Rafa Guerrero es especialista en emociones, TDAH, apego, cerebro y trauma. SUR

Rafa Guerrero, psicólogo y doctor en Educación

«Cada vez hay más niños dictadores que reciben caprichos y no lo que realmente necesitan»

El experto, que vuelve a la UMA para impartir un máster sobre inteligencia emocional, apuesta por un apego seguro desde la infancia para lograr una buena salud emocional en los hijos

Rossel Aparicio

Málaga

Sábado, 18 de marzo 2023, 00:49

Tanto en sus publicaciones (9 libros y 7 cuentos) como ponencias o incluso en el 'timeline' de sus redes sociales, la inteligencia emocional y la psicología positiva adquieren un enorme protagonismo. «No es que sea importante, es que es fundamental», sentencia. Rafa Guerrero, -psicoterapeuta, director ... de Darwin Psicólogos en Madrid, profesor de universidad y experto en problemas de gestión emocional, trauma, vínculo afectivo y TDAH-, apuesta además por los «buenos tratos en la infancia» y por el desarrollo de un apego seguro para favorecer una buena salud emocional en nuestros hijos. El especialista, que vuelve este viernes y sábado de nuevo a la capital malagueña para participar en el II Master de Formación Permanente en Inteligencia Emocional y Psicología Positiva organizado por la Universidad de Málaga, muestra su preocupación por un modelo de crianza al alza sin límites claros que se empeña en evitar a toda costa que los hijos lloren o se frustren. «Cada vez hay casos del 'síndrome del emperador', niños dictadores a los que se les conceden todos sus deseos y caprichos», alerta el experto que pone el foco también en el uso excesivo de pantallas entre los niños.

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-Cada vez son más los padres y madres que se suman al carro... ¿por qué es tan importante prestar atención a la inteligencia emocional?

-No es que sea importante, es que es fundamental. No se trata de que sea algo valioso para las mamás, los papás o los maestros… es que nos va a ayudar a adaptarnos, ser más felices, gestionar mejor el sufrimiento, los conflictos. Permite tomar decisiones de una manera mucho más adaptativa, amortiguar el miedo, la rabia, la tristeza o gestiona la culpa... La inteligencia emocional es un pilar, ya no digo de la educación, sino personal tanto en niños, adolescentes y adultos. Es vital sensibilizamos e informarnos de los grandes beneficios que tiene ser emocionalmente inteligente.

-¿Cómo podemos trabajar esa educación emocional con niños?

-La inteligencia emocional se aprende. Para que nuestros niños el día de mañana sean emocionalmente inteligentes necesitan tener maestros. Y no me refiero solo a docentes: hablo de mamá, papá, abuelos, tíos, amigos cercanos... Como cualquier idioma, si no te lo enseñan, no lo hablarás. Si no tengo un entorno que lo favorezca, que me acompañe en conflictos y en esas emociones, no aprenderé. Las madres y los padres emocionalmente inteligentes solemos tener niños emocionalmente inteligentes. En ocasiones, si los padres no lo son, pueden compensar otras figuras de referencia -abuelos, tíos o amigos muy cercanos- que sí les validen sus emociones, les acompañen o les enseñen estrategias para regular la rabia o para enfrentarse a sus miedos.

-Según su opinión experta, criar bien pasa necesariamente por favorecer un apego seguro. ¿Cuáles son las claves para hacerlo?

-Podríamos hablar de varios aspectos. Hay que destacar lo importante que es la presencia tanto física como emocional de mamá y papá para el crecimiento y el desarrollo de un menor, que es un ser vulnerable y necesitado de adultos significativos a su alrededor. Podemos hablar también de la importancia de que mi mamá y mi papá me regulen mis emociones. Otro aspecto fundamental es que permitamos a nuestros hijos que se relacionen. Básicamente hay dos pilares: el apego seguro es el equilibrio flexible entre protección y autonomía. Solo el 50-60% desarrolla un apego seguro.

-Debemos protegerlos pero al mismo tiempo y soltar cuerda para ofrecerles autonomía...

-Así es. Hay que saber protegerlos cuando se sienten vulnerables pero, por otro lado, hay que potenciar, fomentar y permitir que hagan las cosas por ellos mismos. Desde chiquititos quieren coger el cuchillo, el tenedor y cortar el filete. Nosotros tenemos que permitirles, dentro de un margen de seguridad, -con nuestra supervisión y acompañamiento-, realizar las cosas por sí mismos. Es fundamental. Proteger y fomentar la autonomía y favorecer que se separen física y emocionalmente de ti, que hagan las cosas por ellos mismos, son acciones contrarias pero necesarias. Hay que buscar un equilibrio.

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-Hablamos ahora sobre la (buena) autoestima, a su parecer, un tesoro que les brindamos para toda la vida. ¿Cómo construirla?

-La autoestima emana de la inteligencia emocional. No depende de la genética, es algo que se va construyendo en vinculación con el otro. El cerebro de nuestros niños es tan vulnerable que, en función de cómo vayamos atendiendo sus necesidades y en función de qué imagen le ofrecemos, hablaremos de una autoestima suficientemente buena, una baja o una inflada. Los padres ejercemos de espejos: nos imitan. Por ello, en función de las narrativas que les demos, las explicaciones que les aportemos de lo que han hecho, lo que han conseguido y cómo lo han conseguido, pues va a ir formando una autoestima que puede ser realista, poco real, o incluso podemos hablar de un autoconcepto distorsionado. Fomentar una sana autoestima no consiste que les digamos a nuestros hijos que todo lo hacen bien...

- Volviendo a la psicología positiva ahora tan de moda, ¿en qué dirías que fallamos los padres a la hora de ponerla en práctica?

-Uno de los grandes mitos o de las grandes críticas que recibimos las personas que luchamos por los buenos tratos en la infancia es que criándolos así haremos que sean personas caprichosas, dependientes, desvalidas y nada más lejos de la realidad. Nosotros hablamos de validar sus emociones, de atender sus necesidades y, una de esas necesidades es precisamente ponerles límites. No me puedo dedicar en cuerpo y alma a atender todo lo que mi hijo me pide y no darle lo que realmente necesita. Esto luego puede dar lugar, como lo llama el doctor en psicología Javier Urra, a pequeños dictadores. Tenemos que aprender a distinguir entre necesidades y deseos. Se puede atender un capricho del niño pero no puede ser la dinámica habitual.

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-Ahí es donde tropezamos muchos padres y madres...

-El tropiezo está en una mala interpretación. Es pensar que, para que mi hijo crezca de manera sana, tengo que estar al 100% con él, cubrirle y darle todo lo que pide. Pero es que piden deseos y necesidades y, ojo, a veces no reclaman cosas que realmente necesitan y que se las tienes que ofrecer como que fomentes su identidad o que lo protejas en situaciones de desprotección. Esto no consiste en que ellos hagan las cosas ellos solos, y tampoco consisten en que yo le haga todo a mis hijos. Hay que buscar un equilibrio y explicarles que es importante pedir ayuda cuando la necesitan.

- Hacía referencia antes al 'síndrome del niño emperador', ¿es cada vez más habitual?

-Se está dando cada vez más y hay diferentes factores que influyen. Por un lado, nos encontramos a niños que crecen solos, porque mamá y papá están trabajando, tienen más hermanos que atender y en casa tienen infinidad de tareas por hacer. Por otro lado, no sabemos discernir cómo coordinar la protección y autonomía que hemos hablado antes y existe de hecho una sobreprotección muy grande. Este síndrome aparece en niños que están acostumbrados a que les hagan absolutamente todo: los padres están sirviendo a los hijos y ellos exigen de muy malas maneras. En ocasiones incluso la situación desemboca en violencia. No podemos olvidar que hay que fomentar que hagan las cosas por ellos mismos: inculcar esfuerzo, sacrificio, lucha. El 'si te caes, te levantas' con mi ayuda, con mi apoyo.

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- Si mi hijo se comporta como acaba de describir, ¿qué hago?

-Hacer una revisión de la situación, analizar si estamos cubriendo necesidades o estamos atendiendo deseos. Pedirles a nuestros niños que se esfuercen, que se sacrifiquen y explicarles que no siempre es posible todo. Que venimos a comprar leche al súper y no caprichos. Es importante en ese punto hacer esa autocrítica y preguntarnos cómo lo estamos haciendo como padres.

- Cambiando de asunto, ¿diría que en la actualidad hay más casos de TDAH que nunca?

-No, no hay más casos, es que se diagnostica más, que es diferente. Hay un sobrediagnóstico. Lo que ocurre es que los profesionales estamos diagnosticando TDH en base a los síntomas que vemos en el niño. Hay un sobrediagnóstico sobre todo de un subtipo hiperactivo-impulsivo que son los que tienen síntomas visibles (niños muy movidos, inquietos que no paran) y se diagnostica porque cumple con esos síntomas pero no vamos a la raíz del problema. Pero es que a la vez hay un infradiagnóstico del TDH de subtipo inatento, que es un menor no movido, que no es inquieto que no da problema en clase pero que es muy distraído. Este tipo es más difícil de diagnósticar. Y diagnosticamos además en poco tiempo al ver los síntomas. Algo estamos haciendo mal...

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-Hablamos ahora de pantallas, ¿cuánto de malas son en la infancia?

-A día de hoy las estadísticas nos dicen que los niños (y los adultos) consumen demasiado tiempo de pantallas. ¿Son malas? No, pero hay que tener en cuenta las repercusiones que puede tener si hay un uso excesivo. Aquí la clave está en el adulto. No pasa nada porque puntualmente los niños vean la televisión o jueguen con el móvil. El problema está cuando forma parte de la dinámica y lo habitual es ver por las tardes la televisión cuando llego del cole. Y no solamente por lo poco que aportan los dispositivos tecnológicos sino por lo que te dejan de aportar otro tipo de actividades como es estar en el parque, como jugar con tus amigos o incluso enfadarte con tu hermana.

-Dice usted que los dejamos en modo avión en esos momentos...

-Es que en ocasiones es el recurso fácil para poder contestar al correo, ducharse o hacer una llamada. Lo que yo siempre recomiendo es no abusar. No puede ser un «aquí te aparco, te dejo, y mientras voy a hacer otras cosas». Si es de manera puntual, bien. El problema es que es la dinámica actual.

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