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ChatGPT cambia las reglas de las aulas y pone a prueba a docentes y alumnos

ChatGPT cambia las reglas de las aulas y pone a prueba a docentes y alumnos

Los estudiantes tienen la posibilidad de engañar al recurrir al 'chatbot' para hacer sus trabajos y los profesores se enfrentan al reto de descubrirles

Ángel Gallardo

Lunes, 11 de septiembre 2023, 00:25

Para muchos alumnos es la herramienta definitiva con la que hacer los deberes. Para los docentes es un nuevo quebradero de cabeza. «El trabajo que tengas que hacer, te lo hace de una manera fácil y probablemente mejor que tú», cuenta Paula (nombre ficticio), estudiante de la Universidad de Málaga que lo ha utilizado para ayudarse a hacer algunas prácticas de clase durante el pasado curso.

ChatGPT es un sistema de chat basado en inteligencia artificial (IA) y entrenado para mantener una conversación con un humano. El 'chatbot', que se ha nutrido de la información de millones de páginas web, tiene la capacidad de responder dudas, explicar conceptos complejos de manera sencilla, escribir código e incluso redactar textos amplios de casi cualquier tipo siguiendo las indicaciones del usuario.

Si le preguntamos al propio sistema de qué manera puede servirnos para hacer las tareas de clase, este nos responde que puede ayudarnos mediante generación de ejemplos y problemas, revisión y corrección de textos, recopilación de información e investigación sobre un tema y asistencia en la resolución de problemas. No obstante, el 'chatbot' advierte:

«Recuerda que mientras ChatGPT puede ser una herramienta útil para tus tareas escolares, es importante utilizarlo como complemento y no como sustituto de tu propio aprendizaje y esfuerzo. Siempre verifica y revisa la información que obtengas aquí y consulta con tus profesores u otras fuentes confiables cuando sea necesario».

«Si los exámenes son digitales, solo tienes que preguntarle el enunciado a ChatGPT y copiar y pegar la respuesta», asegura un estudiante de bachillerato

Sin embargo, «para Filosofía, si le pides que te escriba una disertación sobre un tema, te la escribe», explica Manuel (nombre ficticio). El alumno de primero de bachillerato cuenta que algunos de sus compañeros también lo usan para hacer los test 'online' de muchas asignaturas. «Si los exámenes son digitales, solo tienes que preguntarle el enunciado a ChatGPT y copiar y pegar la respuesta», asegura.

Otros estudiantes prefieren hacer por sí mismos el trabajo para después pedirle al sistema que mejore el nivel de redacción. «Yo a lo mejor escribo algo con mis propias palabras, muy sencillo, y le digo 'imagina que estás haciendo un trabajo académico, reescribe este párrafo de forma entendible y formal', y lo reescribe súper bien, con palabras muy técnicas», explica Emilia (nombre ficticio), estudiante universitaria que lo ha utilizado para hacer su Trabajo de Fin de Grado. «También una idea que le plantees, con palabras muy breves, te la puede desarrollar en un texto más largo». Este último cuatrimestre, cuenta, su uso se ha extendido entre sus compañeros.

Desde su lanzamiento en noviembre de 2022, ChatGPT ha experimentado varias actualizaciones que han pulido su capacidad de respuesta. Aun así, el 'chatbot' de OpenAI todavía se equivoca. Esta es una de las pistas que siguen los profesores para identificar que un trabajo ha sido producido total o parcialmente con ayuda de una inteligencia artificial. «A veces te da datos falsos, información incorrecta o incluso referencias que no existen», afirma Rocío Soto, investigadora en formación de Historia del Arte en la Universidad de Málaga, que asegura que ya se han detectado usos problemáticos de ChatGPT por parte de algunos alumnos en su facultad.

Un nivel de redacción perfecto también puede ser un indicio para sospechar sobre la procedencia de un texto. Enrique Moyano, profesor de TIC en el colegio concertado San José de Málaga, explica que «ChatGPT utiliza determinadas palabras que un alumno nunca utiliza en su vocabulario en el día a día». En estos casos, la manera de verificar la trampa es «llamar al alumno a revisión y pedirle que te explique cómo lo ha hecho». El docente, además, subraya que no son únicamente las materias de letras o sociales las que se prestan a hacer los deberes con la IA. En su asignatura, Moyano enseña programación, y ya ha comprobado que algunos estudiantes la usan para resolver los problemas que les plantea.

Aunque su efectividad está aún muy lejos de ser perfecta, ya han aparecido algunas herramientas 'online' que aseguran detectar textos generados por ChatGPT y otros modelos similares. El inconveniente es que muchas de ellas cuentan con un margen de error demasiado elevado o no son efectivas con texto en español. Turnitin, un servicio antiplagio utilizado por instituciones académicas de todo el mundo (entre ellas, la Universidad de Málaga), ya ha implementado su propia función de detección de 'AI Writing', por el momento y según explica la compañía, solo analiza escritos en inglés y cuenta con una tasa de falso positivo por oración del 4%. La herramienta es más inexacta cuando analiza documentos que combinan el texto redactado por humanos y el generado por IA.

«Tenemos que repensar cómo plantear actividades que el alumno no pueda trabajar a través de la IA», dice Leticia Crespillo, doctora en Historia del Arte

El riesgo de falsos positivos no se puede mitigar por completo, según Turnitin, dada la naturaleza del texto generado artificialmente y las limitaciones de las herramientas de detección. Por este motivo, la compañía recomienda a los docentes utilizar la información obtenida tras el análisis para establecer una conversación con el estudiante y profundizar en la procedencia de su trabajo, no para sacar una conclusión.

En este contexto, la doctora en Historia del Arte, Leticia Crespillo, sostiene que la universidad debe adaptarse a estas tecnologías e incluso aprovecharlas en favor de la enseñanza. «Tenemos que establecer protocolos de uso y repensar cómo los docentes podemos plantear actividades que el alumno no pueda trabajar a través de la IA», explica convencida de que «no hay que tener miedo al futuro».

Por su parte, el catedrático en inteligencia artificial Francisco Vico cree que podría ser positivo relegar la redacción a estos sistemas: «Aunque aún nos queda, las tareas de redacción se irán dejando a las máquinas, igual que hoy los cálculos los hacen mayormente ellas. Y es un alivio, porque escribir demanda bastante tiempo y concentración, que podremos dedicar a otras cosas», sentencia. No obstante, algunos alumnos se muestran preocupados por el obstáculo que el uso problemático de estos modelos puede suponer para su formación y el desarrollo de sus capacidades. «Creo que es útil, pero también es peligroso. Al final nos vamos a volver tontos, no vamos a saber hacer algo tan sencillo como escribir bien un párrafo», reconoce Paula.

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