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borja olaizola
Martes, 6 de diciembre 2016, 23:59
Hace ya mucho tiempo que Lalo Azcona (Oviedo, 1951) sustituyó el periodismo por los negocios, pero una afortunada carambola le ha devuelto a la primera plana de la actualidad: la OPA amistosa que la empresa Indra ha lanzado sobre Tecnocom, la compañía que preside, le proporcionará unos ingresos de casi 60 millones de euros. El antiguo presentador de Televisión Española corona de esa forma a los 65 años su carrera en el mundo de la empresa, donde se ha desenvuelto con notable éxito desde que, a principios de los ochenta, decidió cambiar el micrófono por las cuentas de explotación.
No se puede decir que Ladislao de Arriba Azcona, que es su nombre completo, diese la espalda a su primera vocación por no alcanzar las expectativas que se había marcado. Al contrario. El joven asturiano tuvo una trayectoria profesional meteórica: al poco de terminar sus estudios de periodismo entró a trabajar como corresponsal en Madrid de un diario local de su tierra de origen y de ahí dio el salto a Radio Nacional, donde no tardó en convertirse en director de los boletines informativos. En más de una ocasión ha recordado que estaba de guardia en la emisora cuando, el 20 de noviembre de 1975, se consumó la muerte de Franco y le tocó dar la noticia antes de que se interrumpiese la emisión para programar música clásica.
Su juventud y buen hacer llamaron la atención de Rafael Ansón, por entonces director de Radio Televisión Española, que decidió incorporarle a los informativos de la tele. La pequeña pantalla necesitaba un cambio de aires para reflejar las transformaciones que se estaban produciendo en la sociedad y Azcona se convirtió en el estandarte de una nueva generación de periodistas que prescindían de la solemnidad que hasta entonces había caracterizado al medio y hablaban un lenguaje de la calle. Con su corbata siempre a medio ajustar y su tono desenfadado, el ovetense se convirtió en el rostro de los informativos de la tele durante buena parte de la Transición. Su puesto de presentador del Telediario en una etapa en la que no había privadas y las audiencias se computaban por decenas de millones le proporcionó una popularidad que aún le acompaña, a pesar del tiempo transcurrido.
Amarras rotas
En 1982 el PSOE alcanzó el poder con el propósito declarado de dar un golpe de timón en la televisión pública. Azcona aprovechó la oferta que le hicieron para encargarse de la comunicación en Explosivos Río Tinto (ERT), entonces el principal grupo industrial del país, y rompió amarras con los micrófonos y las cámaras que le habían acompañado hasta entonces. «Viví el periodismo con una pasión extraordinaria, me divertí mucho durante aquellos años, pero acabé pensando que tenía que hacer otras cosas; no me veía siempre haciendo eso», ha confesado en alguna entrevista. La revalorización de unas acciones de ERT que había adquirido le proporcionó un capital que le permitió emprender unas cuantas aventuras empresariales. Adquirió junto a otros socios lo que hoy es Tecnocom, una empresa que por entonces se dedicaba a fabricar motores de electrodomésticos, a la vez que ponía en marcha Estudio de Comunicación, una asesoría de imagen que no tardó en hacerse con una envidiable cartera de clientes. Más tarde daría el salto al ladrillo con la compra de participaciones de Lain, compañía que, tras salir a Bolsa y realizar una serie de fusiones, alumbraría OHL, una de las grandes constructoras españolas.
Su actividad empresarial le ha mantenido durante todos estos años alejado de la primera línea de la información. La próxima adquisición de Tecnocom, empresa que él mismo preside, le ha devuelto sin embargo por unos días a las portadas: ingresar de golpe y porrazo casi 60 millones de euros no está al alcance de cualquiera. La operación culmina una carrera empresarial en la que ha alcanzado tantos éxitos como en su trayectoria periodística. En un segundo plano queda otro de sus grandes afanes: una colección de arte que está a la altura de las mejores del país, sobre todo en escultura, y una admiración por los artistas que le ha llevado a editar catálogos de figuras como Martín Chirino, Manolo Millares, Manuel Rivera, Luis Fernández o Julio González a través de la Fundación Azcona, que él mismo preside.
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