Los hermanos Jacinta y Francisco Marto posan junto a su prima Lucia Dos Santos (centro) en 1917.

El Papa canoniza a los niños de Fátima

Visita la localidad portuguesa para canonizar a los hermanos Jacinta y Francisco Marto y a su prima Lucia Dos Santos que afirmaron haber visto a María

darío menor

Miércoles, 10 de mayo 2017, 01:19

No a la Virgen jefa de la oficina postal que cada día manda una carta diferente, diciendo: Hijos míos, hagan esto... y luego el día después hagan esto otro. No, esa no. La Virgen verdadera es la que engendra a Jesús en nuestro corazón, que es madre. Esta moda de la Virgen superstar, como una protagonista que se pone a sí misma en el centro, no es católica». Es la advertencia que el papa Francisco dejó en noviembre cuando se reunió con los miembros de la Unión de Superiores Generales, la asociación de los líderes de las congregaciones religiosas masculinas. No era la primera vez que hablaba así: Jorge Mario Bergoglio ya había mostrado antes que se fía poco de los videntes que dicen tener contacto directo con la Virgen. La desconfianza le viene del conocimiento de la Iglesia latinoamericana, donde son comunes, particularmente en Brasil, los casos de supuestas apariciones.

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Eso no significa que Francisco no sea un Papa mariano. Ni mucho menos. Lleva hasta en su escudo una estrella, símbolo heráldico clásico de la Virgen. Y rezará ante su imagen el viernes cuando viaje a Portugal para visitar el santuario de Fátima, el lugar donde se produjo la «más profética de las apariciones», según el Vaticano. Un siglo después de que los tres pastorcillos dijeran haberla visto por primera vez en la llamada Cova da Iria, Bergoglio llegará al Fátima para canonizar el sábado a Francisco y Jacinta Marto. Son los dos niños que presenciaron junto a su prima Lucía la cinco apariciones de la Virgen.

Intercesión para curar a un niño brasileño deshauciado

  • Francisco y Jacinta Marto fallecieron pocos años después de las apariciones y serán canonizados el próximo sábado por el Papa Francisco en Fátima después de que la Iglesia católica considerase que ambos intercedieron para que se curase un niño brasileño para el que los médicos no tenían ya esperanzas de que pudiera sobrevivir. La otra vidente, Lucía, tuvo en cambio una larga vida se metió a monja de clausura y murió en 2005 a los 97 años de edad. Se espera que también ella se beatificada más pronto que tarde.

María no ha vuelto a mostrar su manto en Fátima desde hace un siglo, pero en otros lugares sí que está muy presente y se comunica con unos cuantos elegidos. Al menos eso dicen ellos. Y no son pocos los que los creen: cientos de miles de fieles acuden cada año a Medjugorje, una pequeña localidad de Bosnia-Herzegovina donde, desde el 24 de junio de 1982, seis videntes aseguran tener una relación directa y cotidiana con la Virgen. Para el Vaticano Medjugorje supone un caso abierto: de momento no ha reconocido las apariciones y sólo permite que se realicen peregrinaciones privadas.

La falta de respuesta de la Santa Sede no significa que haya poco interés por su parte. Nada de eso. En 2009 Benedicto XVI creó una comisión de expertos para que investigara este fenómeno y encomendó la presidencia a un cardenal de peso, el italiano Camillo Ruini. En 2014 presentaron sus conclusiones a la Congregación de la Doctrina de la Fe, que aún no se ha pronunciado al respecto. Sólo ha movido ficha el Papa, cuando nombró el 11 de febrero un «enviado especial» para que adquiera «información profundizada sobre la situación pastoral» de los fieles que acuden a Medjugorje. El encargo recayó en el arzobispo polaco Henryk Hoser, que tiene hasta el verano para comprobar cuáles son las necesidades de los peregrinos y realizar sugerencias pastorales. La veracidad de las apariciones no son competencia suya. Y sobre esta cuestión habrá que esperar.

«El problema fundamental es que las apariciones continúan, pues el fenómeno debe haber concluido para juzgarlo. La Iglesia es muy prudente. El mayor riesgo es que cambien los mensajes de las apariciones. Hasta ahora no hay nada que vaya en contra la doctrina, son llamamientos sencillos a la conversión, a la oración y a la paz, pero ¿qué ocurriría si se aprueba la sobrenaturalidad y después los mensajes cambian? Luego está la cuestión de los videntes. ¿Qué serían, transmisores de la fe?», se pregunta el franciscano Stefano Cecchin.

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Este profesor de mariología en la Pontificia Universidad Antonianum de Roma y secretario de la Pontificia Academia Mariana Internationalis no considera que el Papa se estuviera refiriendo al punto de atracción mariano bosnio cuando habló de la Virgen como «jefa de la oficina postal». «Al menos no hablaba sólo de Medjugorje. El verdadero problema es la eclosión de videntes tanto en América Latina como en Europa que dicen comunicarse continuamente con la Virgen, quien les dice que Bergoglio es el anticristo y los cardenales que le apoyan, unos masones. En Medjugorje no hay nada peligroso. Los mensajes de las apariciones están todos estudiados y no hay nada de herético en ellos», comenta.

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