Vista de la torre depuradora y su planta instalada en la ciudad de Xian. R. C.

El purificador gigante de aire

La chimenea china mide 60 metros, funciona con energía solar y puede reducir la polución de Xian en un 19%, según sus creadores

JOSEBA VÁZQUEZ

Lunes, 2 de abril 2018, 00:38

El cielo está contaminado. ¿Quién lo descontamirará? El descontaminador que lo descontamine... dice llamarse Cao Junji, es un químico experto en aerosoles y trabaja como jefe de investigación y director del Centro de Medio Ambiente de la Tierra en la Academia China de las Ciencias. Este científico lidera un proyecto piloto para tratar de aliviar la contaminación atmosférica, uno de los más graves problemas que afectan a numerosas ciudades de su inmenso país. La propuesta de su equipo consiste en una alta chimenea que funciona al modo de un filtro de aire gigante. «El purificador de aire más grande del mundo», como le gusta llamarlo a su promotor.

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El modelo es desde hace unos meses una realidad en Xian, ciudad mundialmente famosa porque en sus proximidades se encontraron los Guerreros de Terracota. En esa urbe, una de las más contaminadas de China, se eleva hasta los 60 metros una torre cilíndrica y hueca que promete sanear el aire que le rodea. El método resulta aparentemente sencillo: la planta ocupa casi 2.600 metros cuadrados y dispone en su base de un techo de vidrio; el aire contaminado es absorbido por ese ‘invernadero’ y calentado por medio de energía solar; después se eleva a través de la chimenea y esta lo devuelve al exterior una vez depurado por filtros industriales. Es decir, elimina las partículas nocivas e inyecta aire limpio al cielo.

La polución es visible en las avenidas de Pekín. Jason Lee

El proyecto, del que apenas se han dado detalles hasta mediados del pasado enero, fue aprobado en 2015. La construcción de la chimenea se inició en mayo de 2016. Puesto a prueba durante las últimas semanas, la Academia China de las Ciencias acaba de afirmar a través de un comunicado que este purificador gigante es capaz de reducir el esmog en un área de 10 kilómetros cuadrados y disminuir hasta en un 19% las concentraciones de sustancias nocivas en el aire. «Los resultados son bastante alentadores», dice Cao Junji, que afirma que el sistema puede producir hasta 10 millones de metros cúbicos de aire filtrado fresco todos los días; algo menos, entre 5 y 8 millones, en invierno. La planta utiliza una tecnología que se introdujo por primera vez en un documento publicado en la Universidad de Minnesota en 2014.

De verificarse los óptimos datos ahora divulgados, el director del Centro de Medio Ambiente de la Tierra planteará sin duda ampliar el proyecto y trasladarlo a otras ciudades. De hecho, la torre estaba inicialmente concebida con una altura de 200 metros y con capacidad para abarcar hasta 30 kilómetros cuadrados. «Necesitamos sistemas múltiples para poder lograr una reducción significativa de la contaminación del aire», asegura Junji. Su idea es crear complejos de media docena de chimeneas más grandes alrededor de los centros urbanos. La construcción del prototipo de Xian ha supuesto una inversión de dos millones de dólares (1,6 millones de euros), según la Academia China de las Ciencias.

El país del esmog

En el Top 10. A pesar de los avances de los últimos años, China es uno de los países más contaminados del mundo. El liderato corresponde a Arabia Saudí, aunque la India y China tienen las ciudades más afectadas. La primera cuenta con cuatro urbes entre las diez más polucionadas del globo. China, con dos: Xingtai y Baoding.

25 microgramos. Las partículas contaminantes PM2,5 son las más pequeñas y dañinas para la salud por su capacidad para infiltrarse en los pulmones. La OMS estima que su concentración máxima aconsejable es de 25 microgramos por metro cúbico de aire durante 24 horas o más, ya que la mortalidad se dispara al superarse esa cantidad.

Demasiadas muertes

La propuesta del químico plantea reticencias en algunos colegas y, principalmente, en grupos ecologistas, que ven esta tecnología como un simple parche que no ataca el problema de raíz; esto es, el origen de la contaminación. En China, tráfico al margen, el mayor inconveniente en este sentido lo plantean la masiva producción industrial y la generación de energía por medio de centrales térmicas de carbón. Lo cierto es que las autoridades del país llevan décadas tratando de solventar un mal, el de la polución atmosférica, que se cobra un altísimo tributo en términos de salud: el cáncer de pulmón es la principal causa de muerte entre los varones chinos, y la segunda entre las mujeres. El Estudio Global de la Carga de la Enfermedad calcula que la contaminación contribuye a alrededor de 1,1 millones de fallecimientos prematuros en China cada año.

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Coadyuvan especialmente a ello las partículas contaminantes PM2,5. Diez veces más pequeñas que el grosor de un cabello, ingresan al organismo por las vías respiratorias. Generadas por la combustión del diésel de automóviles y la industria, así como por la reacción atmosférica entre gases como el dióxido de azufre, óxidos de nitrógeno y por compuestos orgánicos, pueden resultar letales. La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que la concentración máxima que se puede permitir es de 25 microgramos por metro cúbico de aire. En China hay decenas de ciudades que superan ese límite. No ya la capital, Pekín, que sufre una tasa promedio cercana a los 80 microgramos y picos de más de 200 en determinados días. Le superan, entre otras, Xingtai, de siete millones de habitantes, con 128 microgramos; y Baoding, de casi 12 millones de vecinos, con 126.

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