Una violación cada siete horas

Aquí, no en Brasil. En España se denunciaron 1.227 casos el año pasado, aunque los expertos calculan el doble: «Hay muchas otras, muy cerca de nuestra casa, que pasan desapercibidas y hay que darles visibilidad»

zuriñe ortiz de latierro

Lunes, 11 de julio 2016, 01:18

Una joven vigorosa, el rostro roto de pánico, grita ¡cabrón, cabrón, suéltame, cabrón! El desconocido aprieta el cuchillo contra su cuello, la obliga a salir de su portal, en Logroño, y la mete en un coche. Cuando llegan a un polígono industrial, la viola. Luego coge una bolsa de plástico del maletero, se la pone en la cabeza y ella piensa que es el final. Le ata las manos y la deja allí tirada, sin dinero, sin documentación ni móvil. Aterrada, tarda una hora en llegar a pie al hospital.

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Eso ya pasó. Rosana tiene pareja y un niño precioso. Da clases particulares en su propia academia. Pero no puede pisar Logroño. Casi veinte años después se lo impide el miedo que le estrangula aún la voz, agudizada por el llanto.

Las secuelas psicológicas son muchas. Por la noche no puedo ir sola por la calle. He tenido recaídas de un año de baja, pastillas, tratamiento psicológico... Mi estado de ánimo es una montaña rusa. No puedo salir de mi ciudad. Muchas cosas me dan miedo. Los recintos con gente, que alguien se me ponga detrás... El fantasma siempre estará ahí. Aunque con mucha ayuda y trabajando mucho se sale, se supera y se sigue adelante.

El agresor lo volvió a intentar con otra chica, en otro portal, otra noche de sábado. Pero les escuchó un vecino y lo detuvieron. Con la prueba de ADN que guardaban del asalto anterior lo enviaron veinte años al calabozo.

La tragedia de Rosana se repite cada siete horas en España, como mínimo. El año pasado se denunciaron 1.227 violaciones, según el Ministerio del Interior, pero las asociaciones que socorren a las víctimas, los abogados que las defienden y los profesores que estudian este tipo de delincuencia calculan que hay otras tantas. La incalificable violación de varios hombres a esa pobre chica de 16 años en una favela de Río de Janeiro ha dado la vuelta al mundo. También la de la joven holandesa condenada a un año de cárcel en Catar por denunciar al tipo que la forzó. «Pero hay muchas otras aquí, muy cerca de nuestra casa, que pasan desapercibidas y hay que darles visibilidad. Esas denuncias registradas son la punta del iceberg, pueden ser el 20% del total», calcula Ana Marcos, trabajadora social del Centro de Asistencia a Víctimas de Agresiones Sexuales (CAVAS) en Valencia.

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Santiago Redondo, profesor de psicología y criminología de la Universidad de Barcelona y autor de diversos estudios sobre delincuencia sexual, reduce un poco esa cifra negra, oculta: «En todo Europa se calcula que se denuncian solo la mitad de los casos porque las mujeres no quieren que se enteren en su entorno; otras se autoinculpan, tienden a pensar que han hecho algo indebido, algo que contribuyó al delito».

En la apacible Galicia o en la caótica noche de Magaluf, la amenaza acecha en el momento más inesperado. Hace tres semanas, el acusado de agredir sexualmente a dos peregrinas en el Camino de Santiago, a su paso por Mazaricos, aceptaba una pena de 3 años de cárcel. Mientras, en la Sodoma y Gomorra balear detenían a un británico por violar a una joven de 20 años. Preguntamos en una de esas ciudades donde parece que nunca pasa nada, Palencia: tienen un procedimiento abierto contra un universitario que presuntamente ha violado a otra estudiante de 20 años en una residencia. Hay dudas sobre la versión de la chica, pero el hecho es que la dejó marcas con una navaja por todo el cuerpo.

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La cultura de la agresión sexual

  • una larga lucha

  • En 1995 desapareció el término violación del código penal y fue sustituido por agresión sexual. Las víctimas no lo entendían. Tampoco asociaciones como Clara Campoamor.

  • Hasta principios de los 80 las violaciones en el matrimonio eran un delito privado, quedaban impunes. Con la llegada de Felipe González y la lucha de las asociaciones de mujeres también se retiró la figura del perdón al violador. Si la víctima le disculpaba, se iba de rositas. El siguiente paso fue reconocer como violación la anal y bucal, no solo la vaginal.

Luis Antonio Calvo, abogado en Castilla y León de Clara Campoamor, asociación que lleva peleando por los derechos de las mujeres desde principios de los 80, afina en la casuística y asegura que cada vez es más raro que te viole un extraño. «Es más frecuente que sea alguien del entorno, por lo que es más complicado explicar si ha habido o no consentimiento». En La Bañeza (León), una mujer denunció que su marido la violó de forma reiterada, pero solo se ha podido demostrar en una ocasión, y porque salió espantada de casa y la escuchó una vecina. Su maltratador la tenía aislada en casa, había roto todos sus vínculos familiares. A una vitoriana le asaltó su ex con una escopeta. Le golpeó con ella en el mentón y luego le pidió que mantuvieran relaciones sexuales. En el juicio le perdonó, pero al hombre le cayeron dos años de prisión y la prohibición de asomarse por la capital vasca durante tres años.

«Las violaciones han aumentado y son más brutales. Las últimas víctimas atendidas han tenido que ser ingresadas. A una de ellas la han violado entre cinco, y los han puesto en la calle a falta de pruebas. Hay una falta total de sensibilidad. Nos acaba de llegar una violación en Bizkaia y la víctima está pensando en si retira o no la denuncia», lamenta Blanca Estrella Ruiz, presidenta de Clara Campoamor. El ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, se «complacía» hace unos meses de que esta «tipología delictivo criminal tan abominable haya experimentado un descenso del 18,9%» en la pasada legislatura. Las asociaciones se encienden: «Lo que ha bajado es la confianza de las víctimas con la Justicia».

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Las profesionales de CAVAS Madrid andan tan saturadas que apenas rascan unos minutos a la jornada para comer un sandwich entre consulta y consulta. Les preocupan los recortes de la crisis y la cada vez «más frecuente» falta de empatía de algunos agentes de las Fuerzas de Seguridad. «Hace falta una formación continua y a veces no se les da. Hay ocasiones en que mandan a las víctimas en autobús, de punta a punta de Madrid. Cuando les preguntan si les acercan en coche patrulla, alguna ha tenido que oír cosas como ¿y luego quieres que te abaniquemos?», repasa Lola Cidoncha, psicóloga y coordinadora de la asociación.

Están muy preocupados con la burundanga, una droga que los agresores suelen diluir en la copa de su víctima. En pocos minutos anula la voluntad de la prsona, su capacidad para resistirse a cualquier tipo de agresión. Y desaparece del organismo en horas. Su efecto es tan diabólico que puede dejar una secuela amnésica: cuando la víctima se da cuenta de lo que ha pasado, no puede demostrar gran cosa ante el juez. Por eso, hay que actuar rápido, ir inmediatamente a un hospital para que busquen su rastro en la sangre y la orina. Cada vez son más los servicios de urgencia que saben cómo encontrarla.

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A Lucía le acaban de archivar su caso en un juzgado madrileño por falta de pruebas. Se presentó en un hospital y contó lo que le había ocurrido: «En medio de una nebulosa me han violado y no he podido hacer nada para impedirlo». Sin hematomas, ni arañazos, ni restos de semen porque el agresor usó preservativo, la querella no ha prosperado.

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