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pascual perea
Domingo, 16 de octubre 2016, 23:30
En una de las mejores novelas de Stephen King, It, un siniestro payaso de nombre Pennywise convierte la vida en la localidad de Derry en una pesadilla. El maestro de la literatura de terror supo despertar los miedos infantiles que subyacen entre los pliegues mentales de muchos adultos, y que incluso tienen una palabra técnica que los define: coulrofobia. Los psiquiatras atribuyen a varias causas el origen de este temor irracional a los payasos: por un lado, apuntan que el denso maquillaje de vivos colores y sonrisa congelada de estos personajes es una máscara que esconde su expresión y los convierte en seres imprevisibles y amenazadores; por otro, su inevitable asociación a escenas jocosas y felices, a pista de circo, palomitas y carcajadas, los hace idóneos para encarnar en el cine a asesinos pavorosos, ya que esta disonancia cognitiva acentúa su maldad. Horny el Payaso, el muñeco Krusty de Los Simpson, el Joker de Batman, el payaso tonto y el payaso triste de Balada triste de trompeta, el de Poltergeist, los crueles payasos bomberos del circo de Dumbo... Payasos asesinos, locos, zombis e incluso alienígenas han irrumpido con su mueca sangrienta en la gran pantalla para arrancar escalofríos.
Pero ahora quieren conquistar las calles. La primera aparición tuvo lugar el pasado mes de agosto en Greenville, Carolina del Sur (EEUU). Un inquietante payaso apostado ante la linde de un bosque invitaba con un susurro perverso a los niños y adolescentes que se acercaban a internarse con él en la espesura. El incidente, que algunos relacionaron con una campaña de promoción para la película 31 del director Rob Zombie, una cinta sobre payasos sádicos que se presentaba en el cine local, fue considerado una broma de mal gusto. Sin embargo, apariciones similares se repitieron en fechas posteriores en otros pueblos, provocando la alarma de la comunidad, que incluso puso en marcha una red de avisos por internet.
Muy pronto, a estos primeros creepy clowns (payasos terroríficos) han comenzado a surgirles imitadores por todos los rincones de Estados Unidos. Algunos portan falsos machetes o mazos; muchos surgen de la oscuridad de la noche para asustar a los viandantes, y todos exhiben torvas muecas. La pantomima se convirtió en una amenaza muy real cuando uno de estos payasos intentó inmovilizar a una joven en el campus de la Universidad de Texas, otros blandiendo bates o barras de hierro destrozaron mobiliario público, y se produjeron algunas peleas. Patrullas vecinales para protegerse de este particular gamberrismo han surgido por doquier, los falsos bulos sobre ataques indiscriminados de payasos furiosos y clowns abatidos a tiros por la Policía se extienden sin control, e incluso en la ciudad de Orem, en el Estado de Utah, las autoridades han tenido que recordar a los nerviosos residentes que es ilegar disparar a los payasos.
El asunto ha traspasado fronteras. En Toronto, Canadá, una banda de creepy clowns ha amenazado a diversos colegios del área metropolitana, y la Policía ha tenido que intensificar sus patrullas. Se han producido varias detenciones, que han mostrado tras las máscaras a simples adolescentes con muy poco cerebro.
Pogo, el asesino en serie
Y ahora han saltado a Europa. Esta misma semana, un payaso asesino enarbolando una motosierra ha extendido el temor por el campus de la Universidad de Brunel, en Londres. En Leicestershire, otro surgió tras la tapia de un cementerio para dar un susto terrible a una vecina. Y en Essex, un par de ellos abordaron a dos chicas camino del colegio para invitarlas a una fiesta de cumpleaños. Decenas de denuncias similares se apilan en las comisarías británicas: un payaso que irrumpe desde detrás de un arbusto, otro que salta sobre un coche detenido ante un semáforo... Nada serio por el momento, más allá de las típicas gamberradas juveniles. Pero las autoridades no esconden la preocupación de que el asunto se desmadre en cualquier momento. Y muchos niños que antes iban solos al colegio tienen ahora que ser acompañados.
«No quisiera arruinar la diversión a nadie, pero no tiene nada de gracioso asustar mortalmente a alguien», ha advertido el superintendente en jefe del Valle del Támesis tras recibir 14 denuncias en apenas 24 horas. Por su parte, Suki Jobson, antigua estudiante de la escuela de clowns Philippe Gaulier, señaló que «es fácil asustar a la gente. Es más difícil comunicar y brindar diversión».
No es la primera vez que estos payasos con muy poca gracia escapan de la carpa del circo. Más o menos cada diez años se producen avistamientos en Estados Unidos, generalmente en los meses previos a la fiesta de disfraces por excelencia, Halloween. Hubo, incluso, un auténtico payaso asesino. Se hacía llamar Pogo el Payaso y actuaba en fiestas infantiles, pero su auténtica identidad era la de John Wayne Gacy. De día, Pogo hacía reír a los niños ingresados en hospitales de Illinois. Por la noche, Gacy se convertía en un serial killer que entre 1972 y 1978 violó y mató a 33 hombres jóvenes.
La situación ha llegado a tal punto que el mismísimo Stephen King ha tenido que salir a la palestra para recomendar calma. «Hey, ha llegado el momento de enfriar la histeria de los payasos: la mayoría son buenos, alegran a los niños y hacen reír a las personas», escribió en su cuenta de Twitter. Por cierto, su pérfido Pennywise volverá pronto al cine para aterrorizar a la audiencia.
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