Liberad a Willy con acento malagueño

Michel Torres es el director de operaciones de Sea Life en Benalmádena. El último responsable del bienestar de los animales que se encuentran en uno de los 40 tanques de este acuario que se inauguró en 1995. Desde el pasado mes de enero, su vida discurre entre Málaga y la pequeña bahía de Westerman en Islandia. Michel coordina una operación que bien se podría obtener el nombre secreto de Liberad a Willy, como la película. Hollywood escribe historias y a veces éstas se trasladan a la realidad.

Ahora, sustituyan el nombre de Willy por el de Little White y Little Grey, y a una orca por dos ballenas beluga. Cuando fueron capturadas en el Mar Blanco de Rusia, Little White y Little Grey apenas tenían dos años. Según la asociación animalista Whale and Dolphin Conservation (WDC), Rusia es el único país que sigue permitiendo la caza de belugas para su posterior traslado a acuarios de todo el mundo. El destino de las dos ballenas fue un tanque de hormigón en el Changfeng Ocean World Aquarium de Shanghái, donde fueron instruidas en los clásicos malabares para el esparcimiento del público que solía llenar gradas del recinto. Una vida limitada a una pecera de hormigón que cambió, por suerte, con un movimiento empresarial. La compañía Merlin Entertainment, la matriz de Sea Life, absorbe el acuario de Shangái.

Merlin Entertainment rechaza mantener a cetáceos en cautividad y empieza a trazar un plan para el reasentamiento de las dos belugas. Devolver a los animales al mar sin más ya no es posible. «La vida con los humanos ha anulado el instinto natural de las ballenas. Han perdido el hábito de cazar y no podrían sobrevivir», explica el experto de Sea Life Benalmádena. El dilema está servido: ¿cómo se traslada a dos ballenas adultas desde Shangái a Islandia? Cargolux ofreció uno de sus Boeing 747 para transportar a los dos animales y recorrer la distancia de más de 10.000 kilómetros. Un vuelo directo desde Shangái a Reikiavik en forma de donación al Sea Life Trust. Primero comenzó entonces la transformación del fuselaje. Un trabajo que se realizó en paralelo. Al mismo tiempo que se estaba trabajando en el avión, se empezó a preparar a las ballenas para su nuevo hábitat. «Iban a pasar de un tanque tropical a una zona del Subártico, donde el mar no tiene más de seis grados. Empezamos a bajar la temperatura del agua para que los animales acumularan más grasa», resume Michel.

Los animales pasaron el vuelo inmóviles en una especie de hamaca gigante que se confeccionó a medida. Desde que se supo que iban a salir de su cautiverio el pasado mes de junio, se les preparó para aguantar la respiración durante más tiempo y que puedan descender a mayores profundidades.

Su nuevo tanque el en santuario de Islandia llega hasta los 10.000 metros y ocupa un espacio de 32.000 metros cuadrados. Después de su llegada en junio, los dos animales fueron trasladados a unos tanques de cuarentena. Michel observó todo el proceso de transición. Casi a diario, se puso el traje de buzo para comprobar su movilidad y la alimentación. «Estas ballenas son muy sensibles e inteligentes. No sirven para vivir en tanques de cemento. Está comprado que se deprimen», señala. Estima que quedan entre 300 y 400 en cautividad. Eso no se cambia un día para otro. Michel espera que el santuario sea un primer paso y que vengan más.