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A algo más de un kilómetro de la costa, frente al pintoresco pueblo de la Bombilla, segunda residencia para muchos habitantes de La Palma y refugio para los amantes del buceo, once científicos del Instituto Español de Oceanografía (IEO-CSIC) trabajan contra reloj desde el ... pasado domingo. A bordo del buque Ramón Margalef, desplazado de emergencia desde Vigo hasta la isla canaria tras la erupción del volcán Cumbre Vieja, la actividad es frenética día y noche.
No hay descanso para el equipo porque el tiempo juega en su contra: tienen que analizar la morfología del terreno y estudiar las propiedades físico-químicas del agua antes de que la colada de lava alcance el mar (finalmente llegó a las 23.02 horas del martes). «Tener la oportunidad de estudiar un proceso geológico activo es muy especial, algo extraordinario, porque en geología la mayor parte de los procesos evolucionan a velocidades muy lentas», expresa a este periódico desde el interior del buque Juan Tomás Vázquez, geólogo y uno de los cuatros científicos malagueños embarcados en esta expedición.
Junto a él, las geólogas Olga Sánchez y Sofía Naranjo, y la microbióloga Isabel Ferrera, también del IEO-CSIC en Málaga, se afanan en estas últimas horas en recoger muestras antes de que la lengua de fuego se adentre en la costa y lo cambie todo. La participación de estos malagueños en la expedición no es casual, primero porque el Instituto Español de Oceanografía tiene sus principales referencias en geología en Málaga, Cádiz y Madrid y, segundo, porque estos científicos trabajan desde 2011 en el proyecto 'Vulcana'.
Se trata de un estudio que arrancó hace exactamente una década coincidiendo con la erupción del volcán submarino Tagoro, en la isla de El Hierro. «Desde entonces trabajamos en la monitorización de los procesos volcánicos más relevantes en Canarias, como ocurrió en El Hierro, pero también contamos con importantes datos de partida gracias al trabajo realizado hace tres años en la zona por el Ángeles Alvariño, buque gemelo del Ramón Margalef, cuando se empezaron a detectar enjambres sísmicos y el magma despertó».
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El objetivo primordial ahora es recoger muestras para conocer cómo está en estos momentos el fondo del mar (a donde ya ha llegado la ceniza), pero también el agua a distintos metros de profundidad para registrar temperatura, salinidad, PH o concentraciones de oxígeno disuelto. Para ello, cuentan con un equipo (roseta oceanográfica), que está equipado con botellas para recoger muestras de agua a distintos niveles para su posterior análisis en el laboratorio y tiene múltiples sensores para anotar en tiempo real cualquier variación.
Así, cuando llegue la colada volcánica volverán a recoger muestras del fondo marino, del agua y de organismos para tener una imagen completa del funcionamiento del sistema volcánico de La Palma y evaluar los efectos de la llegada de la lava en el ecosistema marino. Mediante el uso de ecosondas, se han realizado cartografías de muy alta resolución para identificar y caracterizar estructuras asociadas a procesos activos y analizar la deformación sobre la morfología del terreno. Además, se están estudiando las propiedades físico-químicas del agua para detectar anomalías y la posible existencia de flujos hidrotermales o magmáticos.
A estas horas todo es incertidumbre, pero estos científicos ya trabajan con unas previsiones para cuando la lava incandescente llegue al mar y se produzca el enorme choque térmico y una gran nube de humo: «Aumentará su temperatura y parte de los gases que se liberen acabarán en el agua, con lo que producirá un aumento de la acidez del PH que afectará negativamente a aquellos microorganismos que viven en el fondo del mar y que tienen menos movilidad para escapar», avanza Vázquez, quien no oculta el efecto «especialmente pernicioso» que puede tener sobre los corales de la zona por su sensibilidad a las altas temperaturas y al aumento de la acidez del agua. La recogida de muestras de corales es especialmente relevante dado que, según los investigadores, son capaces de almacenar en sus esqueletos calcáreos gases precursores de las emisiones volcánicas y tener así, un marcador biológico de la secuencia completa del proceso eruptivo bajo el mar. Y esto es es mucho decir. «Todo el conocimiento que podamos reunir nos va a permitir prever cómo serán otros acontecimientos futuros. Si mejoramos los modelos predictivos, tendremos más herramientas para proteger a la población de esta isla y, en este sentido, el compromiso del IEO con la sociedad canaria es total», zanja Vázquez.
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