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inés gallastegui
Lunes, 13 de enero 2020, 00:38
Siempre se ha dicho que la literatura es una puerta; un acceso a lugares lejanos, a tiempos pasados o futuros que no son el nuestro, a gente fascinante a la que jamás llegaremos a conocer en persona. De forma casi mágica, los libros son la entrada a otros universos. A veces, literalmente: la última tendencia en decoración son los 'booknooks', algo así como 'rincones entre libros', una especie de dioramas en forma de caja hueca que se insertan entre los lomos, creando en las estanterías minúsculas habitaciones o pasadizos. Sus autores, artistas de la miniatura, adornan el interior de estas estructuras con mobiliario o elementos arquitectónicos minuciosamente construidos, pintados e iluminados sin olvidar un solo detalle.
Es difícil rastrear el origen de estos objetos cuyas imágenes empiezan a salpicar estos días las redes sociales. La sección Tendencias de la BBC atribuye la idea al artista japonés Monde en una fecha tan reciente como noviembre de 2018, cuando colgó en Twitter las fotos de una de sus creaciones: un estuche del tamaño de un libro gordo cuyas paredes interiores recrean un tramo de una calle nipona, primorosamente construida con trocitos de chapa de madera. La imagen tiene ya 180.000 'corazones'.
Sin embargo, usuarios de Reddit, el sitio web de marcadores sociales que reúne más imágenes y textos sobre estos 'minimundos' de biblioteca, asegura que estos artefactos se construyen desde hace años. En realidad, aparte de la disposición del diorama –incrustado en una carcasa con forma de paralelepípedo rectangular– las técnicas son las mismas que las que utilizan los aficionados al modelismo artesanal cuando elaboran maquetas de edificios o vehículos, paisajes naturales o casas de muñecas.
Un aficionado ha creado un 'subreddit' a modo de guía (r/guidebooknook) al que acuden quienes acaban de adentrarse en estos sorprendentes callejones de las letras. «Puedes hacerlos con papel, cartón o madera de balsa o imprimirlos en 3D –subraya el impulsor de la comunidad. La pintura se realiza en capas y se necesita un poco de práctica para hacerlo bien. La vegetación se aplica al final, junto con otras miniaturas, como bancos, personas o hierro forjado en puertas o ventanas. La parte fácil es la electrónica: puede ser desde un simple LED y una pila hasta tener todas las ventanas y luces direccionables a través de wifi».
Las nuevas tecnologías juegan un papel clave en el desarrollo –y no solo en la difusión– de los 'booknooks': hay diseños que pueden descargarse gratuitamente de las 'bibliotecas' de internet y convertirse en objetos reales gracias a una impresora en tres dimensiones. No hace falta comprar el aparato –los más baratos cuestan unos 200 euros–, ya que en la mayoría de las ciudades hay servicios de impresión disponibles. Luego hay que ensamblar las piezas de resina, pintar e iluminar.
El aire misterioso de estos artilugios no viene dado solo por una sugerente iluminación. La mayoría de los pasadizos tienen un trazado curvo, de modo que quien los mira de frente no ve el final. A veces, sus creadores juegan con la percepción del espectador con pequeños espejos que multiplican el pasaje hasta el infinito.
¿Adónde conducen estas enigmáticas travesías? Los creadores de recovecos sienten predilección por los escenarios de historias fantásticas, pero también hay adornos inspirados en la galería de una mina cuajada de piedras preciosas o callejuelas empedradas de aire medieval. Algunos 'frikis' de la miniatura prefieren los interiores y fabrican estancias como cocinas con diminutas vajillas y alimentos o –rizando el rizo– baldas con libros enanos.
El nivel de detalle es muy variado. Desde las limpias y minimalistas aceras de Tokio del pionero hasta el caótico callejón inspirado en 'Blade Runner' de un tal Poullafouca, con cubos de basura rebosantes, asfalto húmedo por la lluvia y una cruz de neón parpadeante con la leyenda 'Jesús salva'. Su autor, un diseñador de vestuario que nunca había hecho miniaturas, quedó fascinado cuando vio su primer 'booknook' y se puso manos a la obra con la ayuda de una tienda de modelismo ferroviario cerca de su casa.
Quienes carezcan por completo de la paciencia o la habilidad necesarias para construir un pasadizo propio hacia las profundidades de la literatura pueden comprar uno de estos 'minimundos' artesanales a alguno de sus creadores. Monde pide por los suyos 20.000 yenes (164 euros), pero no necesariamente son los mejores o los más elaborados.
El diseñador y fotógrafo canario Alby Martin creó su propio modelo con una pequeña librería medieval y lo imprimió en 3D. «Mucha gente me ha pedido que se la venda ya montada, pintada y con las luces, pero ahora solo tengo una impresora funcional y cada pieza son como mínimo cinco días de impresión. Es algo que barajo hacer en un futuro cercano, cuando tenga más impresoras y nuevos diseños», explica a este periódico. ¿Un problema? La gente valora poco tanto los diseños online como las piezas físicas cuando están impresas en plástico. Hay muchas horas de trabajo en esas pequeñas calles entre los libros.
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Paco Griñán | Málaga
Encarni Hinojosa | Málaga
Cristina Cándido y Álex Sánchez
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