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El tejido de la hebras de paja toquilla puede durar meses.
El mejor sombrero del mundo

El mejor sombrero del mundo

Se llama 'panamá', pero se teje en Pile, un pueblito de Ecuador sin cobertura. Charlie Sheen se compró uno por 23.000 euros

francisco apaolaza

Sábado, 30 de enero 2016, 23:59

En el mundo hay sitios especiales descolgados del resto, como suspendidos en la nada. En Pile, que está en Ecuador a diez minutos en coche del Océano Pacífico, las calles son de tierra, si quieres cobertura te tienes que arrimar a la puerta de la iglesia y para ser alguien lo mejor es emprender la carrera de tejedor de paja. Si eres hábil, trabajador y aprendes los secretos de las cosas, igual consigues fabricar los mejores sombreros del mundo, esos que se llaman panamá pero que están hechos allí, en Ecuador, que tienen el tacto de la seda y que cuestan el sueldo de un año en España.

En Pile, barriada de Montecristi, viven 1.000 habitantes que comparten el orgullo de ser el pueblo que pare los sombreros más finos del planeta, aunque no salga ni en Google Maps. Llevan haciéndolos un siglo, pero hasta ahora casi nadie lo sabía. El artículo en cuestión tomó ese nombre porque se repartió al mundo desde el país del canal. Pero, cosas de la vida, son ecuatorianos. Decenas de personas en Pile trabajan en esta inverosímil industria que produce joyas para la cabeza.

Todo el proceso es bastante loco y puede ocupar el trabajo de un maestro durante seis meses. Primero toman la paja toquilla, una variedad que crece en la zona, y pasan semanas eligiendo las hebras con el color perfecto. Deben ser largas para que los artesanos tengan margen para coser. La cuecen y la secan al sol hasta que se torna caoba, pero si el sol pega muy duro, se puede echar a perder. Después se lava y se cose. Todos los buenos sombrereros y allí son los mejores saben que más vale no correr en esta parte. Cada punto es crucial. Mujeres y hombres pasan la jornada tumbados boca abajo sobre unas pilas de madera que sostienen la obra de arte y mueven las manos en movimientos mágicos. Meses de trabajos después, alumbran una pieza delicada al tacto y a la vez indestructible. Puede uno sentarse encima y después presentarse con él a tomar el té en la residencia del embajador de Ecuador.

El pueblito fue el gran desconocido de esta historia hasta hace poco tiempo. En 2012, el presidente Rafael Correa consiguió que la manufactura de los sombreros de Pile y Montecristi fuera considerada patrimonio inmaterial de la Humanidad por la UNESCO. En ese momento, el entonces alcalde se las prometía muy felices pues soñó que el título permitiría inversiones que hasta entonces el municipio consideraba un lujo: mejoras en el asfaltado, la luz eléctrica, la línea telefónica y el agua potable.

Brent Black, 'El gringo

Hubo un hombre que pronosticó el final de la estirpe de trenzadores y al mismo tiempo le dio la vida. El escritor norteamericano Tom Miller publicó en 1987 el libro The Panama Hat Trail en el que recorría la pista de los sombreros. Pronosticó que los tejedores desaparecerían en veinte años y se equivocó. Tal vez fue su propio libro el que cambió el futuro, pues en él encontró la inspiración otro viajero llamado a revolucionar ese pequeño mundo. Brent Black acudió a Pile en busca de lo que quedaba de aquella historia hecha de paja toquilla y en busca de Rosendo Delgado, uno de los personajes del libro de Miller. Lo encontró en 1988 y decidió emprender una aventura con los suyos: vender los sombreros en todo el mundo para que la profecía de Miller no se cumpliera. Creó una fundación y se erigió en mediador de un comercio insólito por el que algunas piezas alcanzan precios de vértigo.

El viajero explica en su web que una de las claves para analizar su calidad es el número de hilos de paja por pulgada. «20 hilos por pulgada es más de lo que tienen la mayoría de sombreros de Panamá. 30 es ya un tesoro, pero yo los tengo de 40, de 50 y hasta de 60. Parece imposible que nadie consiga tejer eso con sus manos».

Black compra toda la producción de Pile. «Esto es más que dinero», dice. Pero los números no saben de compasión, así que los sombreros más baratos no salen a cuenta en el pueblo. Si los venden por 100 euros, necesitan hacer unos 40 al año para cubrir los 300 euros de salario mínimo de Ecuador. Algunos tejedores elevan la calidad hasta el infinito y manufacturan solo un par de ellos cada año. Brent Black, al que allí llaman El gringo, ha creado un mercado, una fundación y un nuevo taller, además de mejorar las comisiones de los artesanos. Su trabajo, al final del camino, allá donde nadie sabe dónde está Pile, alcanza precios astronómicos. El actor Charlie Sheen compró uno por 23.000 euros.

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