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Dominick Dunne, cronista judicial famoso en Hollywood por sus fiestas
El dueño de todos los secretos

El dueño de todos los secretos

Dominick Dunne fue el gran cronista judicial de la ‘jet set’ americana. Ahora se publica en España una novela suya inspirada en los Kennedy

antonio paniagua

Domingo, 4 de diciembre 2016, 23:02

Dominick Dunne sabía los secretos más turbios de la jet set yanqui. Fue un reputado escritor y cronista judicial que llevó hasta sus últimas consecuencias su celo periodístico. Tanto es así que cuando se sentó en el banquillo el asesino de su hija, él fue quien escribió para la edición norteamericana de Vanity Fair los artículos sobre el proceso. Como novelista, le gustaba trufar sus novelas con chismes y comentarios maldicientes, de modo que sus libros se convertían, para solaz del lector, en relatos en clave. Ahora es noticia porque se publica una de sus novelas más célebres, Una temporada en el purgatorio (Libros del Asteroide). Una historia que evoca reminiscencias del clan Kennedy y que denuncia cómo los poderosos modelan la verdad a su antojo.

Dunne siempre se ponía del lado de las víctimas. Tenía buenas razones para ello. Desde que al matarife de su hija le condenaron a una pena de seis años y medio de prisión ya no volvió a ser el mismo. Desde entonces un acendrado sentido de la justicia se apoderó de él. No es para menos. Dominique Dunne, la niña de sus ojos, tenía un futuro prometedor: debutó en el cine dando vida a la hermana mayor de la película Poltergeist. Dejó al tarado de su novio, un trepa desclasado que desplegó toda su palabrería de plañidera y convincentes amenazas para que Dominique no le abandonara. Al final no lo consiguió, pero, devastado por los celos, estranguló a su novia delante de testigos en 1982. Solo llegó a cumplir la mitad de la condena, lo que enfureció a la opinión pública. El caso Dunne es hoy uno de los capítulos negros de la jurisprudencia estadounidense.

El escritor (Estados Unidos, 1925-2009) combatió en la Segunda Guerra Mundial, para orgullo de su padre, quien desconfiaba de aquel chico al que consideraba un «marica». «Me golpeaba a menudo con una percha de madera», confesó esta celebridad de los tribunales. Su padre, Richard Edwin Dunne, era un cirujano cardiovascular de ascendencia irlandesa con ínfulas de convertirse en el patriarca de unos nuevos Kennedy. Dunne nunca se creyó el cuento de su progenitor y reconocía que su linaje era de tercera división. Con todo, el padre debió de quedar henchido de orgullo cuando condecoraron a su hijo por su valor en la contienda. El rescate de un compañero en la batalla de Las Ardenas le valió una medalla.

En 1954 se casó con Ellen Griffin, por todos llamada Lenny, con la que tuvo dos hijos, Griffin y Alexander, además de Dominique. Las fiestas de los Dunne eran legendarias. Quien quisiera ser alguien en la industria cinematográfica no podía perderse las parrandas de la pareja. Por eso es doblemente cruel que, cuando el productor sufrió una mala racha, Hollywood diera la espalda al anfitrión de sus juergas, entonces convertido en un asiduo de la botella y la cocaína.

Descubridor de Al Pacino

El ostracismo era todo menos justo. No en vano, como productor cinematográfico sacó adelante dos películas reseñables: Los chicos de la banda y Pánico en Needle Park. La segunda, que trajo consigo el descubrimiento de un actor llamado Al Pacino, era la película favorita del actor.

Después de que su hija fuese brutalmente asfixiada por su novio, Dunne se convirtió en un avezado cronista judicial. Sin faltar al rigor y la exactitud, hacía las delicias de los adictos al morbo con alusiones cargadas de sorna. Así, cubrió los juicios más sensacionales, el primero de ellos el que se siguió contra O. J. Simpson, el jugador de fútbol americano acusado de asesinar a su antigua esposa y a su amante. A Dunne nunca se le ablandó el corazón por Simpson, a quien siempre consideró culpable. También siguió los procesos contra Claus von Büllow, los hermanos Menéndez, Robert Blake y Phil Spector. El caso de este último fue muy sonado. El productor de los Beatles, los Ramones y Leonard Cohen envió al otro barrio de un tiro en la boca a Lana Clarkson, una actriz de serie B.

Pese a que fue su Lenny la que pidió el divorcio «ella era la verdadera y yo me convertí en una falsificación»-, Dunne siguió cuidando a su exmujer cuando quedó postrada en una silla de ruedas a causa de la esclerosis múltiple.

Por lo demás la familia Dunne está repleta de miembros ilustres. Dominick era hermano del también escritor John Gregory Dunne, autor de Confesiones verdaderas, guionista de cine y marido de Joan Didion. La relación entre los dos escritores estuvo envenenada por el rencor y la envidia.

Griffin, otro de los tres hijos de Dunne, es un conocido actor y director. Es recordado por sus papeles protagonistas en Un hombre lobo americano en Londres (John Landis, 1981) y ¡Jo, qué noche! (Martin Scorsese, 1985).

Nuestro hombre murió en 2009 a causa de un cáncer de vejiga. En el funeral del escritor, que se describía como un «bisexual célibe encerrado en un armario», sonó la Anything goes, de Cole Porter. Fue el último deseo del novelista que puso como un trapo a la clase alta americana. Eso sí, sin perder la elegancia.

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