antonio paniagua
Jueves, 19 de enero 2017, 02:49
La televisión nos quita el sueño. Ser telespectador desemboca irremediablemente en la vigilia. Quienes han hecho de la tele una alternativa para llenar su tiempo de ocio se exponen a acabar a las dos de la madrugada para ver el final del reality-show de turno. ¿Por qué en España la presencia ante la pantalla es un oficio de noctívagos? Una de las razones tiene que ver con la estrategia de los programadores. Con el fin de arrastrar la audiencia a horarios nocturnos, la parrilla se rellena con aperitivos del plato fuerte. Se trata de espacios que se sitúan entre los telediarios y el programa estrella y que tienen el efecto de atornillar al televidente en el sillón hasta bien entrada la madrugada. Su efecto no es neutral, sino que perjudica gravemente el descanso de los españoles. Si en el Reino Unido la hora de irse a la cama se sitúa a las 23.00 horas, el mismo hecho se produce aquí una hora más tarde.
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España no es país para el reposo. Los médicos de la Sociedad Española de Sueño (SES) se han sumado al coro de voces que reclaman una racionalización de los horarios televisivos. Esta institución, que agrupa a profesionales de distintas especialidades, ha dado la voz de alarma. Su presidente, el neumólogo Joaquín Terán-Santos, alerta de que posponer la hora de irse a dormir supone una forma de «autoagresión» que causa graves perjuicios a la salud. Estar en vela de forma prolongada predispone al padecimiento de obesidad, hipertensión, procesos inflamatorios y cardiopatías isquémicas. «En nuestro país el déficit crónico de sueño representa un 30% y supone dormir apenas entre cinco y seis horas», asegura Terán-Santos, que cuida de que sus hijos no rebajen su rendimiento escolar por culpa de una dilatada exposición a la dictadura catódica.
El presidente de la SES, integrada por 400 especialistas de diferentes áreas de la medicina, rechaza la idea de que la televisión sea por sí misma una inductora del sueño. Al igual que ocurre con el alcohol, la tele puede propiciar una somnolencia «fragmentaria» que no es la mejor para alcanzar un modo de vida saludable. Al menos no es la más indicada para desplegar en el organismo una actividad reparadora en el orden psíquico, inmunológico y cardiovascular.
España tiene uno de los prime time más noctámbulos de toda Europa, lo que equivale a decir del mundo. En teoría, las cadenas reservan sus contenidos estelares para las 22.00 horas. Y en realidad, casi ninguna emite su programación más relevante hasta pasadas las 22.40 horas. En Alemania, el horario de máxima audiencia va de las ocho de la tarde a las once de la noche. En Francia la horquilla es incluso más temprana: de 19.00 a 22.00 horas. En el solar nacional no hay día en que el minuto de oro acontezca antes de las 23.00. Es más, cuando se emiten espacios como Gran Hermano VIP o las finales de La Voz, el momento que congrega mayor público se registra casi siempre pasada la medianoche.
Público infantil
Lo curioso y paradójico es que programas destinados a un público familiar e incluso infantil se retrasan a horas propias del sereno. Es lo que ocurrió con la final de MasterChef Junior en 2015, que empezó un día y acabó al siguiente.
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TVE y el Ministerio de Sanidad firmaron hace tiempo un acuerdo para que los críos no trasnocharan ante la caja tonta. La cadena pública terminó incumpliéndolo al percatarse de que perdía espectadores a chorro.
La Unión de Televisiones Comerciales Asociadas (Uteca) esgrime el argumento de que los operadores se adaptan a los horarios de la población. «La programación se fija en función de las audiencias, que son un reflejo directo de los horarios laborales de los españoles. El prime time no es el que determina el comportamiento del público, sino que es el horario de máxima audiencia el que está adaptado al comportamiento de la gente». El consejero delegado de Telecinco, Paolo Vasile, fue más allá en su día y arremetió contra ese «decisionismo de tipo soviético» que pretende «decirle a la gente la hora en que se tiene que ir a la cama».
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Hace dos años, Ana Mato, entonces ministra de Sanidad, abogó sin ningún éxito por que las cadenas adelantasen la emisión de sus informativos entre media hora y una hora. Otro factor que ha llevado a los españoles a desperezarse en compañía de la tele es la larga duración de los capítulos de las series. En España se da la circunstancia de que el número de menores que ven la televisión entre las 22.30 y las 23.30 horas es mayor que el que se congrega a las seis de la tarde. Este fenómeno llevó a la Comisión Europea a abrirnos un expediente en 2013 por no garantizar la protección de los intereses de la infancia.
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