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El Satisfyer ha revolucionado la juguetería erótica. Encarni Hinojosa
¿Por qué arrasa el Satisfyer? Los sexólogos opinan: «Es la PlayStation del sexo»

¿Por qué arrasa el Satisfyer? Los sexólogos opinan: «Es la PlayStation del sexo»

El succionador de clítoris, que acelera el acceso al orgasmo, ha revolucionado el sector de los juguetes eróticos, una fiebre que los psicólogos achacan a la falta de masturbación femenina y la necesidad de romper con el empeño vaginal

Lunes, 10 de febrero 2020, 01:36

Promete orgasmos desconocidos, tiene un diseño elegante y su precio ronda los treinta euros. El Satisfyer, agotado en muchas tiendas, ha revolucionado el sector de los juguetes eróticos. Su éxito descansa en una poderosa campaña publicitaria y en su capacidad para centrarse en el clítoris, distinguiéndose de la mayoría de vibradores, limitados a simular la penetración. Fácil de activar y con varias velocidades de adaptación, el Satisfyer funciona como un succionador con ondas expansivas que producen un placer casi instantáneo. Inventado en Alemania, el producto ha multiplicado sus ventas en los últimos meses en España, donde la masturbación femenina suponía un tabú insalvable hasta no hace tanto. Aún hoy la sexualidad de las mujeres, la exploración de su propio cuerpo, despierta rubores incomprensibles en una sociedad moderna; este juguete erótico se cuela en conversaciones entre amigos y tertulias de radio y televisión a menudo escondido bajo bromas y chascarrillos, dejando al descubierto las costuras de nuestro puritanismo.

Los succionadores de clítoris aceleran el acceso al orgasmo. Por eso sexólogos como Francisco Cabello, también doctor en Medicina y psicólogo, recomiendan su uso: «Como herramienta terapéutica resulta genial porque la segunda causa de consulta, después de la falta de deseo, es la anorgasmia». Tras la imposibilidad de alcanzar el orgasmo suele esconderse la escasa o nula práctica de la masturbación femenina: «Un 92 por ciento de las mujeres sin orgasmos no se ha masturbado nunca». Las españolas, explica Cabello, se tocan poco: «Tenemos muchos años de retraso. Venimos de donde venimos y apenas recibimos educación sexual en la escuela. Hay que romper tabúes. La masturbación es ideal para el conocimiento del cuerpo y debería practicarse desde la adolescencia». Una buena sesión de placer a solas evita traumas sexuales y puede ser decisiva para saber qué funciona y qué no: «La mayoría de disfunciones se deben a la falta de información y a las creencias erróneas de lo que debe ser la sexualidad».

Uno de los errores más comunes radica en pensar que la penetración debería bastar para que las mujeres lleguen al orgasmo. No suele ser así. El único estudio sobre orgasmo femenino realizado en España, que incluyó consultas a unas quinientas mujeres, concluyó que sólo el 15,9 por ciento de ellas tiene orgasmos sin estimulación clitoriana, sólo a través de la penetración. El 86 por ciento lo alcanza con «maniobras puente», nombre que recibe la práctica de estimularse el clítoris al tiempo que se produce la penetración. «Hay mujeres atormentadas por no llegar al orgasmo a través de la penetración, pero es algo común y no está considerado una disfunción». Lo equivocado, insiste Cabello, «es creer que dedicarle mucho tiempo a la penetración, ignorando el clítoris, garantiza el orgasmo». La falta de masturbación femenina, la escasa cultura sexual y el empeño vaginal de muchas parejas explican el éxito de ventas del Satisfyer, un juguete dedicado exclusivamente a la estimulación del clítoris.

Como puerta a la exploración del propio cuerpo, este nuevo juguete sexual resulta un regalo para muchas mujeres. Pero tiene su reverso. Cabello lo ilustra así: «El Satisfyer es como la PlayStation del sexo: funciona, divierte, pero estar todo el día jugando no es sano ni bueno». La rapidez que procura en el acceso al orgasmo tiene ventajas pero también inconvenientes, como el riesgo de que se convierta en la única vía para sentir placer. La psicóloga y psicoanalista Laura López celebra que las mujeres «vayan descubriendo su deseo» pero advierte de que sería contraproducente que estos succionadores se usaran «para ocultarse en la masturbación o evitar relacionarse con otras personas». Cabello recuerda que el Satisfyer, como el resto de aparatos de este tipo, pueden servir para jugar en pareja: «Hacerlo siempre igual resulta perjudicial, además de ser un mal sistema desde el punto de vista del crecimiento sexual y erótico».

La monotonía es enemigo declarado del placer, pero la introducción de juguetes en las relaciones de pareja tampoco parece una práctica extendida. Los sexólogos hacen algunas propuestas para remediarlo: «Las mujeres pueden usar el Satisfyer, o pedir a sus parejas que lo hagan por ellas, en las penetraciones en cabalgada. También suele funcionar como parte del sexo oral o en la postura del perro». Cabello detalla que este aparato «hace un efecto de succión a velocidad rápida, aunque tiene varias posibilidades y cada usuaria debe encontrar el ritmo que más le satisface». Las mujeres que lo han utilizado suelen referirse al orgasmo que les produce como «un orgasmo diferente, más eléctrico y repentino». Por eso este sexólogo lo define como «la eyaculación precoz femenina».

La irrupción del Satisfyer como regalo navideño y tema de conversación ha resquebrajado el muro de pudor que nos rodea cuando se trata de hablar de sexo, aunque Laura López alerta de que «vivimos en una sociedad capitalista y este producto no es más que un filón de ventas que aprovecha un mercado grande porque tradicionalmente la sexualidad de las mujeres ha estado supeditada a la reproducción». Como parte de la doble moral, lamenta la psicóloga, «un hombre que disfruta del sexo y la masturbación con libertad es un héroe y una mujer que hace lo mismo, una viciosa». López también incide en la necesidad de distinguir «entre sexualidad y genitalidad» y recuerda que «el cuerpo es erógeno en sí, no hace falta limitarlo todo al coito».

El Satisfyer, que se suma a juguetes similares como el Womanizer, puede ser un complemento ideal para la masturbación o el sexo en pareja, aunque los psicólogos recuerdan que ninguna forma de placer, por definición, debe acabar convertida en una obsesión.

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