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Iván Gelibter
Viernes, 15 de enero 2016, 23:31
Aunque Diego, el archifamoso 'niño de la Bescansa', fue sin duda alguna la imagen del día de la constitución del Congreso, se podría decir que Alberto Rodríguez , el diputado de Podemos con largas rastas, fue el segundo asunto más comentado de la primera jornada parlamentaria de la legislatura. No en vano, la propia Celia Villalobos, presente en la cámara baja desde 1989 y vicepresidenta del Congreso de los Diputados por segunda vez, se refirió a las que ya son las rastas más famosas de España, y apeló al diputado a que no le "pegue los piojos". La periodista Pilar Cernuda, en una tertulia televisiva, llegó incluso a decir que desde que están los diputados de Podemos "el Congreso huele mal", y que la progresía "no está reñida con la ducha".
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Pero más allá de la higiene, las rastas no dejan de ser unas grandes desconocidas para muchos y, quizá por ello o por su aspecto de mechones compactos -'dreadlocks' en su versión inglesa- generan cierto rechazo en una parte de la población.
Pese al revuelo mediático, ni de lejos son el último grito del peinado. La referencia más inmediata es Bob Marley, pero tenernos que retrotraernos más, sobre comienzos de los años 30, para encontrarnos las primeras en los barrios marginales de Kingston, en Jamaica. Allí surgió el movimiento rastafari. De origen espiritual, su doctrina defiende que las personas de raza negra son descendientes de los antiguos israelitas. La creencia además tiene a Tafari Makonnen (también conocido como Haile Selassie I, último supuesto descendiente de Salomón en ocupar el trono imperial de Etiopía) como reencarnación de Yahvéh. De hecho, los rastafaris toman su nombre de una combinación de las palabras ras (príncipe) y el nombre Tafari.
Sin duda fue Marley quien las popularizó al mundo entero y les dio el toque de rebeldía que aún hoy tienen. Otros personajes famosos, como Whoopi Goldberg, el cantante Melendi, el tenista Dustin Brown , el futbolista americano Kyle Beckerman, incluso Lady Gaga , se han encargado también de darles un punto de tendencia.
El pegamento: Huevo, café, leche, sal y azúcar
Para resolver la duda de algunos neófitos, el 'dreadlock' no es una acumulación de suciedad por no lavar el pelo, sino que su apariencia es intencionada y se consigue con ingredientes muy caseros. Tan sólo hay que mezclar en un recipiente una yema de huevo, café descafeinado, medio vaso de leche, sal y azúcar. Una vez que esté bien mezclado, hay que ir echándolo por la cabeza y luego ir cogiendo pelo a pelo hasta obtener el grosor deseado. Las rastas, al fin y al cabo, son una especie de trenzas, en las que los pelos se entrecruzan al tiempo que la pasta anteriormente descrita sirve de una suerte de 'pegamento', lo que permite que dure el tiempo que uno quiera.
El proceso es largo y algo tedioso. Un mechón puede tardar algo más de una hora, y una cabeza entera se lleva entre una semana y un mes, siempre que lo haga un especialista. Se puede hacer también en casa, aunque hay quienes optan por acudir a un peluquero experto para conseguir un mejor resultado. Eso sí, el precio puede superar los 120 euros y siempre dependerá del volumen de pelo de la persona y de las horas de trabajo. Quizá por eso o por la experiencia, no son pocos los 'rastafaris' que se las hacen ellos mismos. Si no salen bien, solo hay que lavarse el pelo de una manera concienzuda, y listo
La limpieza: cada dos días con champú suavizante
Aunque haya cierta mitología sobre la limpieza de las rastas, los especialistas la deshacen. "Las rastas, si una persona es limpia, se lavan aproximadamente cada dos días. Para ello se utiliza un champú normal y crema suavizante, vertiendo todo en el pelo como cualquier otro lavado", apunta la peluquera Veronique Kouacou, originaria de Costa de Marfil, que incluye las rastas entre sus especialidades.
En cuanto al tiempo que se pueden tener, Veronique asegura que en países como Jamaica, la gente las suele llevar "toda la vida", sobre todo si están bien hechas.
Existe también la posibilidad de contar con rastas sintéticas, algo similar a unas extensiones en un pelo lacio. Su precio ronda unos 15 euros, más otros 45 por colocarlas.
Un perfil cada vez más variado
En cuanto al perfil de rastafari, Veronique no cree que sea acertado reducirlo a un solo tipo de persona o a unas creencias determinadas. "No es lo mismo los que quieren tener rastas grandes y por toda la cabeza, que los que quieren sólo un mechón como detalle", pero reconoce que es verano la época fuerte para los rastafaris.
Dentro de las tribus urbanas, los rastafaris (con una estética similar a la de Bob Marley y al propio Alberto Rodríguez) conforman una de ellas, aunque esto no quiere decir que sean los únicos que las lleven. Por ejemplo, la cantante Beth -concursante de Operación Triunfo y Eurovisión- o algunas modelos llevan una sutiles rastas, con una apariencia muy diferente a las de Bob Marley.
Por cierto, esta especialista en rastas asegura que las de Alberto Rodríguez no solo parece limpias, sino que están "muy bien hechas". En su opinión, la presencia de gente con rastas en el Congreso no da buena imagen. "Los de fuera van a pensar que los diputados españoles son unos porretas", comenta.
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