Eso hicieron los chavales que hace unos días propinaron dos patadas en la cabeza a un chaval de 13 años en un barrio de Bilbao. «Escúchame. Lo que vamos a hacer es meterle una patada, 'pumba' y que se caiga al suelo», le explica un chico a otro (un tercero graba). Enfrente, la víctima pide perdón arrodillada. Da igual, recibe los golpes, brutales. «El niño está asustado, de rodillas... No puede haber más indefensión». Y dibuja Javier Urra el contexto en el que está sucediendo esto: «Vivimos en una sociedad más impulsiva que está creando chavales más impulsivos, chavales que con 14 años están viendo pornografía violenta. Todo es un tuit, un 'me gusta', todo es ya... Tus abuelos plantaban una lechuga y esperaban a que creciera, salían de viaje y avisaban de que llegarían por la tarde, pero hoy dices: 'Llego a las cinco' y, como te retrases quince minutos, llama alguien: '¿Qué ha pasado?'. Hoy nadie espera. Si el avión tenía que salir a las diez y cuarto y son las diez y media nos quejamos, si el cajero tarda en darnos el dinero le damos una patada...».

Publicidad

Y, si hay ocasión, lo grabamos. «Sacamos fotos de lo que comemos, del sitio donde estamos... y también de una agresión, porque es un acto que hemos naturalizado», expone Estíbaliz Linares. Grabaciones así se encuentran por decenas en la red con un click, podrían verlas las propias víctimas. «Internet no lo podemos controlar. Otra cosa son los medios de comunicación. Lo han hecho bien con los casos de violencia de género. No emiten imágenes de la mujer maltratada o fallecida, recurren a escenas de manifestaciones, por ejemplo, más empoderantes», destaca la experta.

¿Cómo informar entonces sin agrandar el daño? «Los medios deben dar las imágenes porque nos permiten tomar conciencia, pero hay que cuidarlo cuantitativa y cualitativamente. Repetir en bucle el vídeo de una agresión media hora mientras varios contertulios comentan el episodio tiene un doble efecto negativo. Por un lado, al que está sensibilizado porque rechaza esos comportamientos no le aporta nada verlo una y otra vez sin parar, pero entre los que no tienen esa sensibilidad habrá quien pensará que eso da notoriedad porque uno agrede y otros le jalean y le refuerzan, erigiéndose en una especie de 'élite violenta' que es temida y a la que nadie se atreve a molestar. En niños que se mueven en ambientes donde la violencia es un modo de estar, la sobreexposición a estas imágenes puede provocar un efecto imitativo», advierte José Antonio Luengo.

Publicidad

«Tenemos que informar»

Él sugiere que los medios impresos publiquen la imagen «salvaguardando la identidad de los menores» y que los audiovisuales «emitan las imágenes o parte de ellas con un aviso del tipo: 'Vamos a ver un comportamiento marginal e indeseable', 'Son imágenes que pueden herir la sensibilidad', 'Tenemos que informar de esto, son imágenes detestables'... Se avisa y se emiten una vez para que el espectador se sobresalte, pero no más porque contribuiría a que se normalizase».

Javier Urra coincide con su colega e invita a los medios a «hacer una foto en profundidad y una elaboración constructiva» de estos episodios. «¿Ha habido sanción o no? Porque si ese chico que pega dos patadas en la cabeza a otro sale indemne, la sociedad debería movilizarse. Si eso 'sale gratis' hay que contarlo; pero si, por el contrario, eso supone seis meses de privación de libertad, también para que la gente sepa que estos actos conllevan consecuencias. Porque la sociedad se queda con la duda».

Publicidad

Un seguimiento del caso que él mismo reconoce casi imposible porque las fuentes oficiales -Fiscalía de Menores, fuerzas policiales, abogados...- no facilitan datos sobre menores. «La Ley Orgánica de Protección de Datos Personales no permite dar información de menores. Los medios nos llaman a los abogados pero, además de por ley, profesionalmente estamos sometidos a la prohibición de desvelar información confidencial», confirma Paloma Abad Tejerina. Y lo mismo explican desde la Fiscalía.

Comprende Javier Urra «que la ley proteja la identidad de los agresores si son menores para que no se les estigmatice», pero considera que el Consejo General del Poder Judicial debería informar a los medios de la respuesta jurídica que se da a estos casos. «¿En cuántas agresiones, violaciones... ha habido internamiento? Sin nombres, pero ¿cuántos han sido en el último año, a cuántos meses de internamiento han sido condenados esos chavales? Esa información debería conocerse para saber si estamos o no indefensos».

Noticia Patrocinada

Asegura la abogada que no lo estamos, y que estas agresiones, ya sean entre adultos o entre menores, «no quedan impunes». «Hay pena, hay internamiento aunque los agresores tengan menos de 14 años. Y los padres, tutores o guardadores de hecho de esos menores que agreden pueden tener que responder económicamente». Sin dar detalle de las cuantías, Abad Tejerina explica que «el juez estudia si los responsables de esos chavales han actuado para evitar ese acto o no y, en función de eso, determina la sanción».

Las redes sociales, la escasa conciencia de los chavales acerca de sus obligaciones... ¿Se atisba solución? Se muestra optimista José Antonio Luengo: «No ha habido otro momento en la Historia en el que se rechace más la violencia que ahora: surgen movimientos ciudadanos para luchar contra la violencia sexual, racial...»..

Publicidad

¿Se 'cura' la víctima?

«Puede curarse, sí, pero esta cura dependerá de que se le acompañe, de que se le vuelva a dar un espacio de seguridad y también de que no se niegue lo ocurrido», explica Guillermo Fouce, presidente de Psicología Sin Fronteras. Una curación que será más o menos larga en el tiempo «en función de la intensidad de esa vejación» y, aunque en menor medida, también del recorrido que tenga en las redes sociales.

«Un vídeo de una paliza se puede hacer 'trending topic', se pierde el control sobre él, puede que incluso quien redifunde deforme la información cargándola de mas valores negativos o que aparezca en el tiempo reiteradamente como una pesadilla que nos persigue insistentemente».

Los adolescentes, explica Fouce, son más vulnerables a los efectos de esta sobreexposición, aunque también por ahí podría venir parte de la solución. «Hay víctimas que reciben apoyo en las propias redes, muestras de cariño que son importantes», destaca Estíbaliz Linares, investigadora de Deusto. Y expone un argumento para el optimismo: «Los chavales son cada vez más empáticos. Antes se miraba para otro lado».

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €

Publicidad