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Sergio Fernández realiza uno de sus tatuajes en su estudio de Mangas Verdes.
Sergio Fernández, el tatuador de las estrellas

Sergio Fernández, el tatuador de las estrellas

El dibujante está considerado uno de los mejores tatuadores del mundo. Los futbolistas Isco, Kameni o Samu Castillejo se han ofrecido como lienzo para sus creaciones

Juan Soto

Lunes, 5 de septiembre 2016, 01:04

En su agenda no hay citas disponibles hasta dentro de doce meses. Pese a tener sólo 25 años, Sergio Fernández es la persona en la que confían futbolistas de la talla de Isco, Rosales o Samu Castillejo para inmortalizar sus recuerdos más íntimos. Nacido en el barrio de Mangas Verdes, este tatuador malagueño sabe como nadie convertir la piel en un lienzo para plasmar en ella los dibujos más dispares. Hasta el punto de que ha sido nombrado uno de los mejores dibujantes realistas del mundo por varios medios especializados.

A pesar de su renombre internacional, este malagueño sigue trabajando en un pequeño estudio situado en una estrecha calle del barrio que le vio nacer, en el distrito de Ciudad Jardín. La única diferencia es que ahora combina su estancia en la capital con numerosas visitas a Madrid o Toronto (Canadá). «Voy donde me llaman; ahora estoy pensando irme varios meses a Toronto porque no me gusta anclarme a nada», confiesa.

Recuerda que comenzó a trabajar de forma profesional hace seis años animado por la persona que le realizó su primer tatuaje. «Desde pequeño siempre me había encantado dibujar, pero no sabía qué pasos tenía que dar para comenzar a realizar tatuajes en serio». Esta persona, que le dibujó una Ganesha en la pierna (dios que abre los caminos), le acompañó a comprar sus primeros equipos y le dio el empuje que necesitaba para lanzarse.

Tras diferentes pruebas con tinta china, su primer grabado se lo hizo a su madre, que se ofreció como conejillo de indias después de que las pruebas iniciales sobre pellejos de cerdo resultaran un desastre. Fue una rosa tribal que aún recuerda como si la hubiera hecho ayer. Durante los dos años siguientes estuvo practicando en casa con todos sus amigos, ya que sabían de su afición por la pintura. Y así, hasta que con 19 años comenzó a trabajar como aprendiz en un estudio del Centro y, posteriormente, en otro en Eugenio Gross. «Decidí independizarme cuando vi todo el trabajo que tenía», resume.

Aunque hace todo tipo de diseños, Sergio se ha especializado en dibujos realistas, sobre todo de animales y relojes, que es lo que ahora está de moda. Explica que en hacer un grabado puede tardar entre 10 y doce horas, aunque también dedica mucho tiempo previo en la preparación del montaje al gusto del cliente. «Este no es un trabajo estándar porque sabes cuando empiezas pero no cuando vas a acabar, porque cada persona es diferente», razona. Yeso sin contar el trabajo previo que realiza con cada persona: «Me gusta hablar con ellos, saber qué es lo que quieren con mucho detalle y, si no los veo del todo decididos no les hago el trabajo», expone. El precio por una sesión de trabajo puede rondar los 500 euros.

Entre sus trabajos más importantes destaca los realizados a futbolistas. Recuerda sobre todo cuando le contrató el exmalaguista Isco Alarcón para hacerle su primer dibujo. Fue a raíz de un tatuaje de Sergio Ramos que realizó a un aficionado madridista y que dio la vuelta a medio mundo. «Vino su pareja al estudio y me explicó lo que quería que le hiciera. Cuando tuve el diseño terminado y me dio el visto bueno, fui a su casa de Madrid a hacérselo», asegura. En su caso fue un reloj con dos ángeles que representan a sus hijos y unas escaleras que suben hacia el cielo con el número 22 y tardó cuatro días en terminarlo. Tras ese, ya están en contacto para realizar un segundo dibujo, aunque de momento no han cerrado el diseño ni la fecha.

Desde entonces también le ha realizado diseños a Rosales, Kameni o Samu Castillejo. «Me han llamado muchos más, pero no hemos podido hacerlo por problemas de agenda», apunta. En este sentido, confiesa que en esa profesión funciona muy bien el boca a boca y que los clientes queden satisfechos. «Me gustaría poder atender a muchas más personas, pero me falta tiempo y tengo que cerrar la agenda varias veces al año para que no se me dispare la lista de espera».

Aunque no le guarda un cariño especial a ningún tatuaje en especial, sí que le sorprende cuando llegan personas mayores a hacerse uno. «Esto ya no es una moda de los jóvenes; ahora vienen personas de 50 para arriba que quieren tatuarse la cara de sus hijos o nietos», señala. En la actualidad está trabajando en un león que represente a África, en el que tiene que cuidar al máximo tanto la composición como la luminosidad, ya que pretende reflejar también un anochecer. «En un trabajo de este tipo es muy importante que te dejen trabajar, que el cliente se fíe de ti».

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