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mikel ayestaran
Jueves, 9 de junio 2016, 21:28
Más de 50.000 personas se juntaron el domingo en el estadio de Bagdad para seguir la final de la Copa de Irak entre el Qwa Aljawia y Alzawea. Ganaron los primeros por dos goles a cero y dedicaron su victoria al Real Madrid. Tras el pitido final, la publicidad desapareció del marcador y surgió un mensaje de agradecimiento al club blanco por su apoyo tras los dos ataques directos sufridos por seguidores madridistas iraquíes, que han dejado al menos 28 muertos. «El presidente y el club Qwa Aljawia dedican esta copa al Real Madrid por haber honrado a los mártires», rezaba el mensaje que dejó mudo al estadio durante unos segundos. Apenas 24 horas antes se había producido un atentado contra un café de Baquba, en la provincia de Diyala, en el que aficionados merengues seguían la final de Champions entre el club de sus amores y el Atlético de Madrid. Justo cuando llegaban los penaltis, cuatro hombres armados con subfusiles de asalto irrumpieron en el lugar y abrieron fuego. Al menos doce personas perdieron la vida.
Mientras que en Madrid estallaba la fiesta y decenas de miles de personas se daban cita en Cibeles para recibir a los jugadores procedentes de Milán, en Baquba despedían a sus particulares mártires blancos. Fue el segundo ataque directo en un mes contra un café en el que se juntan aficionados del Real Madrid. La primera operación yihadista ocurrió en Balad, 80 kilómetros al norte de Bagdad, fue reivindicada por el grupo yihadista Estado Islámico (EI) y dejó 16 muertos entre los clientes del café Al Furat. El Daesh reivindicó este ataque, pero no mencionó en su comunicado que fuera una operación específica contra un lugar frecuentado por madridistas. Los terroristas justifican sus acciones asegurando que se trata de ataques contra «milicianos chiíes», que tras el descalabro del ejército iraquí en el verano de 2014 son quienes encabezan la lucha contra el EI. El califato pierde terreno y los yihadistas han intensificado sus ataques contra civiles en los núcleos chiíes de Irak para intentar mantener el pulso con el Gobierno de Bagdad, un gabinete en manos de la mayoría chií desde la invasión estadounidense de 2003.
Fatua contra el Madrid
Tanto en Balad como en Baquba la respuesta del Real Madrid ha sido inmediata y su calidez ha impactado a los iraquíes, acostumbrados a que sus muertos apenas tengan ya espacio en los medios internacionales. El equipo lució un brazalete negro en el último partido de Liga en La Coruña y desde el club se han emitido comunicados de solidaridad con las víctimas y sus familias. De hecho, el presidente, Florentino Pérez, tuvo el detalle de dedicar la undécima Champions a los hinchas fallecidos en el atentado terrorista.
«Los aficionados iraquíes han agradecido enormemente el comportamiento del club, incluso muchos que eran del Barça se están cambiando de colores. Vivimos en medio del sufrimiento diario y es reconfortante ver que alguien se acuerda de los iraquíes después de un ataque terrorista. No nos devolverá a los fallecidos, pero al menos sabemos que alguien se acuerda y que nuestras vidas significan algo», afirma Hasan Nashat, responsable de la web Iraqi Football, en la que sigue toda la actualidad del fútbol del país. Nacido en Bagdad hace 23 años, ahora reside en Londres y asegura ser «uno de los pocos iraquíes que no sigue al Madrid o al Barça, mi equipo es el Manchester United, pero Ronaldo me encanta, así que si tuviera que elegir, me quedaba con los blancos».
Las muestras de solidaridad del Real Madrid, la Liga y la FIFA con las víctimas y sus familias no han pasado desapercibidas tampoco para clérigos radicales como el saudí Al Qhayti, miembro del Consejo de Ulemas del reino, que el día 23 emitió una fatua (edicto religioso) contra el club blanco al que acusó de alinearse con los «infieles chiíes», secta del islam a la que pertenecen los muertos en los dos cafés de Balad y Baquba. «Quien apoya a los rawafed (chiíes) no es de nosotros y por lo tanto no hay que seguir sus partidos ni apoyarle», reza el texto del los religiosos saudíes que piden a los fieles con corazón blanco que cambien de equipo. Si en el vecino Irán las mujeres tienen prohibida la entrada a los estadios, en Arabia Saudí este mismo Consejo de Ulemas que arremete contra el Real Madrid ha emitido incluso un edicto para evitar que ni siquiera vean los partidos porque, según los religiosos, su única intención sería «mirar a los muslos de los futbolistas». La guerra religiosa y la visión más ultraortodoxa del islam trasladadas al mundo del deporte.
Por Cristiano Ronaldo
La prensa iraquí se hizo eco de este edicto antimadridista y para el periodista Adil Dagher «puede ser uno de los motivos del último ataque que se produjo durante la final de la Champions en Baquba». Dagher, de 50 años, es seguidor blanco «de toda la vida» y vio la primera parte del partido contra el Atlético de Madrid en un café de la calle Abu Nuas, en el centro de Bagdad, donde se juntaron unos cien seguidores blancos. La segunda parte, prórroga y penaltis los prefirió disfrutar en su casa. «Ahora estos lugares son un objetivo más y si ven que hay repercusión mediática, más lo intentarán. Pero en el fondo aquí somos objetivo ya solo por el simple hecho de ser iraquíes, seamos o no del Real Madrid», lamenta Dagher, que explica que la diferencia más clara entre aficionados blancos y blaugranas en Irak es la edad: «Los más jóvenes han crecido con el Barça campeón y se han hecho seguidores de Messi, pero los veteranos, los que conocemos algo de la historia reciente del fútbol en España, somos madridistas».
La noche de la final de la máxima competición europea fue también especial para Latif Al Hashemi, de 34 años y a quien el amor por los colores le ha llevado en media docena de ocasiones al Santiago Bernabéu, una de ellas para seguir en directo la presentación de su ídolo, Cristiano Ronaldo. «Hasta hace unos días el país estaba dividido al 50% entre Madrid y Barça, pero ahora no, ahora hay más madridistas después de las muestras de cariño del club», afirma con rotundidad. Latif siguió la final de Milán en su casa, en un céntrico barrio de Bagdad, junto a más de cincuenta amigos y familiares. «Aquí le puede pasar a cualquiera, todos tenemos muertos por terrorismo en cada familia y creo que eligen este tipo de cafés donde la gente ve fútbol porque están abarrotados y así pueden hacer más daño. Hasta ver fútbol se ha convertido en algo arriesgado en Irak, pagamos nuestra afición con la sangre», asegura Latif, que viajará de nuevo al Bernabéu en breve y llevará un regalo al Real Madrid para darle las gracias por su comportamiento tras los ataques.
Los atentados contra cafés en los que la gente joven se evade durante noventa minutos de los problemas diarios no son novedad en Irak, un país golpeado por el terror y la guerra sectaria durante los últimos 13 años. El fútbol vivió su primera tragedia de este año en marzo cuando al menos 43 personas, la mayoría niños, murieron al inmolarse un suicida del EI en un estadio al sur de Bagdad en el transcurso de una competición infantil. Entonces, como ha ocurrido en los dos cafés frecuentados por seguidores del Real Madrid, el objetivo de los yihadistas ha sido golpear a la población chií para ahondar en la incurable herida sectaria que sufre el país.
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